Cómo nació K de ‘El castillo’ de Kafka o por qué Le Carré tardó cuatro meses en escribir el arranque de ‘El topo’
“Cuando llegué era noche cerrada”. La frase, en alemán, en la letra pequeña y sinuosa de Franz Kafka, fue el intento del autor checo de escribir la novela El castillo en primera persona. La intriga crece mientras un visitante identificado como el narrador va descubriendo que en aquel pueblo al que acaba de llegar no se puede acceder al castillo. De repente, pasa algo. No en la trama; pasa en el papel. Kafka empieza a tachar cada “yo” del narrador y lo sustituye por la letra K, escrita en trazo más marcado y tamaño más grande y claro que el resto del texto.
“Estás en la página 25 con Franz Kafka cuando se da cuenta de que no puede mantener una narrativa en primera persona y reemplaza el ‘yo’ con la K. Estás ahí cuando sucede. Es increíblemente conmovedor verlo en la página”, explicaba este miércoles el editor y profesor Stephen Page, después de ver la exposición Write, Cut, Rewrite, dedicada al proceso de edición de la literatura y recién abierta en la biblioteca Weston, una de las 26 de la Universidad de Oxford.
Los tachones de Jane Austen, los dibujos de Samuel Beckett, los garabatos de J.R.R. Tolkien, las grapas para juntar trozos de texto de John le Carré y las listas de símiles de Raymond Chandler ofrecen una ventana única al proceso creativo, revelan las tensiones y las decisiones que han llevado a la obra final. El material viene de los fondos de Bodleian, la red de bibliotecas de la Universidad, y también de otras como la Biblioteca Británica y la de la Universidad de Reading.
Algunos borradores son especialmente valiosos por ser casi únicos. El manuscrito de la novela The Watsons de Jane Austen existe porque no la terminó. Lo habitual era destruir los borradores una vez publicado el libro y por eso es tan extraordinario ver cómo escribía Austen con su letra ordenada y cómo reescribía pasajes sobre otros pasajes, en este caso, las aventuras inacabadas de Emma Watson.
La escritora empezó a escribir el libro en 1803, pero lo abandonó un par de años después tal vez por los apuros del momento y la muerte de su padre. Un sobrino publicó el texto sin terminar en 1871 como parte de unas memorias de Austen.
Entre 2018 y 2019, The Watsons se representó como obra de teatro en un circuito reducido y su paso al West End de Londres, previsto para la primavera de 2020, quedó truncado por la pandemia.
El arranque de ‘El topo’
Otros manuscritos muestran el esfuerzo y las frustraciones solitarias del proceso creativo cuando el autor está frente a la página, el reverso de una etiqueta, en el caso de Beckett, o una ordenada Moleskine decorada con dibujos de Patagonia, en el caso de Bruce Chatwin.
Le Carré tardó más de cuatro meses en escribir el arranque de El topo y en el archivo que donó a Oxford se ve el arduo proceso físico hasta en la página. Cortaba trozos de texto, algunos mecanografiados y otros escritos a mano, y los grapaba hasta crear una única página irregular en forma y color.
El 27 de septiembre de 1971, hizo un intento con la descripción de dos espías, Jim y Tarr, observándose el uno al otro, pero ese mismo día empezó a cortar y pegar. El autor probó cinco versiones en primera persona y luego se pasó otra vez a una descripción más impersonal. En febrero, seguía dándole vueltas hasta que corrigió la versión final en tinta azul. Cortó la primera frase y por fin le salió el arranque que buscaba: “La verdad es que si el viejo mayor Dover no hubiera caído muerto en las carreteras de Taunton, Jim jamás hubiera ido a Thursgood”.
Examinar los borradores de poemas o novelas es como estar en la mesa del escritor mientras perfecciona su obra.
No siempre es un ejercicio solitario, como muestran los dibujos y los comentarios que se intercambiaban Mary Shelley y su marido, también escritor, Percy Bysshe Shelley. Una descripción del lago de Ginebra y de Evian inspiró a la autora de Frankenstein. Un pasaje está copiado y pegado del diario de Percy.
A veces, el proceso de edición consiste en “matar a tus criaturas” (“kill your darlings”, en inglés), como aconseja Stephen King en su magistral libro sobre escritura Mientras escribo. Se trata en suma de sacrificar pasajes que un autor adora pero que no terminan de funcionar en un texto. En realidad, la frase original (“murder your darlings”) es de Arthur Quiller-Couch, un escritor y crítico literario británico del siglo XIX que publicaba con el pseudónimo de “Q”.
En la habitación donde pasó
Según Stephen Page, el editor, examinar borradores ayuda a entender la creatividad: “Te pone en la habitación en la que se están haciendo las cosas… Te mete en la mente de escritores que se encuentran en ese estado provisional de creación de una obra de arte, esa especie de penumbra que rodea lo que llamamos el libro terminado, la historia de su viaje”.
Page es presidente de Faber, una editorial centenaria del Reino Unido y una de las pocas independientes de gran tamaño que quedan en el mundo. Y, para él, es especialmente valioso reconocer “el viaje” del autor antes de que llegue la intervención de editores profesionales. Algunas de las anotaciones al margen pueden ser hasta un aviso para los futuros ojos ajenos, como los dibujos que subrayan algún pasaje al que tal vez el editor no vaya a prestar mucha atención.
Los dibujos de Samuel Beckett son especialmente elaborados y están entremezclados con sus textos como si fueran una pausa.
Mark Nixon, profesor de Literatura Moderna, especialista en Beckett de la Universidad de Reading y uno de los dos comisarios de la muestra, no cree que los garabatos sean un simple divertimento: “Es una forma de mantener al escritor en la página mientras no escribe”.
El otro comisario, Dirk Van Hulle, es profesor de Bibliografía e Historia del Libro Moderno de la Universidad de Oxford, y también es especialista en Beckett. Para la exposición, han conseguido el manuscrito censurado de Esperando a Godot por una referencia a una erección que le pareció inapropiada al censor británico.
Los dibujos animan páginas llenas de tachones, casi siempre en blanco y negro, con letras escritas en tinta sobre otras en lápiz.
“A menudo estos tesoros literarios no son sorprendentemente bellos o llamativos. No te atrapan de inmediato como lo haría un manuscrito medieval. Pero presta un poco de atención. Mira un poco más de cerca. Concéntrate en esas travesías, en los garabatos, en el margen”, dijo Richard Ovenden, el bibliotecario jefe de la Universidad de Oxford, en la inauguración. “Pueden parecer un poco aburridos al principio. Pero no todo lo que es oro brilla, como escribió un escritor de Oxford”. El escritor era J.R.R. Tolkien.
Por cierto, el arranque de El castillo quedó así: “Cuando K llegó era noche cerrada”.
La exposición Write, Cut, Rewrite está abierta hasta el 5 de enero de 2025 en la biblioteca Weston de la Universidad de Oxford. La entrada es gratuita.
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