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Cuatro destinos literarios de terror a los que transportarse en verano

'El hombre del traje negro', de Stephen King, ha sido recuperado en una bella edición bellamente ilustrada

Ignasi Franch

“Me prometí a mí mismo no bajar nunca más por ese camino, jamás, pasara lo que pasara, y ahora supongo que la mayor bendición de Dios a sus criaturas es que no pueden ver su futuro. Me habría vuelto loco de haber sabido que, menos de dos horas después, iba a recorrer de nuevo ese camino”, escribe Stephen King en El hombre del traje negro, hablando de la incertidumbre del destino como algo paradójicamente tranquilizador.

Tiene algo de irónico plantear esta paradoja en el contexto de un cuento de terror, de una narrativa que usa la incertidumbre precisamente para generar inquietud. Aunque sepamos que, en cualquier momento, podemos cerrar las páginas del libro.

Para quienes quieran abrir estas puertas literarias al desasosiego, proponemos una pequeña selección de viajes inquietantes. Un encuentro con el diablo en un bosque de Maine y varias veladas con vampiros en viejos castillos europeos. Una pesadilla cotidiana de una pareja de hermanas enclaustradas en una mansión y múltiples historias de sospechas, delirios y desapariciones con el estilo desasosegante de la escritora alemana Marie Luise Kaschnitz.

Doble cita con el diablo

Stephen King es un todoterreno de la escritura: nouvelles y novelones, cuentos breves y largas sagas, incluso algún ensayo (como Danza macabra) para culminar una producción copiosa. Nórdica Libros recupera una historia breve originalmente publicada en la revista The New Yorker, El hombre del traje negro, en una edición bellamente ilustrada por Ana Juan. El volumen, en forma de cuaderno, también incluye el relato de Nathaniel Hawthorne al que King declaró homenajear: El joven Goodman Browun.

La premisa es sencilla: un anciano recuerda cómo una buena mañana, de niño, se fue a pescar y encontró algo terrible. El personaje evoca unos detalles cotidianos que proyectan una cierta nostalgia por las formas de vida tradicionales, basadas en la familia y en una cierta libertad de movimientos matizada por advertencias: “No te adentres mucho en el bosque. No pases donde se bifurca”, dice el padre del protagonista.

King relata uno de esos momentos en que cae el velo que protege a los niños de algunas realidades de la vida adulta, como la misma mortalidad humana y la posibilidad del fallecimiento propio. El relato de Hawthorne trata, con tono aparentemente socarrón, la atracción que ejerce el diablo en algún personaje de una bienpensante comunidad puritana.

Vampiros rusos en ambientes refinados

Además de ser primo segundo de Lev Tolstói, Alexéi Konstantínovich Tolstói fue autor de varios relatos de terror y fantasía. Con Vampiros, Editorial Renacimiento recopila sus dos historias más conocidas sobre no-muertos. El cuento Una familia de vampiros, también conocido como La familia del vurdalak, es un clásico que ha sido llevado en diversas ocasiones a la gran pantalla. La novela breve El vampiro nos propone un viaje narrativo de un goticismo casi lisérgico, abierto a alucinaciones posibles y visiones de espectros e infiernos, altamente recomendable para cualquier aficionado al género.

Los otros cuatro relatos, mucho más desconocidos, varían en tono: van desde la comedia ligera de excentricidades inventoras (Artemi Simionovich Bervenkovsky) hasta la aventura colonial (Dos días en las estepas de los kirguises). Si algo destaca de este Tolstoi (no confundir con Alexéi Nikoláyevich Tolstói, autor de la obra de ciencia ficción Aelita) es su tendencia a usar ambientaciones aristocráticas. La suya es una literatura fantástica donde abundan los bailes de la alta sociedad, el galanteo formalísimo y los amores castos. Entre tanta corrección, eso sí, emerge lo inesperado, lo truculento y lo delirante.

El sentido de la amenaza

Con los cuentos de La sonámbula y más relatos inquietantes, el sello editorial Hoja de Lata prosigue su recuperación de los cuentos oscuros de Marie Luise Kaschnitz. Su autora vivió las dos guerras mundiales y la dictadura nazi. Aparecen huellas de ello, sea de manera explícita (una joven vive oculta para evitar los campos de exterminio) o metafórica (una niña se convierte en cómplice silenciosa de una injusticia por miedo a hablar) en varias de sus historias.

La alemana no usa la acción como eje de su propuesta literaria. A menudo se centra en los procesos psicológicos como elementos generadores de tensión: obsesiones y fantasías (de amor trágico, de desaparición) son, en ocasiones, el único motor de la historia.

Kaschnitz aporta una mirada de extrañeza, a veces nostálgica y poética, y un constante sentido de la amenaza cultivado sin estridencias. A pesar de tratarse de una literatura sin etiqueta específica, algunos de sus cuentos pueden calificarse perfectamente como terroríficos e incluso incorporan elementos sobrenaturales en algunos casos. Sí, también aparecen fantasmas.

Perturbadora fantasía de reclusión

Siempre hemos vivido en el castillo, la última novela de Shirley Jackson (La maldición de Hill House), podría haber sido una obra de misterio clásica: tenemos un secreto terrible, un caserón familiar vetado a los aldeanos e incluso tesoros escondidos. Pero la autora huye de las convenciones del suspense para generar un desasosiego menos artificioso y más punzante, comenzando por una narradora perturbadora: Mary Katherine Blackwood, una joven asilvestrada, soñadora y raramente infantilizada a sus dieciocho años de edad.

Si la hermana de la protagonista padece agorafobia, definida a grandes rasgos como un miedo irracional a los espacios abiertos, el libro acaba proporcionando una intensa sensación de opresión. La atmósfera en la casa de las Blackwood, que conviven con un tío enfermo y trastornado por un envenenamiento que acabó con la mayoría de la familia, es malsana. Pero la aparición de un invitado inesperado no mejorará las cosas, y el mundo exterior es manifiestamente hostil.

Jackson parece proyectar su propia vivencia de la agorafobia, e incluso las frustraciones derivadas de un matrimonio problemático. Esta turbia pesadilla de reclusión acaba siendo, a la vez, un sueño anhelante de aislamiento respecto a un mundo repleto de violencia y mezquindad.

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