Daniel Monzón: “Tratar la inmigración en la película habría sido frívolo”
Daniel Monzón fue uno de aquellos soñadores que manifestaban su amor al cine a través de una reseña periodística. Ahora, al otro lado de la trinchera y sin poder escapar del recuerdo constante de Celda 211, se atreve con un proyecto con aromas a superproducción sobre el trapicheo en El Estrecho. La película se asoma con fuerza tras un complicado proceso de cocción de cinco años y con el respaldo del Rey Midas de la producción en nuestro país, Mediaset.
El Niño refleja una realidad que ha resultado ser todo un filón cinematográfico, pero quizá demasiado ambicioso. Con dos escenarios convulsos, como son Gibraltar y la frontera ceutí, la película apenas ahonda en otro tema que se aleje del contrabando. Su director habla de esta y otras decisiones, y desvela las complicaciones de rodar una película española de gran presupuesto en el desalentador contexto de nuestra industria.
¿Es peor enfrentarse a los fanáticos de Celda 211 o a los detractores? Celda 211
Pienso que si la gente que vio Celda 211 y la disfruto se entera de que el mismo director y su equipo han hecho otra película, tendrá ganas de ver la siguiente. Siempre me dicen que si he sentido el peso de la responsabilidad al estar el listón tan alto, no sé si con el efecto de ponerme nervioso, angustiarme o paralizarme. Pero intento no entrar en ese terreno, sólo busqué otro asunto que a mí me apasionaba y me olvidé de si se estaba esperando una cosa extraordinaria.
Es cierto que ante las primeras proyecciones entra inquietud porque es un proyecto que he mimado de una forma muy meticulosa. Yo estaba muy orgulloso de la película, pero ahora creo que he cumplido con las expectativas.
Celda 211 retrataba la corrupción humana de forma bastante reivindicativa, ¿hasta qué punto ha querido repetir la fórmula en El niño?Celda 211El niño
Esta última hace un retrato de la red de narcotráfico en El Estrecho y atiende a los dos lados, el de la ley y el de la no-ley. La película presenta un tapiz coral de personajes pero no los juzga, deja que sea el espectador el que saque sus propias conclusiones. Escogimos de escenario una tierra dedicada al contrabando desde hace siglos y mostramos las opciones morales, tanto de un bando como de otro, ante la tentación.
¿Qué tiene Luis Tosar para recurrir a él en papeles prácticamente opuestos?
Trabajar con Luis siempre es un placer enorme. Y si quiere repetir conmigo, yo contaría de nuevo con él aunque fuese para rodar Mujercitas. Le pondría unas faldas y una peluca y sé que lo haría estupendamente bien porque es un actor extraordinario. En El niño ha trabajado de forma completamente distinta a Celda 211, porque ha creado un personaje con el que jugar a través del detalle y la sutileza.
Nosotros teníamos interés en hacer un retrato veraz de la policía porque es un estrato muy delicado, y en la ficción española hay una tendencia a presentarlao con un aire sainetesco, con un humor -desde mi punto de vista- bobo. Y hay otras veces que, para evitar ese tono bufonesco, se recurre a una importación de modelos norteamericanos, a una épica que tampoco me llego a creer. El personaje de Luis es algo obsesivo, lo podría haber llevado de una forma más gruesa, más le grand gignol y, sin embargo, se decantó por los detalles intensos pero humanos. Pero cuando trabajo con Luis casi soy más espectador que director, me siento a disfrutar.
Y después de esa tranquilidad que le da Tosar, ¿qué ha supuesto descansar el grueso de la película sobre un actor joven y sin experiencia [Jesús Castro]?
El proceso de casting fue duro, vimos a más de 3.000 chicos pero al final tuvimos la gran fortuna de dar con Jesús Castro. Es un tipo con un aura, carisma, mirada, con esa forma de caminar, de hablar y de escuchar, que es oro para el cine. Era una estrella, aunque él no lo supiese.
Por lo que la carga de riesgo que conllevaba, al aparecer alguien de la capacidad y el magnetismo de Jesús, se esfumó por completo. Todo ese proceso, que al principio me daba bastante vértigo por no encontrar a nadie adecuado para el papel, tomó forma y vi que las decisiones habían sido las correctas. Aunque fue todo un año de ensayos, tuvimos que entrenarle muy bien.
¿Por qué asumir ese riesgo?
Es un enorme riesgo, pero lo vi claro. Cuando bajamos al sur para escribir el guión nos documentamos, no solo hablando con las fuerzas del orden, sino también con los 'gomeros'. Son delincuentes que pilotan las lanchas que llaman 'gomas' para transportar hachís entre Marruecos y España. Conocimos y hablamos con bastantes de ellos porque yo quería hacer algo de carácter documental, me apetecía.
Y para ello tenía que buscar a alguien de la zona, que tuviese ese acento, esa gracia y que comprendiese qué estaba pasando. Y, aunque evidentemente Jesús Castro nunca fue 'gomero', conoce el problema y tiene a gente cercana que sí lo ha sido.
Se han citado en numerosas ocasiones las referencias con El Nene, ¿son ciertas?El Nene
Eso surgió por una mera confusión con el título, pero es un bulo que salió por Internet. Hablamos con bastantes 'niños' o 'gomeros', algunos que trabajaron en los 80 y acabaron en la cárcel, y otros que lo hacían actualmente. Así que nos documentamos a partir de todos esos testimonios porque la película está claramente basada en la realidad. Es curioso porque nada es inventado. Tanto la parte policial como la del narcotráfico surgieron en el guión a raíz de todo lo que nos contaron sus protagonistas.
Concretamente de este personaje, El Nene, supimos al llegar al Estrecho, pero nunca le conocimos ni tuvimos un trato directo con él. La película es mucho más ambiciosa que el biopic de este hombre, pretende ser un retrato coral de lo que sucede.
La película tiene como escenario dos zonas muy ligadas a la actualidad, Gibraltar y la frontera de Ceuta y Melilla, ¿cómo vivió el conflicto de allí durante el rodaje?conflicto de allí
Curiosamente era un material virgen, nunca había sido retratado por el cine y estaba ahí pidiendo a gritos que alguien lo contara.
En El Estrecho hay miles de historias que retratar, como las del tráfico humano, la inmigración o las pateras. Evidentemente yo no podía abrazar eso porque hubiera sido casi frívolo tratarlo de soslayo. Pero hay una parte de la película que sí se rodó en plena frontera de Ceuta, y es sobrecogedor mostrar cómo miles de personas cruzan diariamente portando bultos y matándose al sol para ganar apenas unos euros. Es una zona de contrastes brutales donde, además, hay un conflicto humano de una envergadura monumental. Este es un problema complejo que la película no resuelve.
Tras haber recibido propuestas Hollywood, ¿qué le mantuvo ligado al cine español pese a la actual situación?
Algunas de las propuestas que recibí eran superproducciones donde me sentía como una pieza más dentro de un gran mecanismo, y yo tengo que sentir que puedo decidir sobre la película. Esta es mi lengua, esta es mi cultura y quiero seguir haciendo cine aquí. Lo que querían que hiciese para conseguir el presupuesto necesario era rodar en inglés, lo que no tiene ningún sentido. Traer actores ingleses o americanos era un despropósito, porque lo interesante no es hacer un émulo del cine de fuera, sino hacerlo del nuestro. Esto provocó que nos tuviésemos que ceñir a un presupuesto infinitamente más reducido.
La película ha tenido una meticulosa labor de planificación de los fondos. He invertido cinco años de mi vida para sacar adelante El Niño en las condiciones que quería. Toda la industria está sufriendo y, aunque yo no creo en las teorías de la conspiración, veo que no se está echando una mano, más bien lo contrario. Se están poniendo palos en los radios de las ruedas que tienen que girar.
A pesar de ello, quiero seguir haciendo cine en España porque los equipos aquí son de gente profesional, entregada y apasionada. Y aunque se diga que a la gente no le gusta el cine español, cada año veo un puñado de películas que llenan las salas, sin ir más lejos como el fenómeno de Ocho apellidos vascos. Creo que este va a ser un gran año, ya no tanto a un nivel comercial como de calidad. Para mí la salud del cine español es eterna.
¿Incluso con la congelación de la desgravación fiscal?desgravación fiscal
Yo preferí entregar mi vida durante cinco años y luchar en cuerpo y alma para rodar El Niño en España, porque esta es mi cultura y este es mi país. Pero también digo que hay una cierta ceguera, porque el cine no es sólo una industria que da de comer a la gente que se dedica a ella. El rechazo de la propuesta de una mayor desgravación fiscal lo que hace es dejar de atraer proyectos que implicarían cientos de millones de dólares de beneficio para nuestro país. Resulta un poco ciego no tener sensibilidad hacia un hecho tan obvio.
Además del idioma, ¿qué dificultades encontró al presentar el proyecto?
El tema del idioma y el presupuesto fue el mayor escollo, porque realmente no hubo ningún tipo de censura en todo lo que quisimos contar por parte de la producción. La mayor dificultad fue que yo me empeñaba en rodar en sitios reales donde nunca había entrado una cámara, como en las fronteras de Gibraltar y Ceuta, o en barrios vetados incluso a la policía. El haber rodado allí le añade un poso casi antropológico a toda la película, fue un viaje apasionante y espero que también lo sea para el espectador.
Y hablando de productores, ¿qué importancia tiene para el cine actual el respaldo de una cadena de televisión?respaldo de una cadena de televisión
El cine americano dedica casi la misma cantidad de dinero en sus presupuestos a la promoción que a la producción. Esta es una de las grandes asignaturas pendientes que tiene el cine español ya que nuestros presupuestos son mucho más reducidos y se dedican enteramente a la película. Es curioso porque, pese a que nosotros jugamos en casa, al cine americano se le regalan la mayoría de nuestras pantallas y se le regala nuestra lengua. En Francia hay un dinero de cada entrada de cine norteamericano que se destina a un fondo para hacer películas autóctonas. Así no tendría que salir el dinero de un presupuesto estatal, pues eso implica que prácticamente no sale de ningún sitio.
Por lo que contar con un respaldo, en este caso como el de Mediaset, es casi la única posibilidad de que una película pueda llegar con la misma contundencia que una producción estadounidense. Es fundamental para tener un éxito digno.