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Joan Didion, la ballena blanca del ensayo norteamericano

Joan Didion por Julian Wasser (1972) para la portada de "Los que sueñan el sueño dorado"

Carmen López

El pensamiento mágico es una forma de razonamiento en la que la persona atribuye un efecto a un hecho sin que la relación entre ambos tenga una base científicamente comprobable. Un ejemplo sería el de una persona que no se pone sombreros porque un día le ocurrió algo malo mientras llevaba uno. Antes de ese suceso probablemente utilizase atuendos en la cabeza sin que pasara nada especial, por lo que la lógica no opera en su comportamiento. Este tipo de conexiones de pensamiento pueden ser comunes en la infancia, aunque también están relacionados con las supersticiones, creencias populares, el esoterismo o incluso algunas religiones.

En 2004 Joan Didion escribió un libro titulado así precisamente: El año del pensamiento mágico. Lo comenzó diez meses después de que su marido, John Gregory Dunne, cayese fulminado ante sus ojos por un ataque al corazón mientras ella preparaba la ensalada para la cena. No sabía que sería la última que tomasen juntos. Puso el punto final al ensayo 88 días después, un claro ejercicio de enfrentamiento al dolor provocado por la muerte como antídoto para no perder la cabeza. Dunne no sólo había sido el compañero sentimental de la escritora durante casi medio siglo. También fue colega de trabajo, especialmente en los guiones que coescribieron para Hollywood. “Debido a que ambos éramos escritores y los dos trabajamos en casa nuestros días se llenaron con el sonido de las voces de los demás”, declaró Didion después de su muerte. Eran un tándem vital.

El pensamiento mágico que puso nombre a la obra de Didion fue la negación a tirar los zapatos de Dunne porque si lo hacía, él no volvería. Con este libro ganó el Premio Nacional de Estados Unidos a la Mejor Obra de No Ficción de 2005 (The National Book Award) y supuso la recuperación de su figura como escritora, después de permanecer en la sombra durante años pese a ser una de las autoras más importantes de su tiempo.

El don de la ubicuidad

Ahora, Random House Mondadori publica una reedición del libro traducida por Javier Calvo. “Hace un par de años publicamos Los que sueñan el sueño dorado –explica su editor, Claudio López de Lamadrid– un reader con una selección de los textos de no ficción de la autora norteamericana y Noches azules, el libro que Didion publicó a continuación de El año, en el que la autora afrontaba la muerte de la hija del mismo modo que en El año afronta la muerte del marido. Conforman por tanto una serie y era lógico que estuvieran disponibles ambos”. Ninguno de los libros de Didion editados antes por la editorial tuvo demasiado éxito, así que López de Lamadrid espera que este tenga más suerte.

Es posible que lo consigan, porque además de la atención conseguida con sus títulos más recientes (al menos en Estados Unidos), el “personaje” de Didion parece estar por todos sitios últimamente. Por un lado, está el documental impulsado por el sobrino de Didion, Griffin Dunne, titulado We Tell Ourselves Stories In Order to Live. Financiado a través de una campaña de crowdfunding, ha conseguido 221.135 dólares (el objetivo inicial eran 80.000 dólares) y aunque aún no tiene fecha de estreno, la mera intención de llevarlo a cabo ha conseguido que llegue a ser noticia.

Y por otro, la campaña publicitaria de la marca francesa Céline, protagonizada por la escritora y que ha suscitado opiniones encontradas. El retrato de Didion, ataviada con gafas y jersey negro [realizado por el omnipresente fotógrafo Juergen Teller] circuló por las redes sociales a la velocidad del rayo, difundida por amantes de la moda que posiblemente no supieran quién es esa señora con apariencia de fragilidad.

Mientras tanto, los seguidores de la escritora se sintieron ligeramente incómodos al ver como su respetada intelectual prestaba su imagen para publicitar una marca de lujo. Lo cierto es que este no es el primer anuncio que protagoniza la escritora: en 1989 posó junto a su hija Quintana para una campaña de Gap realizada por Annie Leibovitz. Sin ser de lujo, también era moda.

Compañeras de viaje

Como sucede en muchas ocasiones, una figura internacionalmente reverenciada como la de la escritora puede parecer inigualable. Su importancia como ensayista y escritora está más que clara, pero también es contemporánea y una clara influencia para otras figuras del sector a las que también hay que tener muy en cuenta. Aunque sea aprovechando el resurgir de la norteamericana.

La propia Dorothy Parker podría considerarse una especie de precursora de Didion. Cada una con sus propias personalidades -la de Parker bastante más histriónica-, ambas tienen coincidencias en sus biografías. Las dos hicieron sus pinitos en Vogue (Didion después de ganar un concurso de ensayos impulsado por la revista), escribieron guiones para Hollywood y, además de ser cronistas de sus épocas, relataron su propia vida en sus escritos de una manera más o menos directa: Didion pertenece a la escuela del Nuevo Periodismo, mientras que Parker la camufla en sus cuentos, también debido a la diferencia de épocas en la que vive cada una.

En cuanto a sus contemporáneos, lo más habitual es encontrar nombres masculinos. Sin embargo, como señala la periodista cultural Begoña Gómez Urzaiz: “El trabajo de sus congéneres más macho alfa de aquella generación ha envejecido mucho peor. No hay más que intentar leer ahora a un Terry Southern o a un Tom Wolfe añejo para comprobarlo”. Además, al atender sólo a dichas firmas, se deja de lado [aunque sea de manera inconsciente] el trabajo de otras ensayistas que compartieron época y medios con Didion.

Janet Malcom o Renata Adler coinciden con Didion en The New Yorker, la primera escribiendo artículos sobre diferentes temas (interiorismo, fotografía o reseñas de libros) y la segunda con críticas cinematográficas, principalmente. Todas ellas han escrito ensayos y libros además de sus trabajos periodísticos. De hecho la editorial Sexto Piso publicará este año la novela Fueraborda de Adler, ganadora del premio a la Mejor Primera Novela en los premios Ernest Hemingway en 1976.

Relevo generacional

De la misma manera que otras mujeres compartieron tiempo, espacio y género literario con Didion, hay una serie de nuevas firmas que inician su ascenso al podio de la voz femenina de su generación. Sin embargo, no es fácil reconocerlas, aunque nombres como el de Zadie Smith se postulan como posibles descendientes del universo Didion.

“Si esto de ser la mejor autora de una generación fuera como heredar un trono (es decir, si realmente hubiera que darle el cetro a otra autora actual), yo presentaría algunas candidatas”, dice el escritor y periodista Miqui Otero. “Cuando Joan Didion habla de los ríos de Sacramento o recuerda la primera vez que cocinó chucrut me puede recordar a cuando Lena Dunham habla de cuando pintaba las uñas de su abuela, tan ocurrente”.

Caitlin Moran también estaría incluida en ese grupo, especialmente en su discurso sobre la sexualidad y la sensualidad. El nombre de Zadie Smith aparece, por supuesto, en su declaración: “La elegancia sin pedantería y la capacidad analítica (y autoanalítica) casi paranormal, de persona tan lista que acompleja y abruma, la encuentro en Zadie Smith (en la ficción y también en el articulismo). Y la referencia a la cultura popular y la capacidad de fabulación en Jennifer Egan”.

Begoña Gómez señala que algunas facetas de la obra de Didion, como la ficción política, están más olvidadas por lo que la lista de sus herederos podría ser extensa. La periodista afirma que “cuando se la invoca suele ser para usarla como sinónimo de ensayo que atrapa todo un concepto o estado de ánimo desde algún tipo de experiencia íntima”, que es el caso de sus piezas más citadas, como Adiós a todo esto.

Ahora hay toda una generación de ensayistas y autoras de memorias prematuras que la invocan como precedente o podrían hacerlo, como Leslie Jamieson. La autora [que ha publicado El armario de la ginebra recientemente en Sexto Piso] tiene un exitoso libro de ensayos, The Empathy Exams, que podría ser el de una nieta de Didion, como cuando visita una convención de enfermos posiblemente imaginarios que se llaman a sí mismos “morgies”. Su mirada, implacable pero empática, recuerda al Nuevo Periodismo tal y como lo practicaba Didion“.

Y, de nuevo, Smith, confirmando su herencia: “Veo mucho de Didion en los trabajos periodísticos que suele publicar Zadie Smith en The Paris Review o The New Yorker, incluidas sus excelentes críticas de cine. Las dos tienen una hiperarticulada y casi cruel capacidad de persuasión que te desarma. Por ejemplo, uno puede tardar dos segundos en abandonar toda una vida de apreciación por Manhattan y Annie Hall al leer este mazazo que les dio Didion en 1979.

La reaparición de Didion ofrece varias oportunidades: la de recuperarla, la de ampliarla y la de superarla. Y se pueden elegir todas.

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