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Fallece el poeta Félix Grande

Félix Grande reconoce que pidió "socorro a las palabras ante el terror y el miedo"

elDiario.es

El poeta, narrador, ensayista y flamencólogo Félix Grande ha muerto hoy en Madrid a los 76 años, víctima de un cáncer de páncreas. El escritor tuvo muchas vidas y la mayoría de ellas en su rural Tomelloso. Allí fue ganadero, tendero, carpintero, oficinista y pastor. Y poeta, sobre todo era poeta. Aunque llevase casi cuatro décadas sin prolificar sus versos, la poesía era su forma de expresión predilecta. “Todo mi oficio se reduce a buscar sin piedad ni descanso la fórmula con que poder vociferar socorro y que parezca que es el siglo quien está aullando esta maravillosa palabra”, escribía Grande. De hecho, tanto respeto le tenía a las palabras que defendía que si la inspiración no te llega es porque no te la mereces, y es inútil esforzarse en buscarla.

Su muerte coincide con el 50 aniversario de la publicación de su primer poemario Las piedras, que le valió el premio Adonáis de Poesía. Con versos como estos “Mirándonos al fondo del tiempo, de la pena/ se pasará el futuro, y cuando haya pasado/ hermana mía, iremos, mirándonos, al mar”, Grande conquistó un estilo riguroso y afligido, a la sombra de otros maestros como César Vallejo y Antonio Machado. Estos poemas y muchos otros surgieron en su época de trabajo en la publicación de poesía más reconocida. Cuadernos Hispanoamericanos fue su hogar madrileño, donde el poeta Luis Rosales se convertió en su guía.

Colegas de ideología irreconciliable

La dupla formada por Grande y Rosales era insólita. El primero se reconocía como un niño de la Guerra Civil y fue criado en el seno de una familia republicana. “Toda mi estética nace del espanto que me comunicó mi madre. Todo el contenido de mis libros, de este libro, está lleno de madre, lleno de espanto, lleno de compasión” admitía el escritor en la presentación en 2010 de su último poema La cabellera de la Shoá.

Su obra siempre ha estado vinculada a los horrores de la guerra, por eso volvió a aparecer en la escena literaria después de décadas a raíz una visita a Auschwitz. Así, rebatía la frase que pronunció el filósofo Théodor Adorno: “Después de Auschwitz no se puede escribir poesía”.

Por otra parte, Rosales era el poeta reconocido del régimen. Muchos detractores culpaban a Luis Rosales del fusilamiento de Federico García Lorca. Pero Félix siempre le defendía ante quien fuese, por palabra hablada e incluso escrita. Con la temática de la defensa a ultranza surgió su famoso ensayo Contra la calumnia. Ambos trabajaron durante años en la revista y Grande la llegó a dirigir entre 1983 y 1996.

El rey del flamenco

Nieto de un guitarrista flamenco, él mismo hizo sus pinitos en el género que corría por sus venas. Siempre decía que “el flamenco tiene la función de darme consuelo”, lo que le convirtió en un experto flamencólogo. Escribió numerosos ensayos sobre este arte, que también le valieron el Premio Nacional de Flamenco. Igual que él heredó estos conocimientos familiares, su hija recibió el legado de la poesía. Guadalupe Grande, hija única de su matrimonio Francisca Aguirre, completa con su talento el ajuar de este núcleo familiar.

Aunque su perfil de poeta es el más reconocido, por el camino se rindió ante la novela, como con su premiada Las calles. En su bibliografía cuenta también con un puñado de ensayos y, sobre todo, con un par de antologías de poesía. Blanco spirituals y Las rubáiyatas de Horacio Martín, destacaron sobre el resto de su obra. Finalmente con Biografías y el poema de mil versos de Shoá, ponía el broche en 2010 a una profesión con muchos silencios.

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