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Dicen que, poco a poco, el reloj de la nostalgia compartida comienza a cambiar de década. Que los años ochenta dejarán paso al revisionismo, culto y parodia de los noventa. Si es así, quizá recordemos la nueva película de Neil Jordan (Entrevista con el vampiro, Juego de lágrimas) como un ejemplo de ello. Su autor ha vuelto a las salas cinematográficas con una obra que remite a Mujer blanca soltera busca o La mano que mece la cuna, exponentes de una serie de thrillers que llevaban las historias de sociopatías extremas a terrenos menos agrios y feístas que los terrores fílmicos en la tradición de La noche de Halloween o Viernes 13.
Las dos obras mencionadas trataban de antagonistas femeninas que se infiltraban en los espacios de las protagonistas con intenciones nada edificantes. La viuda comparte con ellas un doble protagonismo femenino, esta vez sin triángulos amorosos incorporados. En el filme, Chloë Grace Moretz (Carrie) interpreta a Frances, una buena chica abatida por la muerte de su madre. Después de encontrar un bolso en el metro, se lo lleva a su propietaria, Greta (Isabelle Huppert), una mujer adulta que vive una vida solitaria.
Cuando ambas comienzan a estrechar sus lazos, una amiga de Frances representa la mentalidad desconfiada del urbanita medio: esta amistad intergeneracional, que además se ha establecido mediante una casualidad, tiene un componente extraño e inquietante. Sus comentarios acabarán resultando plenamente justificados. Como suele suceder en los thrillers, los discursos paranoides suelen hacerse realidad.
Jordan, que ha revisado y llevado a la pantalla un guion firmado por Ray Wright (Pulse, Expediente 39), despeja con cierta rapidez la duda sobre los caminos que tomarán los personajes. A los pocos minutos, queda claro que La viuda no será un drama o una tragicomedia, sino una intriga que azuza los miedos metropolitanos a ser amables y abrirse emocionalmente con desconocidos. Hay que prepararse para lo peor.
El director de Greta es un cineasta de carrera desigual que ha llevado a la pantalla historias de todo tipo. A pesar de esta versatilidad, ya había evidenciado cierto gusto por lo truculento mediante una oscura versión de La caperucita roja: En compañía de lobos. La vampírica Byzantium o In dreams, un thriller psicológico con elementos sobrenaturales, fueron otras muestras de ello.
Ahora, el realizador irlandés ha preparado una pesadilla de miedos urbanos con vago acento europeo. Para ello ha contado con una Isabelle Huppert que parece muy cómoda encarnando un personaje cuya actitud acaba resultando casi inaprehensible, extraviada en un laberinto de mentiras y fingimientos. No estamos ante el tópico asesino en serie robótico: Greta lleva a terrenos terribles la necesidad humana de amar, y se empeña en usar a Frances como instrumento para ejercer una pseudomaternidad nociva y terrible.
Si hay alguna constante en la desigual carrera de Jordan es su capacidad para firmar filmes de aspecto cuidado. Esta desarrollada capacidad estética contribuye a que algunas escenas transmitan, con una efectividad casi inmersiva, el pánico a toda una ciudad que puede despertar la persecución de un acosador que conoce los lugares que transitas. En ocasiones, basta con recursos simples aplicados con astucia: la introducción de música inquietante que presagia un giro en la escena, los ligeros movimientos de cámara enriquecedores de una imagen que remitía a lo cotidiano...
Poco a poco, el mundo de la protagonista se va estrechando de manera metafórica y literal. Y la película se convierte en una pesadilla claustrofóbica ubicada paradójicamente en una gran metrópolis, en una Nueva York mentirosa puesto que el rodaje tuvo lugar en la Irlanda natal del realizador.
En general, La viuda incluye un goteo constante de revelaciones cada vez más tétricas que desvelan la psicología trastornada de la antagonista. Jordan y compañía rompen este desarrollo lineal con algunas sorpresas que suelen castigar a la audiencia, pero que en alguna ocasión le dan un pequeño respiro. También incorporan algunos efectismos que abren la puerta a la contemplación irónica, junto con un humor negro apto para los más resabiados (y difícilmente impresionables) devoradores del cine de terror.
El juego con el público más aficionado al género no necesariamente compromete el goce de otro menos especializado, pero sí oscurece cuál puede ser la temática del filme. No queda del todo claro si sus responsables quieren decirnos algo sobre la vida urbana y sus soledades, porque La viuda acaba siendo un cuento malvado como En compañía de lobos, de nuevo con un depredador disfrazado de amable madre o abuela. En lo más profundo, los miedos humanos no cambian demasiado aunque en la ficción aparezcan aplicaciones de mensajería y redes sociales.
El proceso de endurecimiento de la narración se cobra alguna víctima colateral. La malvada pierde matices a medida que la película se transforma en una pesadilla desatada. La idea perturbadora de que la acosada y la acosadora compartan circunstancias de duelo va difuminándose. Aún así, como en muchos cuentos de terror sobrenatural recientes (Verónica, Insidous 3, etcétera), la tristeza derivada de la muerte de uno de los progenitores deviene una debilidad potencialmente letal.
Con todo, la interpretación de Huppert facilita que veamos una lógica en esa pérdida de matices. La malvada de cuento de los hermanos Grimm estaba presente desde el inicio, y la narración solo la despoja de capas y más capas de mentiras o fingimientos. El resultado final puede parecer algo hueco. La viuda nos ofrece a cambio unas cuantas escenas perturbadoras, astutamente fotografiadas y voluntariosamente interpretadas, acompañadas de algunos brotes de ironía, que pueden ser suficientes como para que olvidemos sus puntos débiles.
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