Díaz Ayuso, el Teatro Real y el mutis por el foro de los defensores de Plácido Domingo ante la caída del coloso
Que un coloso tarde años en caer significa que cuenta con un importante ejército de cómplices que le amarran bien los pies hasta que estos se convierten en barro. En el juicio contra Harvey Weinstein, el magnate que impuso la ley del silencio entre sus colaboradores para cometer todo tipo de abusos sexuales en Hollywood, su red quedó al descubierto. En inglés se llaman enablers [facilitadores] y juegan un papel directo en los actos de violencia sexual.
Pero a veces ni siquiera hace falta que formen una trama consciente y maquiavélica para blindar a un agresor, sobre todo si goza de la fama y la reputación de Weinstein o de Plácido Domingo, aunque este último aún no se haya enfrentado a un juicio formal.
En su caso fueron muchos los que salieron en defensa del tenor ante las primeras insinuaciones de abusos sexuales del pasado agosto. La agencia AP publicó que nueve cantantes y bailarinas, y otra media docena de mujeres, acusaban a una de las figuras más importantes de la ópera de proposiciones incómodas, de ataques sexuales e incluso de consecuencias y castigos profesionales cuando se resistían a mantener dichas relaciones.
Plácido Domingo negó tajantemente las acusaciones en un primer momento, y también cuando se sumaron los testimonios de más mujeres y de testigos entre bambalinas un mes después. Así lo hicieron también políticos, instituciones y profesionales de las artes que se posicionaron junto al cantante de ópera y no dieron credibilidad a las víctimas.
Ahora, algunos de sus valedores han tenido que matizar sus defensas ante la confesión del tenor, que asume “toda la responsabilidad” de los sucesos denunciados en los últimos meses. Lo hace tras una turbia investigación del sindicato de ópera de Estados Unidos del que forma parte y que al parecer negociaba ocultar detalles al público a cambio de dinero. 27 víctimas han hablado con miembros de AGMA, la asociación, y han relatado escenas que se remontan hasta los años 80.
Las acciones no se han hecho esperar: el Ministerio de Cultura ha cancelado dos actuaciones “en solidaridad con las mujeres afectadas” y el Palau de Les Arts de Valencia ha retirado el nombre de Plácido Domingo de su centro de perfeccionamiento. Sin embargo, algunos han optado por la callada por respuesta a pesar de haberle defendido con vehemencia anteriormente. Ya no es que apelasen a la presunción de inocencia, sino que dudaban del rigor de las investigaciones e incluso hubo quien acusó a la Cienciología de andar detrás de un hombre inocente.
Las loas y ovaciones de hora y veinte minutos que Plácido Domingo ha despertado a lo largo de toda su carrera operística se trasladaron a las redes y a las tertulias políticas. Poco a poco se van desdiciendo algunos de sus garantes, pero no todos. Este es un repaso de quienes pusieron el grito en el cielo para amparar su honor y ahora lo retiran (o ni eso) con apenas un hilo de voz.
Políticos, periódicos y folclóricos
El tuit que más se ha viralizado en los últimos días ha sido el de Isabel Díaz Ayuso, que en noviembre se hizo eco de una portada de ABC que exculpaba a Domingo añadiendo “el más grande”. Además, la presidenta de la Comunidad de Madrid le recibió durante la inauguración del Belén navideño de Sol, en la que se fotografió con el tenor de 78 años y destacó el apoyo que, según ella, recibió ese día de la gente.
Ahora, sin embargo, ha dicho en una entrevista en televisión que “hay que separar al profesional de la persona” y que es “una lástima” la cancelación de sus actuaciones pendientes. “Que le cierren la puerta de teatros de todo el mundo es una gran pérdida para todos en la música. Ha sido admirado por su trabajo y el talante que siempre ha mostrado”, ha continuado la edil.
Otros políticos que también le cubrieron las espaldas fueron los diputados de Vox, Carla Toscano y Hermann Tertsch, en Twitter. La primera aseguró que “la tiranía del MeToo y del feminismo se quieren llevar por delante a una nueva víctima con acusaciones imposibles de probar después de 30 años”. El segundo, directamente, ironizó comparando a “la secta de la Cienciología” con las mujeres denunciantes.
Se les unió el asesor de Rocío Monasterio (Vox) en la Asamblea de Madrid, Bertrand Ndongo, ratificando que el caso del tenor “no tiene nada que ver con el de Weinstein” y que estaba sufriendo “los efectos de una moda oportunista”. Pero también José Guirao, ministro de Cultura depuesto por Pedro Sánchez, declaró que “las denuncias anónimas no me gustan” porque se corre el riesgo de caer en “la pena de telediario”.
Del PP, la diputada Cayetana Álvarez de Toledo argumentó tras la investigación de AP que no se había publicado nada que “justifique el histérico linchamiento a Plácido Domingo”. Le acompañó el senador y exportavoz popular Rafael Hernando alegando que “el puritanismo revisionista se está convirtiendo en el Macarthysmo de hoy”.
La formación ultracatólica HazteOír llegó a pedir a los partidos de “centroderecha” madrileños que plantasen cara “al extremismo feminista” y a impulsar una recogida de firmas en contra de un “linchamiento totalitario”.
Todo esto ocurrió antes de que Plácido Domingo pactara entrevistas en dos medios nacionales en las que apenas se le preguntó sobre las acusaciones y en las que pudo decir que lo que él hizo fueron gestos “de galantería” que hoy se perciben de manera “muy diferente”. Así lo expresó en sendas entrevistas concedidas a El Confidencial y ABC medio año después del “furor”, como él mismo denominó a la denuncia pública.
ABC le dedicó la portada del 30 de noviembre a aquel encuentro y tituló: “Fui acusado, juzgado y sentenciado de golpe sin el mínimo beneficio de la duda”. El Confidencial, por su parte, lo hizo tildando de “escandalera mediática” el caso y destacando la frase: “He sido galante pero siempre en los límites de la caballerosidad”.
En El País, el periodista Rubén Amón publicó un artículo de opinión defendiendo sin declaraciones la “demolición” de la imagen de su amigo. Ahora, Amón asegura que no se arrepiente pero que “la decepción es proporcional”.
Mientras tanto, compañeros y compañeras de profesión avalaban su credibilidad. Norma Duval apostó por que el tenor denunciase él mismo el acoso mediático. Las sopranos Pilar Jurado y Ainhoa Arteta definieron “lo de Plácido Domingo” como “una caza de brujas” y la segunda se preguntó “¿qué hay de malo en que a un hombre le gusten las mujeres?”. También Paloma San Basilio incidió en que el cantante “siempre fue un caballero, un gran compañero y un generoso artista, de los que no abundan”.
Más allá fue el dramaturgo catalán Albert Boadella, que criticó a una de las denunciantes por no propinarle “un guantazo como cualquier mujer sensata que no desea ligar” y más tarde añadió que “las manos de un macho no están para estar quietas precisamente” porque “de lo contrario los humanos no existiríamos como especie”.
Sin embargo, de todas las defensas quizá la más importante haya sido la del Teatro Real, que ha mantenido las actuaciones de Plácido Domingo previstas para mayo hasta el final declarando que querían leer “la letra pequeña” del informe del AGMA. Es más, se les ha adelantado el propio tenor al cancelar las representaciones de La Traviata aprovechando el momento para matizar sus disculpas.
“Sé lo que no he hecho y lo negaré nuevamente. Nunca me he comportado agresivamente y jamás he hecho nada para obstruir o perjudicar la carrera de nadie”. En cambio, en el comunicado del martes, expresó: “Entiendo que algunas de esas mujeres pudieran tener miedo para expresarse honestamente porque les preocupaba que sus carreras se vieran afectadas”.
Quizá su mensaje aliente otra vez el reguero de la duda hacia las víctimas y de alegatos a favor del cantante, que ha anunciado que no piensa retirarse de la vida artística aún. Y por muchas investigaciones y acusaciones que salgan a la luz, mientras haya puertas abiertas como las del teatro Real y ejércitos de paladines que no vuelvan su espalda, así será.
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