La periodista que nos trasladó al Tlatelolco de aquella fatídica noche del 2 de octubre de 1968 se ha proclamado como indiscutible merecedora de uno de los premios más importantes de las letras en español. Respetando la pauta no escrita de alternar a los condecorados de una y otra orilla del Atlántico, la mexicana sucede en el palmarés a José Manuel Caballero Bonald. El fallo del jurado avala por cuarta vez en la historia del Premio Cervantes la figura de la mujer en la literatura de nuestro idioma. Poniatowska se suma a este pequeño grupo femenino y se posiciona junto a María Zambrano, Dulce María Loynaz y Ana María Matute.
La octogenaria, nacida en París, forma parte de un linaje que entremezcla tres nacionalidades (francesa, polaca y mexicana) y huellas de sangre azul. Desde su juventud luchó para que el título de princesa no fuese una rémora en su buen hacer literario, por lo que se involucró y defendió con fervor sus ideales de izquierdas. Prestó sus ojos y le puso oídos a las palabras que blandía la sociedad mexicana como espadas contra del conservadurismo. Pronto, su alma combatiente y estilo beligerante le sirvieron como crédito para desencasillarse del tópico de niña bien preocupada por asuntos de pobres.
La investigación, entrevista y reportaje periodístico toman otro cariz cuando son representados por su pluma. Pionera en la inclusión de la oralidad, la escritora ha canalizado la historia mediante declaraciones de políticos, escritores y artistas que son en sí mismos crónica de un país.
Los retratos dialogados se han convertido en todo un patrimonio intelectual que nos sitúa como espías en la intimidad de estas grandes figuras. Gracias a Todo México charlamos con el poeta Octavio Paz, el fotógrafo Gabriel Figueroa o el escritor Juan Rulfo. Aunque la obra más prestigiosa de esta dama aristócrata es La noche en Tlatelolco, el testimonio de uno de los episodios más conmovedores y sangrientos de la historia del país latino: la matanza de estudiantes en 1968 en la Plaza de las Tres Culturas.
Por un país, por su México
El Premio Cervantes fue creado en 1975 por el Ministerio de Cultura y actualmente está dotado con 125.000 euros. Los candidatos al galardón son propuestos por las Academias de la Lengua de los países participantes, por el pleno de la Real Academia Española y por los ganadores de las ediciones anteriores. No puede ser entregado a título póstumo o ser declarado desierto y, desde que en 1979 fuese compartido por Jorge Luis Borges y Gerardo Diego, no se puede condecer ex aequo.
El jurado ha destacado de Elena Poniatowska “su dedicación ejemplar al periodismo” y “su firme compromiso con la historia contemporánea”, refiriéndose a su figura como “una de las voces más poderosas de la literatura en español del siglo XX”. Poniatowska se ha impuesto por mayoría absoluta a aspirantes como los españoles Antonio Muñoz Molina y Juan Goytisolo o los hispanoamericanos Eduardo Galeano (Uruguay), Fernando del Paso (México) o Fernando Vallejo (Colombia), entre otros.
La autora de Hasta no verte Jesús mío no se alzaba como la favorita en las quinielas previas al fallo. Pero, durante toda su vida, ha enarbolado los testimonios con los pies en el suelo y la educación como la única esperanza para los que ella llama “condenados de la tierra”. El reconocimiento a un país y a una figura que ha recompuesto el espejo roto en el que tantas veces se ha querido ver reflejado México.