En el Louvre de Abu Dabi hay expuesta una estela de granito rosa en la que está grabado el nombre del faraón Tutankamón. Un tesoro arqueológico que hoy se encuentra en el centro de una trama internacional de tráfico de antigüedades, llevó el pasado mayo a la detención de Jean-Luc Martínez, expresidente del Museo del Louvre en París, acusado de blanqueo de capitales y de complicidad en estafa en banda organizada. En junio el caso se amplió con la imputación del director de la Agencia France Museums, Jean-François Charnier, que habría dado luz verde a la compra de piezas egipcias y fenicias procedentes de saqueos, a pesar de haber recibido advertencias sobre su posible origen ilícito.
La investigación que ha llevado a los dos expertos franceses ante la justicia es en realidad la prolongación de otra llevada a cabo por las autoridades de Estados Unidos, Francia, Egipto y Alemania, que acabó con el Museo Metropolitano de Nueva York devolviendo a El Cairo otra valiosa antigüedad, el sarcófago del sacerdote Nedjemankh. Las autoridades internacionales creen que la misma red que llevó esa obra —robada en Egipto en 2011, en medio del levantamiento popular contra Mubarak— al museo neoyorkino sería el origen de varias piezas adquiridas por el Louvre Abu Dhabi.
Una red internacional en la que los hermanos Simonian, una familia de anticuarios que opera en Hamburgo y Nueva York, emerge como principal proveedor, según ha señalado el fiscal de distrito en Manhattan, Matthew Bogdanos. Este exmarine, destacado investigador en materia del tráfico de piezas arqueológicas, se hallaba tras la pista de miles de objetos desde 2013, cuando llegó a su poder un conjunto de fotografías de obras egipcias disponibles en el mercado negro. El vacío de poder creado por la primavera árabe en 2011 en Egipto había supuesto un impulso al mercado negro, después de que se saquearan numerosos sitios en la zona de Saqqara, al sur de El Cairo, en Panópolis y Qantara.
Pero reintroducir este tipo de objetos en los circuitos legales implica borrar el rastro de su procedencia ilícita. En el caso de los Simonian, contactaban a diferentes museos, como la Universidad de Bonn, el de Tréveris o el Museo Egipcio de Turín, y ofrecían a sus conservadores la cesión temporal de las obras para su estudio. Su paso por estas instituciones les otorgaba credibilidad, que reforzaban con documentación falsificada por un comerciante de París para acceder al mercado oficial.
Organizaciones como Unesco e Interpol lideran esfuerzos mundiales para preservar el patrimonio cultural y desmantelar estos circuitos, pero la propia dimensión internacional del tráfico complica su seguimiento. “Un esfuerzo internacional conjunto para establecer un centro permanente, dotado de recursos, para la recopilación de datos sería muy beneficioso para que no se repitan los mismos errores del pasado”, explica Alice Stevenson, profesora de arqueología en el University College de Londres, a este diario. “Además, se necesitaría una cooperación interdisciplinaria de economistas, expertos en derecho y política, analistas de datos, informáticos, así como antropólogos, historiadores y geógrafos”.
Gala del MET en Nueva York
A falta de esfuerzos conjuntos, en 2018 fue la casualidad la que quiso que Kim Kardashian fuera fotografiada frente al sarcófago de Nedjemankh, con motivo de la gala del MET en Nueva York. Uno de los intermediarios en venta de esta pieza, que debía cobrar una comisión en caso de reventa, vio la imagen y se dio cuenta de que sus socios no habían cumplido lo pactado. Ese intermediario se convertirá en testigo de la fiscalía y permitirá a Bogdanos tirar del hilo y demostrar que el sarcófago procedía de un saqueo de 2011.
Unos meses después de la devolución del sarcófago de Nedjemankh, la fiscalía de París tomó el relevo y abrió su propia investigación, que comenzó en 2020 con la imputación y puesta bajo control judicial de Christophe Kunicki, que trabajaba para la casa de subastas parisina Pierre Bergé & Associés. Kunicki reconoció ante la autoridades haber manipulado la documentación relativa a las piezas, incluida la estela Tutankamón y el sarcófago de Nedjemankh.
En realidad la red inventaba un origen —que acompañaba con documentación falsa— para objetos arqueológicos saqueados en varios países de Oriente Medio: en el caso de varias de las piezas adquiridas por el Louvre de Abu Dhabi se aseguraba que habían sido vendidas en los años 30 por un marchante egipcio a un oficial de la marina alemana, antes de llegar a finales de la década de 1990 a la colección Simonian. El diario Libération ha revelado este año que otro conjunto funerario —en este caso el de la princesa Henuttawy— fue sacado ilegalmente de Egipto en julio de 2013 y luego enviado a Alemania antes de llegar al piso de Kunicki en París y acabar en el Louvre Abu Dhabi.
Los museos deberían dedicar dinero y recursos a examinar la historia y la procedencia del material que ya tienen en sus colecciones, en lugar de adquirir más en el mercado
La investigación se aceleró considerablemente en marzo de este año, cuando el marchante Roben Dib fue entregado a las autoridades francesas. Según varios medios como Le Monde y Libération, que citan acceso al sumario, Dib es el intermediario privilegiado entre los Simonian y las galerías y casas de subastas. Al menos siete piezas de procedencia ilícita habrían sido adquiridas a través de este sistema por un precio total de más de 50 millones de euros, compras que fueron aprobadas por la Agencia France Museums (AFM), organismo francés que se encuentra en el ojo del huracán.
Pagos sospechosos
Creada en 2007 en el marco del acuerdo intergubernamental firmado entre Francia y los Emiratos Árabes Unidos, la AFM era la encargada de asesorar al nuevo museo emiratí en su política de adquisiciones. La fiscalía de París ha interrogado en estos últimos meses a varios de sus miembros, intentando distinguir entre engañados y cómplices. En particular la investigación judicial debe dilucidar el papel del director científico, Jean-François Charnier, una de las personas claves en la selección de obras destinadas al Louvre Abu Dhabi.
Charnier habría aceptado varias irregularidades en la compra de dos tapas de sarcófagos fenicios (por 10,8 millones de euros) procedentes de otra red de marchantes de arte, la galería de Ginebra Phoenix Ancient Art, a pesar de las dudas expresadas por varios de sus colaboradores sobre su procedencia. Los investigadores relacionan ahora la falta de diligencia en la adquisición con seis transferencias de una sociedad offshore por valor de 110.000 euros, según revela el diario Le Monde, suma que Charnier ha justificado como procedentes de la venta de una colección personal de monedas.
En medio de la tormenta política que ha levantado el caso, el Ministerio de Cultura francés ha encargado un informe sobre los procedimientos de adquisición de todos sus centros, cuyas conclusiones se esperan para el final del verano. “Los museos deberían dedicar dinero y recursos a examinar la historia y la procedencia del material que ya tienen en sus colecciones, en lugar de adquirir más en el mercado”, resume Alice Stevenson. “Se ha demostrado claramente la influencia de la demanda en el saqueo y el comercio ilícito, así como el soft power de los museos para promover el estatus de ciertos comerciantes y de colecciones privadas, por lo que deberían ser mucho más cuidadosos en sus relaciones con los intereses comerciales y más transparentes en sus actividades”.