Dahlia de la Cerda estudió Filosofía y trabajó en un call center, una fábrica de dulces, en un tianguis, como ghostwriter y vendiendo productos de Avon. Mientras, solicitaba una y otra vez becas literarias, “porque son una forma de comprar tiempo”, hasta que en 2015 consiguió su primer resultado favorable. Años después, Perras de reserva, el primer libro de relatos de la autora nacida en Aguascalientes en 1985, se ha convertido en un fenómeno editorial dentro y fuera de las fronteras de México.
Las protagonistas de los 13 relatos que componen el libro editado por Sexto Pisto en 2022 —una versión más reducida fue publicada en 2019 por Tierra Adentro, ganadora del Premio Nacional de Cuento Joven Comala— tienen algo en común: “Hacen lo que pueden con lo que tienen”, según explica Dahlia de la Cerda. Son mujeres pertenecientes a diferentes clases y contextos sociales —encontramos, entre ellas, una trabajadora sexual, una narcotraficante, una aspirante a primera dama, una bruja o una sicaria— pero atravesadas por una violencia que, en muchos casos, es inherente a su condición de género y que no las reduce solo al papel de víctimas: a veces, ellas también son las ejecutoras. Durante este mes, la misma editorial publica en España Desde los zulos, un compendio de textos autobiográficos.
Yuliana, Regina y la China protagonizan tres de los cuentos. Yuliana, hija de un narcotraficante de Jalisco y heredera de su liderazgo en el cártel, busca venganza por el feminicidio de Regina, su mejor amiga de la adolescencia. No descansa hasta convencer a la China para “que quiebre a ese cabrón”, aunque entonces su escolta deba fingir que lo mató el cartel rival. Sobre la romantización de la violencia en la literatura, una discusión muy presente durante las últimas semanas en la conversación virtual mexicana y con Perras de reserva en el centro del debate, Dahlia opina que “el narcotráfico es algo que está permeado en la cultura mexicana, está normalizado, yo simplemente lo que hago es hablar del contexto en el que estoy”. Y añade: “No podría haber escrito de alguien que se va a estudiar al extranjero porque yo no sé lo que es ir a estudiar al extranjero, yo solo sé lo que es vivir en México, es realidad que conozco”.
Concretamente, la realidad de Dahlia es la de Aguascalientes, ciudad situada a seis horas en coche de la Ciudad de México y en la que la autora vive desde hace 39 años. “El panorama en México está muy centralizado, muchas personas todavía dan por hecho que yo vivo en Ciudad de México y eso se me hace muy curioso, me decían que para ser publicada y tener un lugar en la literatura debía vivir allí, todavía me lo sugieren”, relata. “Aunque, en general, la cultura está muy centralizada y la mayoría de personas que conozco con carrera literaria se han mudado a la Ciudad de México, yo preferí quedarme a vivir aquí”. No obstante, Perras de reserva le cambió la vida: “Antes no salía de Aguascalientes, de pronto he tenido que tomar tres vuelos en un día”.
Una libreta y una pluma
Fue la subcultura gótica en la que estaba inserta y a la que también pertenecen las dos protagonistas La huesera, el último relato, la que llevó a Dahlia de la Cerda a escribir ficción. “Es una subcultura muy demandante, si eres artista te da puntos extras, yo era adolescente y quería tener todos los puntos extras que pudiera conseguir”, rememora. “La forma más económica que encontré para dedicarme al arte fue la literatura porque no necesitaba más que una libreta y una pluma”. Comenzó a acudir a talleres literarios y a emular a autores como Lovecraft o Edgar Allan Poe, pero la violencia y el trauma en un contexto muy cercano detonaron un cambio en su escritura.
“En mi familia ocurrió un feminicidio y a raíz de eso decidí que quería escribir sobre la violencia que vivimos las mujeres en México; ya después se siguieron expandiendo mis horizontes y me siguieron interesando los temas sociales”, expresa. Se sorprendió al ver que el feminicidio, que en México está tipificado en el Código Penal Federal desde 2012, fuera un tema tan poco explorado en la literatura y sobre el que todo el mundo le aconsejara no escribir porque “la realidad ya era demasiado abrumadora”, cita la autora, en alusión a un país donde las cifras ascienden a 10 mujeres asesinadas al día por razón de género, según los últimos datos recopilados por ONU Mujeres: “Me decían que era más sociología que literatura, que no era un tema literario, pero yo me aferré”.
En 2015, cuando logró la beca con la que armó una primera versión de los relatos que compondrían Perras de reserva, “me lo tomé en serio, pensé que esa era la única oportunidad que iba a tener, tenía que aprovechar hasta el último minuto, el último centavo”. Intentó componer un libro donde las mujeres no solo tuvieran el papel de víctimas, pues “sentía que muchos relatos sobre el feminicidio dejaban sin agencia a las mujeres y se hacía énfasis en el trato degradante que se le daba a sus cuerpos”. Quiso hacer algo distinto y empezó a leer a autoras como Cristina Rivera Garza —quien acaba de ganar el Pulitzer por El invencible verano de Liliana, donde relata el feminicidio de su hermana menor—, Selva Almada o Gabriela Cabezón Cámara. “Ahora, muchas mujeres, especialmente latinoamericanas, están escribiendo desde otros lugares y las leo con entusiasmo”. Celebra que, aunque sea desde una posición crítica, como a menudo ocurre con su obra, la conversación esté centrada en autoras, porque “de señoros ya hemos hablado mucho”.
Llegar a las lectoras de a pie
La familia de Dahlia de la Cerda se dedicó durante años a la promoción de artistas ligados al regional mexicano, género musical que ahora resuena internacionalmente por los corridos tumbados, una actualización del género liderada por músicos como Peso Pluma, Natanael Cano o Xabi. “Crecí escuchando corridos, son parte de mi vida”, dice De la Cerda. Y lo puede comprobar cualquiera que lea Perras de reserva, donde son parafraseadas o citadas distintas canciones. “En mi libro quería usar referencias que fueran fácil de rastrear, quería que fuera accesible para todo el mundo, como un carrito de hot dog”, sostiene.
La autora recalca el interés de llegar antes a un número amplio de “lectoras de a pie” que a la crítica o a sus colegas escritores. “Creo que es difícil que un libro pegue tanto en la crítica como en la calle, yo siento que tengo las mejores lectoras del mundo”, sonríe. “Ayer me mandaron un dibujo que hizo de un chico que está privado de su libertad a partir de uno de mis relatos. Prefiero que me lea un morro (chico) que está en prisión que uno de mis colegas”. Y menciona que Perras de reserva “no ha pegado” entre sus compañeros de profesión. “Me parece que hacen juicios anticuados, clasistas y racistas, por ejemplo, me achacan que no hay metáforas, pero si revisamos la historia de la literatura ni en el realismo ni en el naturalismo se recurre a la metáfora”, asevera. Otra de las críticas que recae en sus historias, dice la autora, es que son “como de nota roja”, aludiendo a un género periodístico que existe en México para relatar los sucesos violentos, a menudo en un tono morboso y sensacionalista.
“Para mí, lo que están diciendo con eso, es que ese tipo de historias, las de una mujer asesinada, deben quedarse en la nota roja, y creo que que hay un sesgo de clase y colonialidad del saber, como si solamente ciertas historias fueran legítimas para pertenecer a la literatura”, rebate. “No quería que mis personajes estuvieran atravesados por procesos de blanqueamiento, quería hablar de una mujer trans trabajadora sexual y no de una mujer trans diputada porque son las estigmatizadas, son a las que yo quiero hacer literatura”. El barrio es multiforme, añade, “no todas las personas se dedican delinquir”, pero ella quería “hablar sobre aquellas en las que recae el estigma”.
No quería que mis personajes estuvieran atravesados por procesos de blanqueamiento, quería hablar de una mujer trans trabajadora sexual y no de una mujer trans diputada porque son las estigmatizadas, son a las que yo quiero hacer literatura
Otro de los temas presentes en Perras de reserva es el aborto, que aparece retratado en el primero de los relatos, donde la protagonista interrumpe su embarazo con misoprostol. “Yo quería visibilizar el aborto como un proceso más en la vida de las mujeres con capacidad de gestar, es un proceso más en nuestra vida reproductiva, que no fuera algo tan dramático”, apunta la entrevistada, una intención que cobra aún más importancia en un país como México; a pesar de haber sido despenalizado en 2023, el aborto actualmente solo es legal en 12 de los 32 estados del país. De la Cerda lleva años siendo uno de los rostros visibles de Morras Help Morras, colectivo que acompaña y proporciona información a personas con capacidad gestante para que puedan interrumpir su embarazo de forma autosuficiente y segura en lugares donde todavía no está garantizado el acceso.
Tras el éxito de Perras de reserva, ¿cuál es el próximo paso? A finales de mayo, Sexto Piso publicará Desde los zulos, donde aborda temas explícitamente políticos, como la crítica al “feminismo transodiante y racista”. De la Cerda apunta que los dos libros son complementarios, pues en Desde los zulos “se pueden ver todas las decisiones que tomé en Perras de reserva”. Subraya que ambas obras están escritas “desde un posicionamiento político, pues todas las herramientas” que adquirió “fueron contraargumentando discursos de odio”: “Pero si quieren metáforas, si quieren un texto académico, yo se lo puedo dar”. Y lanza al aire un último y afilado comentario: “La gente cree que no sé cómo funciona la industria editorial, creen que soy una persona sin voluntad que está siendo usada por el mercado, pero sé perfectamente el lugar en el que estoy”.