De librar la muerte en el mar a procesos burocráticos interminables: las historias de los senegaleses que viven en Asturias
Luis tiene 21 años y está sentado sobre unas piedras en el patio central de su barrio, al lado de su madre, cerca de sus hermanas, y junto a un vecino aún más joven que él, con sus sobrinas haciendo los deberes escolares sobre una alfombra en el suelo. Trabaja construyendo un hotel en la otra punta de su pueblo, Palmarin, en el área turística de una zona pegada al mar, repleta de europeos, sobre todo franceses, que van a Senegal a disfrutar de su calor en invierno, sus paisajes, la amabilidad y su tranquilidad.
Su madre, sexagenaria, también trabaja. Limpia casas de quienes puedan permitirse ese servicio. Gente extranjera, normalmente, que son quienes tienen el dinero en un país como Senegal, donde la riqueza está en manos foráneas de una manera chocante (incluidas las empresas que, gracias al Gobierno de España, tienen muy buenos contratos con el Gobierno de Senegal para poder pescar gran parte de los peces de su territorio, dejando a la gente local sin opciones laborales). Su hermana, divorciada y con hijos, vende ropa y perfumes. Su otra hermana no trabaja porque tiene una bebé recién nacida, pero su marido, que trabaja en la marina y pasa poco tiempo en casa, también hace su aportación económica a la familia de su pareja. Con todo esto, con tanto trabajo todos los días, esta familia no tiene para vivir una vida cómoda. No holgada, solo una vida sin estragos diarios para poder cubrir las necesidades básicas.
Viven en una casa de latón de dos estancias con escasos muebles para dormir y guardar cosas. Es una casa prestada por un familiar que, si la necesitase para él, podría echarlos. Los techos tienen agujeros enormes que son un problema insoportable en la época de lluvias. Las comidas del día son escasas y muy básicas.
Trabajando ocho o nueve horas al día, seis días a la semana y con más fuentes de ingresos, Luis no tiene un salario suficiente para que su familia pueda llevar a cabo una vida sin ahogarse en gastos corrientes, básicos y necesarios. Unos meses antes de contar su historia desde el patio de su casa, se echó al mar. Una noche se subió a un cayuco para poder llegar a España. La desesperación de ver a su familia estancada en un interminable estrés económico sin fin lo llevó a jugarse la vida. Y casi la pierde junto con decenas de jóvenes. Su cayuco acabó a la deriva en el Atlántico y amaneció un día en Cabo Verde. No perdió la vida, pero sí los 500 euros que había pagado por migrar a España en busca de un trabajo con el que poder ayudar a su familia, y que acabaron siendo gastados para pasar días de estrés y angustia, también para su familia, sin recibir noticias de él. Cuando las autoridades lo descubrieron en Cabo Verde, lo deportaron de vuelta a Senegal.
Si Luis decidió gastarse ese dinero que no tiene en un viaje tan peligroso, en vez de pagar 150 euros en un vuelo de Iberia Dakar-Madrid de unas pocas horas, es por la imposibilidad de acceder a visados para entrar en España de manera regular. Es la única explicación a lo que se ha bautizado como inmigración ilegal: que no quedan alternativas legales para mudarse de país. Personas de su familia gastaron mucho en esta esperanza. Y lo han perdido. Siguen trabajando, como lo han hecho siempre. Al menos, Luis no ha perdido la vida.
El Colectivo Caminando Fronteras publicó para concluir este 2024 que 10.457 personas han muerto en su intento de migrar a España en 2024, el año más mortífero. Según el recuento, 30 personas han muerto cada día tratando de llegar a las costas españolas. Y muchas de estas personas partieron de Senegal. ACNUR afirmó este año que este año la Ruta Atlántica es la más mortífera para migrar.
Tras el mar, si se consigue cruzar a salvo, llega el siguiente escollo… la burocracia en España.
Historias desde Asturias
Pasar 12 horas sobre un bote en el mar, toda la noche, pescando o intentando pescar los pocos peces que el gobierno de tu país te permite pescar. Una normativa existente, creada por unos grandes acuerdos comerciales que tiene Senegal con España, Francia y Portugal, no te permite aprovechar los peces que hay en el mar frente a tu hogar, más que los más cercanos a la costa. Trabajar para, por la mañana, vender la pesca conseguida y embolsarte un par de euros: dos euros que llegarán a las manos de cada persona que faenó toda la jornada. En un país en el que una simple docena de huevos, vale más o menos como en España. Más de esos dos euros.
La vida en Senegal no es barata. Es un país con muchos recursos, pero que no están en manos de la ciudadanía.
Ver que tanto trabajo nunca da para pagar los costos básicos de tu vida, para apoyar a tu familia, para pagar los estudios de tu hermana o una consulta médica de tus padres. Y una noche decidir adentrarse en el mar, pero ya no para pescar. Y pasar días enteros en el mar que estás acostumbrado a surcar de donde salen pocos peces, para probar suerte, con cientos de personas más, de llegar a un lugar donde poder encontrar un lugar donde trabajar.
Quien cuenta su vida sobre las olas del Atlántico, trabajando primero y luego migrando, es Gallame. Lo relata desde la terraza de una cafetería en el pueblo asturiano de Sotrondio. Llegó a Canarias hace unos meses, luego a Sevilla y, ya en la Península, decidió venir a Asturias, porque aquí vive su tío, un hombre que llegó en 2006 y lleva viviendo aquí desde entonces.
Gallame decidió migrar aun sabiendo que muchos jóvenes pierden la vida en el mar. Su padre se murió, a comienzos de 2023, su madre trabaja largas horas vendiendo pescado, su hermano ha estudiado en la universidad y sí tiene un buen empleo, aunque eso no siempre asegura un salario holgado. El joven sabe que conseguir un visado para volar a España o a otro país de Europa es algo prácticamente imposible, por las trabas burocráticas impuestas desde España a la inmigración desde Senegal, y que la vía que existe para llegar aquí es jugarse la vida en el mar. Gallame viene de una localidad, Fass Boye, desde donde salió una embarcación en verano de 2023 y nunca apareció: al menos 60 personas de este pequeño municipio murieron ahogadas. Conocía los peligros, pero la desesperación de poder apoyar a su familia fue mayor al miedo a un mar que lleva surcando cada noche desde que tiene 16 años.
Ha logrado pedir asilo (un derecho que las personas tienen, pero que cada vez es más difícil realizar esta solicitud en Asturias y España en general por una serie de problemas técnicos y burocráticos), pero ni aun con ese papel que acredita que está en España regularmente con todos sus papeles a la espera de su respuesta, recibe algún tipo de ayuda financiera. Decidió solicitar esta protección internacional, no solo por tener un documento que le permita vivir de manera regular en España, sino por un problema que tendría en su país de origen en caso de ser deportado. Un permiso de trabajo tarda muchísimo más en llegar. Gallame tiene la suerte de tener un tío muy cercano en Asturies que le ha dado cobijo en una casa.
Del bulo de la extrema derecha de que los migrantes, nada más llegar a España reciben muchos euros en ayudas, a la realidad: es muy complicado recibir un apoyo algo y, cuando eso sucede, es una cantidad básica para ir saliendo adelante.
Convulsión política que ha sacado a Senegal de la tranquilidad
En los últimos años, Senegal también se vio envuelto en polémicas de su ahora expresidente, Macky Sall: 2023 fue un periodo de grandes protestas por los abusos en el poder del anterior mandatario y este año 2024 estuvo marcado en el país africano por el cambio de gobierno, después de un tiempo de incertidumbre que trajo mucho estrés.
Senegal es un país tranquilo y pacífico y con una democracia de décadas que es considerada como una de las más estables de África. Toda la incertidumbre política, marcada por encarcelamientos a los que decidieron protestar contra las decisiones de Macky Sall, sumado a la perenne precariedad, explican dos de las principales causas por las que estos últimos años tantas personas han salido desde Senegal por mar.
Moussa explica desde Xixón que se pasaba los días trabajando sobre un autobús sorteando el tráfico de la gran ciudad de Dakar, gestionando el volante de los viejos autobuses donde la gente encuentra una forma de moverse. En todo el mes, trabajando unas 10 horas diarias, seis días a la semana, su sueldo no llegaba a los 150 euros.
Moussa está en un piso de acogida de APIA, una organización que lleva años en Asturias haciendo mucha labor, como ofrecer un espacio donde vivir a personas en situaciones de vulnerabilidad, con recursos muy limitados. Cuenta su recorrido acompañado por otros tres chicos muy jóvenes que discretamente comparten sus historias: muchísimas horas de trabajo, poco dinero, algún familiar en una situación desesperada por problemas de salud. En ocasiones, miedo a represalias en el pasado, porque, cuando gobernaba el anterior presidente, muchas son las personas que decidieron salir a la calle a protestar contra lo que no consideraban justo y eso derivó en encarcelamientos.
Senegal no es un país sin medios. Tiene muchos recursos naturales (sobre todo muchísimo pescado) y minerales. Y también muchos acuerdos comerciales que permiten a empresas de países extranjeros, como españolas, pescar la mayor parte de los pescados que tiene el mar de las costas de Senegal.
“Es como una carrera de obstáculos”
Sergio ya lleva cerca de tres años en Asturias. Ese no es su nombre real, pero se ha bautizado como Sergio porque es un nombre que se parece al suyo real y porque dice que le gusta como suena. Los otros chicos están recién llegados a Asturias y eso los tiene estresados en la incertidumbre. Saben que van a pasar muchos años hasta poder volver a ver a su familia, saben que les espera años de largas esperas para poder tener unos documentos que les permitan trabajar y poder apoyar económicamente a sus familiares, que les espera un laberinto burocrático para llegar a regularizar su situación, muchas veces plagado de injusticias, que espera precariedad financiera mientras tanto. Lo saben porque desde que llegaron a Asturias han podido conocer a mucha gente que lleva ya unos años aquí.
También conocen a otras personas que se han ido a trabajar a los campos del sur de España. Cuentan que a sus amigos les gustaba Asturias pero, ante la dificultad de lograr un trabajo en esta tierra para las personas que no tienen papeles, se acabaron yendo a Andalucía, donde es ampliamente conocido que hay jornaleros que utilizan la mano de obra de inmigrantes que no tienen documentos, con salarios precarios.
Sergio ya ha pasado esos años de incertidumbre, ha podido estudiar y está haciendo todo el proceso para poder trabajar pronto. Le encanta Asturies y le gusta que la gente sea muy amable. Sonríe aliviado contando su historia, con la esperanza de pronto poder sortear todos los siguientes escollos burocráticos para lograr trabajar. Covadonga Carreño, como portavoz de APIA, nos cuenta que todo el proceso para regular la situación en Asturias y en España “es como una carrera de obstáculos”. Sergio, tras más de dos años en España ya ha superado varios de ellos. Lo último que ha hecho ha sido estudiar carpintería y ahora está a la espera de poder trabajar como carpintero.
Hay una nueva fórmula desde 2022 para conseguir regularizar la situación en España. El arraigo por formación es una figura de reciente creación incluida en el Real Decreto 629/2022. En este caso, explica Covadonga Carreño que si llevas dos años empadronado y demostrando una estancia continuada en el país, y presentas un curso que quieras hacer, que cumpla unos requisitos como unas horas mínimas de formación, puedes obtener un permiso de residencia (no de trabajo), que permitirá que vivas en España de forma legal para hacer el curso. Se llama permiso de arraigo por formación. Y para este permiso hay que presentar que no tienes antecedentes penales en tu país de origen (como para la mayoría de documentos). Al acabar este curso tienes la opción, dentro del mismo año que contempla el permiso, que si encuentras un trabajo que tenga directamente que ver con el curso que hiciste, puedes obtener un permiso de residencia y trabajo para seguir en España de forma regular otra temporada más.
Como explica Carreño, no sirve que hayas estudiado pintura y alguien quiera contratarte como camarero en una sidrería… tiene que ser de tus estudios. Y eso se traduce en un proceso todavía más largo.
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