La generación nativa digital adora la fotografía analógica: “Los carretes han pasado de caducarse a agotarse”

Guillermo Carazo

15 de agosto de 2022 22:37 h

0

Se cumplen cien años desde que George Eastman (1854-1932) –fundador de Kodak e inventor del rollo de película– se suicidase junto a una nota en la que escribió: “Mi trabajo está hecho. ¿Por qué esperar?” Antes de la invención de Eastman, la fotografía no era de fácil acceso. Kodak impulsó la revolución fotográfica apostando por fabricar equipos más ligeros que, armados de rollos, fueran más manejables que las cámaras de placas de vidrio. La llegada del carrete hizo popular la fotografía.

Desde 1888, año en el que el primer carrete se comercializó, la industria fotográfica ha cambiado mucho. Exponencialmente desde que en 1975 –también Kodak– crease la primera cámara fotográfica digital. De esos tres kilos de cámara se pasó al iPhone 4 en apenas 32 años, de 3.000 a 100 gramos. El duopolio fílmico que mantenían las empresas Kodak y Fujifilm se caducó. Especialmente para la gran Kodak, que no consiguió adaptarse a la nueva era digital. En 2001, Kodak logró sus mayores ingresos, pero en apenas ocho años estos se redujeron más del 40%. En cambio, Fujifilm apostó por la fabricación de cámaras fotográficas digitales. Actualmente, ambas marcas están especializadas en el campo médico: Fuji fabrica sistemas de diagnósticos de rayos X y Kodak, desde hace un año, ha creado una subdivisión farmacéutica.

Entonces, si Kodak se declaró en bancarrota hace una década, si el precio de los carretes es casi el doble del usual, si desde 2007 todos los móviles del mercado tienen, al menos, un objetivo. ¿Por qué una generación nativa digital dispara en analógico?

No hay ‘stock’

Instagram acoge más de 60 millones de imágenes al día. Sí, no es noticia, la fotografía es más popular e inmediata que nunca. Pero, dentro de esta fugacidad visual que brindan las redes sociales, existe una notoria demanda de fungibles analógicos: cámaras de 35 y 120mm de segunda mano, cámaras desechables, carretes de color, blanco y negro, diapositiva, cartuchos de Polaroid, químicos. Y no solo eso, festivales, artistas, colectivos y negocios que, tanto fotográfica como cinematográficamente, apuestan por el formato analógico.

Fotocasion fue fundada en el Madrid de 1975 y presume de ser “la tienda de fotografía más grande de Europa”. Miguel Ángel, dependiente de la tienda del céntrico barrio de Cascorro, explica a este medio que existe mucha demanda, “un bum” de lo analógico protagonizado por la juventud. “De que se nos caduquen las películas a que no haya stock. Además, las distribuidoras no dan fecha de llegada. Ahora pides 300 carretes y llegan quizá 30, nos tiramos meses sin algunos modelos”, informa Miguel Ángel. En la actualidad, la mayor parte de la clientela analógica de Fotocasión busca menos calidad a la hora de comprar sus carretes. “Están cansados del tema digital. Buscan la calidad vintage que da a las fotos. Empiezan con cámaras desechables”, señala Miguel Ángel. Fotocasion vende alrededor de 1.500 carretes mensuales, unos 18.000 anuales. En color, uno de los más vendidos es el Kodak Portra 400 de 35 mm, un rollo cuyo precio ha ascendido hasta los 17 euros. “Son los precios más altos que hemos tenido”, indica el comercial de Fotocasion. Motivos por los cuales su clientela apuesta más por Ilford para retratar imágenes en blanco y negro, dado que esta marca es algo más económica.

En 2012, año en el que la fotografía digital era coronada gracias a las cámaras DSLR, nació en València Carmencita Film Lab. Laboratorio analógico que a día de hoy tiene sedes en València, Barcelona y Lisboa. Su fundador y manager, Albert Roig, informa a elDiario.es de que en 2013 revelaron casi 3.000 carretes fotográficos. Números que se han ido multiplicando año tras año hasta llegar a los 39.648 rollos que revelaron el año pasado. No obstante, sus momentos más boyantes fueron 2017 y 2018, en los que recibieron más de 45.000 carretes cada año. En los comienzos, tardaban entre siete y 10 días laborales en procesar cualquier pedido, hoy este flujo de trabajo se ha agilizado el 50%. “Poco nos podíamos imaginar que la película analógica se convertiría en algo casi mainstream y que estaríamos trabajando para las principales marcas de moda del mundo”, señala Roig.

En los últimos tiempos, Carmencita Film Lab se ha enfocado en el mundo de la moda y en el cliente no profesional. Actualmente, entre las tres tiendas, tienen 30 personas contratadas. “Nunca habíamos visto esta falta de película en nuestra historia”, asegura su fundador, a pesar del crecimiento. “Sí que hubo épocas en las que podían faltar ciertos tipos de película específicos, pero se podía compensar comprando otro stock similar”. Además el precio de la película prácticamente se ha duplicado en estos últimos años. “En el caso de algunos stocks en particular, los más económicos, han pasado de 4,60 a 12 euros”, informa.

Cámaras de segunda mano y carretes caducados

En una escala más popular, la tienda y laboratorio Sales de Plata, cofundada en Madrid por Cristóbal Benavente y Marta Arquero. Emprendimiento que nació en 2012 sin tienda física. De hecho, los primeros carretes y cámaras fotográficas de segunda mano que vendieron fueron desde la casa familiar de uno de sus fundadores. “Ese piso yo lo vendía como ‘una oficina en mi casa’, pero es cierto que era una habitación en casa de mi madre, lo cual tenía sentido entonces porque casi todo lo que vendíamos era online, pero conforme se volvía todo más físico, tomamos el paso de ir a pie de calle”, recuerda Benavente.

Los confundadores de Sales de Plata han notado este año, por primera vez, la escasez de suministros. Creen que esto es debido a la gran demanda y a la revalorización de lo analógico. La fotografía química como un lenguaje compatible con la digital, así como el vinilo en la industria musical. “Desde que empezamos hemos visto un cambio en nuestros clientes, que han pasado de ser gente mayor nostálgica a ser gente joven que buscaba experimentar o encontrar una estética diferente. Hoy en día la mayoría de nuestros clientes rondan entre los 20 y los 30 años pero tenemos algunos de incluso 15”, aseguran Benavente y Arquero. Además de los nativos digitales, el mundo de la moda tiene gran peso en la compra de carretes y cámaras analógicas. “Es muy común encontrar editoriales y catálogos en las que incluso se deja el borde negro del carrete para demostrar su origen, es uno de los mercados que más ha valorado su estética”, informa Sales de Plata.

Cada domingo desde hace cinco años –a un kilómetro de la tienda Sales de Plata, en la plaza Vara del Rey del barrio de Cascorro–, Javier Martínez monta su puesto en El Rastro madrileño. En este, principalmente, “cámaras réflex analógicas y compactas, y película caducada porque la gente busca que pueda dar fallos la película y que tenga variaciones de color”, asegura el vendedor. Javier Martínez heredó el negoció de una persona, también llamada Javier, que llevaba cuarenta años vendiendo en El Rastro. “Desde que llevo con esto, el 90% del público es joven, quizá ahora se nota un poco más, pero esto lleva ya unos ocho o 10 años. La gente que ha nacido en el digital desconoce las técnicas del laboratorio y le atrae revelar con líquidos. Ver la imagen salir, tiene un poco de alquimia, es muy excitante y atrayente. Lo digital es más cómodo pero quizá es más frío”, opina.

Festivales no digitales

En el Estado español existen festivales como el Experimental Photo y el Revela´T que, desde Barcelona, son referentes internacionales para las personas amantes de la fotografía química. Experimental Photo Festival cumplió tres años este verano y, con una subvención pública de solo 1.000 euros, convocó a más de 200 personas que, durante cinco días, exploraron las diversas técnicas dentro del desenfocado marco de la fotografía y del cine experimental. Pablo y Laura, directores del festival, piensan que el aumento del precio de los insumos “no hará desaparecer a la fotografía, la hará volver a lo importante, a lo que era el analógico, saber buscar la foto antes de hacerla y encontrar otras formas de disparar que tengan sentido”. Experimental Photo es un festival intergeneracional, su público está entre los 22 y 75 años. “Nuestra comunidad es un espacio de cruce entre los nativos digitales que van hacia lo analógico y los nativos analógicos de los 70-80 que se desencantaron de la fotografía por la forma que tomó el digital”, asegura la directiva.

Revela´T cumple este mes de septiembre su décimo aniversario. Financiado con 130.000 euros de fuentes públicas y “pocas” privadas, según indica la asociación. Revela´T mira a la fotografía analógica contemporánea, convoca a unas 15.000 personas al año. Este 2022 –entre el 10 de septiembre y el 2 de octubre–, brinda talleres, visionado de portafolios y 57 exposiciones que llegarán a diferentes lugares del Estado español. “En las primeras ediciones del festival, la fotografía analógica se asociaba a lo nostálgico, cuando se ha convertido en una tendencia donde los nativos digitales son ahora mayoría”, asegura Pep Minguez, director del festival.

Revela´T realizará una jornada en la que 15 festivales internacionales de fotografía analógica se reunirán con la intención de “encontrar puntos en común, reconocer fortalezas y debilidades, ventajas e inconvenientes de hacerlo en cada país; poder colaborar juntos, compartiendo recursos y conocimientos, afrontar nuevos retos”, expone su creador.

Entre químicos y escáneres

La artista Irene Zottola publicó en 2021 su fotolibro Ícaro (Ediciones Anómalas) –Proyecto Ganador del V Certamen Fotocanal de la Comunidad de Madrid 2020–, una obra analógica en su integridad que fue seleccionada por PhotoEspaña como uno de los mejores fotolibros del año 2021 a nivel nacional. “A comienzos del años 2000 todo el mundo pensaba que la fotografía analógica desaparecería con la llegada de la digital y aquí seguimos”, relata la creadora madrileña. Zottola trabaja en blanco y negro y, desde hace años, el laboratorio es su núcleo creativo. En el cuarto oscuro revela sus rollos y desarrolla sus creaciones visuales. “Disfruto trabajando en la intimidad con las manos y pudiendo ver los negativos entre mis dedos. Es algo físico, que está ahí y que sucede de una forma real. He perdido varios teléfonos con fotos importantes que no he vuelto a ver pero los negativos siguen ahí”, recuerda. Irene Zottola es una de esas artistas que, a pesar de ser nativas digitales, emplean un formato que empezó a caer en desuso cuando estas nacieron. El padre de Zottola era el fotógrafo de la familia y llenó los álbumes familiares con imágenes analógicas. Con la transición a lo digital, “mi padre se dedicó a montar e imprimir nuevos álbumes en formato libro, pero no es lo mismo y al final se ha terminado perdiendo esa costumbre”, afirma.

En una conferencia realizada este año en el Experimental Photo Festival, la artista y docente argentina Dulce Delía expuso los estudios químicos que está realizando mediante la técnica de la cianotipia, en la que lleva inmersa doce años. La cianotipia, proceso gracias al cual nació el fotolibro –Fotografías de las algas británicas (1843) de Anna Atkins– es, según Delía, una técnica “muy artesanal, la cual permite obtener fotografías únicas, ya sea por las pinceladas al momento del emulsionado, o por la variación en la nitidez, en las densidades y en los contrastes obtenidos”.

Una de las búsquedas que Dulce Delía está realizando dentro del arte de cianotipia es el uso de elementos veganos en el revelado, pues la fotografía analógica siempre ha utilizado como aglutinante gelatina proveniente de pieles y huesos animales. La alternativa antiespecista que explora es el uso de la gelatina de agar-agar y del bioplástico vegano de maicena. “Si esas exploraciones brindaran resultados aceptables, significaría que se podrían producir películas y papeles fotográficos que no contengan gelatina animal, ya sea de manera artesanal o incluso industrial, para evitar fomentar la industria de explotación animal”, proyecta la artista y docente.