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Bellas y bestias: las seis fabulosas hermanas Mitford

Cinco fabulosas hermanas Mitford

Marta Peirano

Los Mitford eran personajes de Scott Fitgerald atrapados en la era de George Orwell. A la cabeza, el apuesto, excéntrico e irascible David Bertram Ogilvy Freeman-Mitford, segundo Barón de Redesdale, “un magnífico sibarita, byroniano, aburrido, de una indolencia contagiosa”, como lo retrató veladamente Evelyn Waugh en Retorno a Brideshead y su esposa Sydney Bowles, hija del fundador del Vanity Fair británico. Retirados en vida la comidilla de toda Europa y, para la historia, un ejemplo ilustrativo de la decadencia de la aristocracia británica en el periodo de entreguerras. Pero las estrellas de la saga fueron y siguen siendo sus seis hijas, declaradas por unanimidad las mujeres más bellas y enloquecidas de Inglaterra.

Irreverentes, iconoclastas y políticamente aberrantes, las “chicas Mitford” eran tan famosas por sus caras bonitas y sus amistades bohemias como por su inteligencia venenosa y su ácido sentido del humor, un talento que desarrollaron durante su estrambótica infancia para destrozarse verbalmente unas a otras. Cuando se hicieron debutantes, extendieron el látido a sus pretendientes, sus amigas y todos los demás, para jolgorio de las crónicas sociales de la época.

Con los años, la fijación se convirtió en un género literario en sí mismo, llamado encantadoramente Mitfordiana. A las incontables biografías, novelas, compilaciones epistolares y ensayos culturales que se han publicado sobre las seis Mitford se unen las memorias de las propias Mitford que, en la menos tres casos, desataron un fanatismo en Inglaterra sólo comparable al de Lord y Lady Byron o el matrimonio de Ted Hugues y Sylvia Plath.

De todas las autobiografías, la de Jessica Mitford que acaba de publicar Libros del Asteroide es quizá la mejor. En Nobles y Rebeldes, originalmente publicado en 1970, la oveja roja de la familia retrata su propio clan con humor, precisión y saña, pero también evoca el final de una era con la misma precisión trágica que La caída de los Dioses de Luchino Visconti o Los Magníficos Amberson de Orson Welles. Como compensación por los casi 50 años de espera, la edición llega con la introducción de un mitfordiano ilustre, el escritor y periodista Christopher Hitchens.

Las seis hermanas Mitford

Nancy Mitford

(1904 – 1973) era la mayor y la primera en triunfar, aunque no por guapa sino por novelista. Waugh la llamó agitadora del genio; se enamoró de un homosexual, se casó con un alcohólico y vivió una existencia de elegante miseria hasta que conoció al jefe de gabinete del General de Gaulle, Gastón Palewski. El seductor militar es el protagonista de todos sus retratos autobiográficos donde una pobre inglesa enamoradiza y mojigata se casa o se enreda con un libertino francés.

A la caza del amor, Amor en clima frío y el resto de sus novelas parisinas (todas publicadas en Libros del Asteroide) compiten con las Claudines de Collette en encanto y malicia genuina, pero también con P. G. Wodehouse en ese tipo de alta comedia con aristas que hoy consideramos la corona del humor británico. En ellas se despacha lindamente con su excéntrica familia, incluída la política.

Pamela Mitford

(1907 – 1994), la hermana “rural”, se casó con el rico heredero Derek Jackson que, además de ser oficial del ejército aéreo era bisexual, fascista y el especialista en espectroscopia de la Universidad de Oxford. Entre sus logros científicos estuvo el demostrarle a Churchill que se podían tirar pelotas de papel albal desde la cabina del avión para despistar a los radares alemanes y comenzar trabajos con radiación que derivarían en tecnologías como la resonancia magnética (IRM). Cuando se divorciaron, Pam superó el trauma yéndose a vivir al campo con una amante de los caballos llamada Giuditta Tommasi. En sus cartas, Decca la llamaba “you-know-what-bian” (les-ya-tu-sabes).

Thomas

Mitford (1909 – 1945), el único hermano, fue el único en ir a la Universidad (concretamente a Eton, donde aprendió a hacerse la corbata y llevar chaleco) mientras sus seis hermanas se formaban con institutrices francesas y libros en latín. Lamentablemente, Tom murió joven y soltero en Birmania, liderando el primer batallón del regimiento de Devonshire contra unos japoneses. Su padre nunca se recuperó.

Diana Mitford

(1910 – 2003) era la más bella. Su admirador Evelyn Waugh dijo que su belleza “recorría las habitaciones como un repiqueteo de campanas” y le dedico su mejor libro, Cuerpos Viles. se casó con el escritor Bryan Walter Guinness -heredero de esos Guinness- para después abandonarle por el gran amor de su vida, el líder de los camisas negras Sir Oswald Mosley. La bella pareja se casó en la salita del ministro de propaganda alemán Joseph Goebbels, con Hitler de invitado de honor (les regaló un retrato suyo enmarcado en plata con el águila imperial prusiana).

Diana pasó cuatro años y medio en la cárcel por su amistad con los nazis, lugar donde hizo muchos amigos y aumentó su leyenda. Dicen que, cuando Churchill le concedió la gracia de un baño diario, la gélida rubia rechazó la oferta: sólo había agua suficiente para cuatro baños al día y las presas se organizaban por turnos para bañarse una vez por semana. Su autobiografía, A Life of Contrasts (1977), dedica más páginas a Mosley y a analizar el denso polvorín geopolítico de la europa antes de la guerra que a su familia y hermanas. Cuando ella y Mosley fueron finalmente liberados, se mudaron a París donde vivió y murió fiel a su segundo marido y a la ideología fascista.

Unity Boud Mitford

Boud (1914 – 1948), segundo nombre Valkiria, se mudó a Berlín por amor a Adolf Hitler, quien tuvo la amabilidad de sacar a una familia judía de su casa para acomodarla. En sus memorias del Tercer Reich, el arquitecto Albert Speer asegura que era la única persona en el círculo del Fürer que discutía de política con él, y se la puede ver a su lado en el balcón la mañana de marzo del 38 que Hitler declara la “anexión” de Austria.

Según un dudoso documental del periodista británico Martin Bright, Hitler's British Girl, hasta podría haber tenido un hijo suyo que dió inmediatamente en adopción. Cuando Alemania entró en guerra con Inglaterra, Unity se pegó un tiro en la cabeza con el revolver de pedrería que le había regalado Adolf, un intento de suicidio que acabaría con ella pero una década más tarde, de una infección.

Jessica Decca Mitford

Decca (1917 – 1996) fue la oveja negra en una familia de camisas negras. Desde pequeña aborreció la alta cuna y fue la única en suplicar que la mandaran al colegio, una súplica que jamás fue atendida. A los 19 huyó de casa con su primo Esmond, que era sobrino de Winston Churchill pero había luchado en España con las Brigadas Internacionales y regentaba una librería comunista en Londres. Aunque Nancy la llamó “comunista de salón”, su padre la desheredó por roja y se fue a EEUU.

Esmond murió en la guerra y Decca se casó con un abogado judío y se afilió al partido comunista. Incansable luchadora por los derechos civiles, fue pionera en el género híbrido periodista-activista, con reportajes de investigación que llegaron a cambiar legislación en los EEUU. Aunque el más famoso es Muerte a la americana: El negocio de la pompa fúnebre en Estados Unidos, sus ensayos sobre el negocio carcelario (Kind and Usual Punishment), las escuelas de escritura por correspondencia (Let Us Now Appraise Famous Writers)

Deborah Debo Mitford

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