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Joke J. Hermsen: “La nostalgia significa sentir dolor por una patria que no existe”

'El cisne amenazado', Jan Asselijn (1650). Heritage Image Partnership Ltd./ Alamy Stock Photo

Francesc Miró

En 1650, Jan Asselijn pintó un cisne en una charca sin saber que la obra se convertiría en uno de los cuadros más célebres de la historia del barroco holandés. En él, vemos al ave en posición amenazante ante un perro que nada precariamente en aguas turbias. No se ve intención agresiva en el can, pero el cisne parece reaccionar para proteger unos huevos a su espalda.

Resulta que el nido simboliza la Holanda del XVII. El ave representa a Johan de Witt, gran pensionario de la región más poderosa de los Países Bajos y uno de los políticos más influyentes del país. Y el perro, descrito en el cuadro como 'enemigo del Estado', no es otro que Guillermo III de Orange.

En 1672, Holanda fue invadida por Francia con el beneplácito y el apoyo de este último, rey de Inglaterra e Irlanda. Guillermo III, entonces, acusó de alta traición al Johan de Witt, que fue linchado junto a su hermano por una muchedumbre enfurecida en la Haya, donde ahora se asienta el principal órgano judicial de las Naciones Unidas.

El cisne amenazado, pues así se llama la composición de Asselijn, tiene sin embargo otro significado aplicable a la actualidad. Según explica la filósofa Joke J. Hermsen a eldiario.es “este lienzo muestra maravillosamente cómo la melancolía puede convertirse en miedo y furia”. Por eso lo utiliza como punto de partida y lo ha elegido como portada de su último ensayo: La melancolía en tiempos de incertidumbre.

El peligro de la melancolía hoy

“La melancolía puede ser inspiradora, pero también peligrosa. Hoy mucha gente se siente amenazada y reacciona con ira si cree que alguien ofende a sus tradiciones, su cultura y su país”, argumenta Joke J. Hermsen. Esta doctora en Filosofía ha sido galardonada en su país por sus ensayos sobre arte contemporáneo y literatura. El que nos ocupa es su primer libro en español, traducido por Gonzalo Fernández Gómez y publicado por Ediciones Siruela.

“Este ensayo nace por dos grandes razones”, cuenta la filósofa holandesa a este periódico. “Una parte de un modesto análisis social: en nuestra moderna sociedad occidental no existe hoy demasiado espacio para lidiar con la tristeza, las malas noticias, la decepción o el dolor. Lo hemos escondido cada vez más. Decimos que estamos bien y que todo va bien porque no tenemos tiempo para pensar si va mal”.

“Pero la segunda razón, más importante aún, fue un libro escrito por Trudy Dehue [catedrática de Psicología y Filosofía Científica de la Universidad de Groninga], llamado De Depressie-epidemie [La epidemia de la depresión], que hizo una larguísima investigación cuyas conclusiones no eran nada alentadoras y me hicieron pensar”, reflexiona la autora. 

“Mi hipótesis es que la melancolía, como defendían algunos filósofos griegos, es constitutivo de lo humano”, explica. “Es un sentimiento que nace, por decirlo de algun modo, de la consciencia del discurrir del tiempo y la asunción de que todo, absolutamente todo, perece o perecerá ante nuestros ojos”, argumenta. “Está en nuestra naturaleza reflexionar sobre el paso del tiempo y, en ocasiones, anhelar algo que ya no tenemos”, llámese juventud, pasado, infancia, patria o lo que fuere. 

Ocurre que, según Aristóteles, la melancolía se puede convertir en otra cosa distinta cuando existe una carencia de ataraxia. Se entiende por este término el estado que produce la paz de espíritu, la falta de inquietud y la serenidad. Algo que a todas luces escasea en nuestra sociedad.

Make Melancholia Great Again

Make Melancholia Great AgainImaginemos por un momento que el nido del cuadro de Asselijn con el que abrimos fuese una idea de país, de raza o de tradición. Imaginemos que el perro puede ser un apátrida, una persona migrante o un refugiado. ¿Quién sería entonces ese cisne iracundo?

“Somos seres melancólicos por naturaleza pero en tiempos de falta de ataraxia, es decir en tiempos de inquietud, este carácter melancólico se acentúa y está a merced de ser manipulado”, explica.

Es inevitable pensar en la nostalgia inherente a una proclama como Make America Great Again. Ronald Reagan la utilizó en su campaña presidencial de 1980, y Donald Trump lo hizo en 2016.

“Una de las peores manifestaciones de la melancolía es la nostalgia. Porque la nostalgia significa sentir dolor por una patria que no existe. Y este dolor reclama un retroceso en el tiempo que puede ser la génesis del fanatismo”, reflexiona. “En Estados Unidos está pasando algo semejante. Según Hannah Arendt hay que tener cuidado cuando un líder político azuza la nostalgia en lugar de hablar de futuro, en lugar de ofrecer esperanza. Hablar de 'vuelta a los orígenes' siempre puede terminar en fanatismo y totalitarismo”.

Hermsen, especialista en la obra de la filósofa y teórica política alemana Hannah Arendt, establece ciertos paralelismos entre la época actual y la obra Los orígenes del totalitarismo.

“Arendt hablaba de una melancolía masiva presente en la Alemania posterior a la Primera Guerra Mundial”, explica, “la cuidadanía sufrió terribles pérdidas: un millón y medio de alemanes murieron en la guerra. La gente se sentía realmente desamparada”. Y fue entonces cuando empezaron a emerger corrientes de pensamiento que reclamaban una vuelta atrás, un renacer de gloria nacional. “¡Ella nos avisó hace décadas! Tenemos que estar atentos para observar las primeras señales de lo que nos puede llevar a derivas totalitarias”.

Hermsen, sin embargo, no se queda en Trump: en su ensayo habla de un problema de carácter internacional y pone como ejemplos las políticas de Orbán en Hungría y Kaczyński en Polonia. Pero también en países que no responden al antiguo Bloque del Este. Según ella “en Europa occidental también ganan terreno el miedo y la xenofobia como estrategia para ganar votos. Nos incumbe a todos. Y si no mira Le Pen en Francia, Hofer en Austria, Geert Wilders en mi país, Holanda, o Santiago Abascal, aquí en España”.

El arte de tener tiempo para el arte

“Cada día que pasa, toma fuerza la nostalgia de un pasado glorioso que nunca existió realmente, pero que junto con el miedo al futuro, resulta una atractiva forma de fe”, comenta la escritora. “Hay que combatir esto con las herramientas que podamos”, añade.

“Nos encontramos en una tesitura complicada”, porque según argumenta Hermsen, “parece que no tenemos tiempo de enfrentar la melancolía, de extraer algo positivo de ella. Porque para esto necesitamos un análisis pausado de nuestra situación, y el pensamiento neoliberal ha impuesto en nosotros una cultura del rendimiento perpetuo que destierra el tiempo de este análisis”.

Por eso mismo, “deberíamos tomarnos muy en serio el arte, la música, el cine, la lectura... la cultura en general. Porque son herramientas con las que los seres humanos se narran y mediante ellas nos enfrentamos a visiones distintas de nuestra realidad”. A través de las cuales abrazamos la pluralidad y la multiculturalidad como genes mismos de una sociedad democrática.

“Arendt ya nos dijo que el totalitarismo es el acta de defunción de la pluralidad”. En estos regímenes no existe el disientimiento, o se paga caro. “Así que cuando vemos a un político atacar esa pluralidad o reemplazarla por nacionalismo u otra forma de superioridad étnica o identidad política deberíamos estar preparados para contradecir eso”. 

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