“He trabajado con grandes sellos que no saben de música, sino de negocios”

  • Zahara arrancará este carrusel de conciertos en Ciudad Real y cerrará la etapa otoñal en Madrid, el 18 de diciembre

Descríbeme Santa sin decir que es tu álbum más íntimo ni el más personal. Zahara se ríe espontánea en un café de Madrid mientras bebe agua para quitarse esa sensación “pastochicle”. Como en un peregrino juego de las sillas, la cantante cambia de posición en cada entrevista cediendo ante los deseos de la luz, las cámaras y los periodistas. Retocamos unos detalles del decorado y ya está lista para el siguiente asalto. “Es mi trabajo más completo”, califica, tras mucho pensar, el disco que se alzó en abril con el bronce de ventas en España. Más tarde descubriremos por qué.

La tarde deja en penumbra el local que pronto se antoja como un salón de casa gracias a una charla distendida. Sin embargo, los temas planteados no son en absoluto livianos. La dictadura de los grandes sellos discográficos, la arcaica fórmula de la radio y el techo de cristal para la mujer en la industria musical son los tres pilares de la conversación. La coterránea de Supersubmarina tiene poderosas opiniones, incluso sobre ellos y el boom de los grupos masculinos en el indie español.

Con tres discos a su espalda, esta jienense se ha convertido en una presencia clave en festivales con superávit de reyes del pop y déficit de reinas. Pero no todo han sido tragos dulces para Zahara. Sudor, dinero perdido, la integridad de un disco vendida a Carlos Jean y su presencia en la banda sonora de una película de dudosa calidad, son las rémoras de una de las carreras de obstáculos más duras: la musical.

Este último disco ha sido publicado bajo tu sello G.O.Z.Z Records, ¿con qué se paga esa libertad?

Se paga encantada. Tienes que ahorrar, pedir a tu familia, al banco y conseguir dinero de debajo de las piedras. Pero al final merece la pena tener el control de tu carrera y de tu promoción. El resultado tiene que compensar todo el esfuerzo invertido, y no es nada fácil.

Una cosa es sacar tu propio sello y otra distinta es la parte burocrática. Hay que darse de alta en un montón de lugares que no sabes ni qué son. De hecho, mi discográfica se iba a llamar Godzilla en un primer momento y acabó como G.O.Z.Z por un problema de patentes.

Pero en esta odisea, las horas sin dormir y los dolores de cabeza son una maravilla cuando comparas el trabajo y te das cuenta de que con una multinacional no lo habrías conseguido.

Siempre aludes a tus inicios, algo amargos, en una discográfica de la talla de Universal, ¿cercenaron tus aspiraciones artísticas?

Cada gran sello es un mundo, por lo que no podría hablar en general. En Universal trabajé con personas que no sabían de música, sino de negocios. Son tiburones expertos en intimidar. Cuando me armaba de valor para señalar mi punto de vista en una reunión, normalmente se me concedía todo lo que pedía. Eso sí, de palabra. Porque al final siempre se hacía lo contrario a mis propuestas.

Ese es el modus operandi de una gran discográfica. Es como un dinosaurio lento y torpe, pero imponente. ‘Vamos a hacer el disco que tú quieras, Zahara’, me decían, cuando lo que intentaban era adoctrinarme sobre lo que me tenía que gustar. No hay actitud más imperialista que la que te impone lo que vas a sentir.

¿Crees que por eso captan a tantos proyectos de estrella teen adolescente?teen

Totalmente. De hecho, lo primero que me dijeron al entrar por la puerta fue que no necesitaba un manager. Creo que no hay mayor evidencia del control que quieren ejercer sobre ti.

También hay un perfil de artista que funciona muy bien con estos grandes sellos. Los que prefieren un sistema a gran escala que domina a los medios influyentes, pero donde terminan siendo solo piezas de un engranaje repetitivo. En cambio, cuando quieres hacer algo nuevo y diferente a este sistema, ya no saben cómo venderlo. Y ahí empiezan las complicaciones.

Uno de tus productores en Universal fue Carlos Jean, padrino del pop naïf. Y estilo de la película Tres metros sobre el cielo. ¿Cómo ves desde la distancia tu participación en la BSO?Tres metros sobre el cielo.

En su momento me hizo mucha ilusión que el director -Fernando González Molina- quisiese utilizar dos canciones en la película. Es una manera de medir el crecimiento, no por la ‘calidad’ del proyecto sino porque mis temas sonaban fuera de los discos. Obviamente no es mi película favorita. La fui a ver cuando España jugaba la Copa Mundial de Fútbol para estar sola en la sala y que no me reconociese nadie. ¡Qué vergüenza!

Pero algún conocimiento te llevarías de aquella etapa...

Muchos. Tantos, que no creo que vuelva a tratar jamás con un sello internacional. También he aprendido que necesito un buen manager que vele por mí.

Por ejemplo, en el desarrollo de Santa hemos hablado con varias discográficas y he notado esta madurez durante las charlas. Y aunque eran muy diferentes a Universal, no me interesaron sus ofertas. El precio de negociar tu creatividad a cambio de dinero es demasiado alto.

Esa creatividad se simboliza en Santa con sonidos nunca antes escuchados en tu discografía, ¿tendemos a estancarnos en la zona de confort?Santa

Nos da un miedo terrible salir de ella. Por ejemplo, Ultraviolence de Lana del Rey está lleno de referencias cinematográficas que van más allá del pop. Nos evoca las míticas bandas sonoras con ese uso de grandes conjuntos de cuerdas e innova sin ningún tipo de pudor. Mientras, en España, nos obligan a encajar dentro de un género reconocido y reconocible. Los grandes medios, o incluso algunos pequeños, no se quieren pringar y dar la oportunidad a algo que quizá no funcione.

Esto no ocurre solo en la música, también en el cine y las series. Aunque al gremio creativo de este país le da miedo salirse de lo establecido, siempre hay valientes que lo intentan. Con este último disco he querido dar un paso hacia esa dirección. Me he apoyado en la música que yo escucho y en probar con aquellos inventos que en su día deseché por ser tan distintos que podían no gustar a nadie. Ha llegado el momento de quitarnos los tapujos y las vergüenzas.

Además de no cuajar en los medios, ¿cómo llevas el miedo a perder a los seguidores de los anteriores discos?

Ese miedo existe. Pero los fans que han crecido conmigo estarán en un momento en el que apetece algo distinto. Cuando empecé tenía 25 años y si ahora les diera lo mismo que hice entonces no creo que les gustase. Además de que la esencia se mantiene en los tres discos. Quizá un poco menos en el primero que salió con Universal. En La fabulosa historia de… se metieron tantas manos que la mía quedó diluida entre todas las opiniones ajenas.

Pero La pareja tóxica -segundo álbum- y Santa comparten la manera más íntima de hacer canciones. Es cierto que en este último integramos muchos elementos técnicos, pero por una razón puramente práctica: comparados con la guitarra, los sintetizadores ofrecen un mundo inabarcable de sonidos. Tiene una variedad emocional de la que carece el anterior, que es deprimente. En Santa juego con paisajes variados como el enamoramiento, la amistad, la traición o la venganza.

La honestidad es lo que al final engancha a la gente y yo no he podido ser más franca. Aunque algunos se van y no pasa nada. Ya vendrán otros, hay sitio para todos.

Como presencia clave en el cartel de los festivales de verano, ¿a qué se deben las carencias femeninas frente al boom de las bandas masculinas?boom

Este año había días en los que era la única chica que tocaba. Existe un techo invisible que nos impide a veces dar el paso. Hay muchas profesiones que han estado monopolizadas por el género masculino donde no gustó mucho cuando entraron las mujeres, así que en un principio se nos relegó a tareas discretas.

En el mundo musical es mucho más sencillo que cinco colegas se junten para tocar que cinco chicas decidan montar un grupo. Pero porque primero está el propio complejo de las mujeres heredado a través de generaciones. Creo que tiene que haber un cambio de actitud general. El problema de las mujeres es que les cuesta dar el paso, porque no está normalizado, y el de los hombres es que no lo facilitan. Algo que queda demostrado en los festivales. De veinte personas que curran en un escenario entre ingenieros de luces y sonido, técnicos de monitores, asistentes y músicos, solo una es mujer. Como ves, la inmensa mayoría son hombres.

Y, por desgracia, vivimos en una sociedad en la que se nos ha inculcado el rechazo a trabajar rodeadas de hombres. Aunque esta situación se está normalizando en el transcurso de los años, aún existen mujeres que no se sienten cómodas en un ambiente así. Es por esto, aunque sea una visión radical, por lo que creo que estamos ante este boom de presencia masculina en la música.

Y por último, ¿hay esperanza para esta música más allá de Radio 3?

Hay programas, como en La Ser, que no son musicales pero que utilizan buena música para sus cortes o introducciones. Pero en la radio especializada no, porque no interesa. Y creo que es un problema para ellos. Si una emisora como los 40 principales prestase atención al potencial de Vetusta Morla, Supersubmarina, Iván Ferreiro o Miss Cafeína, creo que ganaría en audiencia. Esos artistas son los que llenan las grandes salas del país. Esos Lori Meyers, esos Izal. Si dedicasen un programa a este tipo de música romperían muchos prejuicios.

Porque programan una mierda, con perdón. ¿Esa es la música que quieren vender a día de hoy? ¿Techno a las ocho de la mañana y Antonio Orozco y Pablo Alborán por las tardes? Cada vez que escucho estas cadenas en el fisio me dan ganas de tirarme por un puente. Así que de momento nuestra esperanza está en plataformas como Spotify.