Domingo 27 de marzo de 2022. Madrugada del lunes 28 para los trasnochadores europeos. Teatro Dolby Hollywood, California. Ceremonia de los Oscar. Pasado el ecuador de la gala, el presentador Chris Rock hace una 'broma' sobre el pelo rapado de Jada Pinkett. La compara con la teniente O'Neil que interpretó Demi Moore en la película homónima. Ella pone los ojos en blanco, pero la reacción sonada es la de Will Smith, que irrumpe en el escenario y propina un bofetón al cómico. De nuevo en su butaca, brama: “¡Saca el nombre de mi mujer de tu puñetera boca!”. E insiste repitiendo la orden una segunda vez.
¿Qué acaba de pasar?, se convierte inmediatamente en la gran pregunta de la noche, tanto en el teatro como en cada salón que asistió al impactante momento. ¿De verdad le acaba de dar un puñetazo? Una incredulidad que tuvo su colofón cuando, minutos después, el intérprete fue galardonado con la estatuilla a Mejor actor por El método Williams. Entre tanto, Jada no se puso de pie. No gritó. Y, desde luego, no pegó a nadie. Pero ¿qué sintió?
La –sin pedirlo– verdadera protagonista ha decidido contarlo casi dos años después en Worthy. El amor que siempre merecí (Libros Cúpula), sus recién publicadas memorias. Su testimonio sobre el bochornoso tortazo forma parte de sus últimos capítulos, ya que previamente recorre su vida para, como hiciera recientemente Britney Spears –salvando las notorias diferencias de sus biografías–, adueñarse de su propio relato. Y de paso, sacarle bien de rédito económico. Aborda desde su infancia poco convencional en Baltimore a su matrimonio con uno de los hombres más conocidos del planeta, pasando por sus pensamientos suicidas.
Para cuando llegó la fatídica noche de los Oscar del bofetón, Will Smith y Jada Pinkett llevaban más de seis años sin vivir juntos como matrimonio, pero seguían casados legalmente. Decidieron convertir su 'relación' en una “asociación” con la que mantener sus colaboraciones creativas y empresariales.
De hecho, fue ella quien le convenció en 2018 para que fichara a Reinaldo Marcus Green como director del filme sobre el padre de las tenistas Venus y Serena Williams que le terminó valiendo para hacerse con su primera estatuilla. Él le propuso que participara como productora ejecutiva, oferta que en un primer momento aceptó, pero una discusión entre ambos terminó provocando su salida.
A principios de 2020, Will pidió a Jada que le acompañara a las distintas entregas de premios que culminarían con la de los Oscar en marzo. Proposición que ella describe como “una grata sorpresa” y a la que dijo que sí en un intento de armar una nueva “continuación” de su vínculo. “Habíamos estado viviendo vidas separadas y estábamos ahí como familia, no como marido y mujer”, aclara aun así. Esta es solo una parte del contexto de lo que acabó aconteciendo en la gala. Otra parte relevante es la que atañía a Chris Rock.
“Era conocimiento general que se había metido conmigo en el pasado”, en el mismo escenario, en la ceremonia de 2016, la que pasaría a la historia como los #OscarsSoWhite. La actriz fue una de las figuras que se quejaron de la falta de nominaciones para personas que no fueran blancas. “La gente declaró que yo estaba cabreada porque Will no había sido nominado por La verdad duele, lo cual no puede estar más lejos de la realidad”, indica. El cómico fue el encargado de presentar también aquella ceremonia, y se ofendió porque Jada hubiera planteado en un vídeo la duda sobre si deberían seguir apoyando los premios concedidos por la Academia de Hollywood “si no celebraran sistemáticamente el talento de personas no blancas”.
La actriz asegura que nunca le llamó para pedirle que no condujera la entrega, sino que se ciñó a publicar que, pese a que no asistiría ni la vería, no se le ocurría “una persona más adecuada” para liderarla que él. “Amigo mío, mucha suerte”, añadió en su mensaje al humorista con el que había coincidido en la película Madagascar. La actriz fue diana de vaciles por parte del cómico en el monólogo inicial. “Se avecinaba un choque de trenes”, señala sobre cómo se sintió, seis años después, cuando le vio salir al escenario aunque ambos se habían disculpado por lo sucedido.
Más allá de su encontronazo, la productora revela que entre Will Smith y Rock había habido “faltas de respeto desde los años 80”. “Como muchas viejas rencillas, empezó con un gran malentendido para el que no tengo suficientes terapeutas ni abogados para empezar a explicarlo”, afirma al respecto sin dar más detalles.
Descorazonador, solitario, confuso
“Puse los ojos en blanco”, reconoce la actriz sobre su reacción instantánea al comentario de Rock, frustrada porque “la mayoría de la gente no parecía comprender lo devastadora que puede ser la alopecia”. Habla por la cantidad de personas cuya afección describe como “mucho peor” que la suya: “Yo no me ofendí personalmente, me ofendí porque se burlaba de la alopecia”.
“Estoy sentada, congelada, en mi asiento de primera fila, justo a la izquierda del centro del escenario. Estoy confusa. En lo que solo puedo describir como uno de los acontecimientos más surrealistas de mi vida, intento mantener la compostura mientras trato de entender qué es lo que acaba de ocurrir e insto a mi cerebro a que se ponga al día”, escribe la actriz sobre los segundos en los que Will Smith bajaba los escalones y regresaba a su lado.
Según revela, ella también dudó sobre si había sido una actuación preparada o algo real, ya que desde su ángulo no pudo ver si el golpe había hecho realmente contacto. “Había visto a luchadores profesionales derribados por la fuerza de los brazos de Will en el ring de boxeo, más de una vez. Esto tenía que ser un montaje. De lo contrario, ¿cómo podía Chris mantenerse en pie como si no hubiera pasado nada?”, se planteó. La frase posterior confirmó sus sospechas. No había sido un montaje.
Lo siguiente fue la proyección de los documentales nominados mientras los presentes seguían “en shock”. Rock aprovechó los vídeos para acercarse y disculparse. “De verdad que no lo he dicho con mala intención”, le dijo. “Ahora mismo no puedo, todo esto es por mierdas del pasado”, respondió ella. “Will le gruñó nuevamente, dejándole claro que no quería que se dirigiese a mí”, describe. El cómico anunció Summer of Soul como ganador y llegaron los primeros 'visitantes', que no repararon su atención en ella. Denzel Washington y Bradley Cooper se acercaron para ofrecer su apoyo a Will. “Durante los próximos minutos permanecí sentada, sola, intentando encontrar mi propio terreno firme”, recuerda.
Durante los próximos minutos permanecí sentada, sola, intentando encontrar mi propio terreno firme
En una nueva pausa publicitaria entraron en acción sus publicistas, que informaron de que Chris había indicado que no iba a denunciar, que fue lo que permitió que Jada terminara de comprender lo que acababa de suceder y preguntó a Will para cerciorarse. “¿Realmente golpeaste a Chris?”, quiso saber. Él asintió. La primera persona que se inclinó para saber cómo estaba ella fue Lupita Nyong'o, a la que siguieron Nicole Kidman y su pareja Keith Urban, Ramsey Naito, Tiffany Haddish y Queen Latifah. “Me ayudaron a mantener los pies en el suelo. Al menos lo suficiente como para desprenderme un poco de mi incredulidad”, reconoce.
Jada señala que no puede dar la versión de Will Smith sobre los hechos, pero apunta que tuvo que ver con sus “propias batallas personales” que fueron “reveladas en un escenario mundial”. Lo que sí comparte es cuál fue su decisión: “Lo que sí que sabía, por primera vez en seis años desde nuestra ruptura, era que estaría a su lado en esta tormenta como su esposa, pasase lo que pasase. No le abandonaría, pero tampoco lucharía por él como había intentado hacer tantas veces en el pasado. Esta lucha era suya”.
Tras lo ocurrido, hubo quienes señalaron que su gesto poniendo los ojos en blanco fue la prueba de que la desmedida reacción de Will Smith hubiera sido culpa suya, como si con esa mirada le hubiera pedido ayuda, o que incluso la defendiera: “Culpar a la mujer no es nada nuevo. Era fácil hilar la historia de cómo la megaestrella perfecta de Hollywood había caído en la desgracia por culpa de su esposa imperfecta. El patriarcado depende de achacar la caída de la humanidad a la pobre Eva”.
Y aprovecha para mencionar otro de los motivos por los que el episodio le resultó igualmente “perturbador”: “Ver un conflicto de esa naturaleza entre dos hombres negros sobre un escenario 'blanco', al igual que lo fue ver cómo un hombre negro insultaba a una mujer negra sobre un mismo escenario. Una vez más”.
Pese a lo convulso que resultó todo, la actriz decidió aquella misma noche –en la que siguió posando junto al actor, ya con el Oscar en la mano– cuál sería su actitud a partir de aquel momento: “Garantizarle que no iba a separarme de él (...). La bofetada me ayudó a aprender a caminar de su mano, con todos los murciélagos y los ogros, junto con la parte de él que había sido desterrada a las profundidades de sus tierras exiliadas más oscuras, y a ser una antorcha de amor para él hasta que pudiera encontrar la suya propia”.
Jada no vuelve a mencionar el bofetón en sus memorias. Dedica el último episodio, titulado La coronación de la reina de mi corazón, a realizar un alegato al amor propio, que hace extensible a todos sus lectores. E insiste en la capacidad del amor para ayudar a las partes de cada una que puedan estar “perdidas” a “encontrar el camino de vuelta a casa”. También las ajenas. Una creencia que resuena al motivo que, páginas antes, usa como justificación a por qué ha querido mantenerse al lado de Will Smith.