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A favor y en contra de convertir en libro el discurso más elitista de J.K Rowling

Hay pocas historias más famosas que la del niño que sobrevivió, y una de ellas es la de su creadora, J.K Rowling, y el infortunio que le persiguió hasta llegar a amasar una mayor fortuna que la reina de Inglaterra y convertirse en la escritora más rica del mundo.

Harry Potter es mucho más que la muestra tangible de una imaginación desbordante y del olfato empresarial de una treinteañera. La magia de esta saga millonaria se encuentra también en los débiles cimientos sobre los que se creó: pobreza, depresión clínica, machismo y supervivencia.

El lector medio se siente extrañamente reconfortado con los finales felices que estuvieron precedidos por la adversidad. Es más fácil empatizar con el triunfo de J.K Rowling por su pasado difícil que hacerlo con alguien que haya nacido en la élite. Como si engendrar un rico universo desde cero fuese un logro mundanal. Como si estuviese al alcance de cualquier mano.

Quizá no sea tan sencillo, pero ese es justamente el combustible de los anhelos, y todo anhelo humano se puede capitalizar. La vida anterior -y desgraciada- de la escritora británica es una buena muestra de ello. Se ha convertido en película mediocre de sobremesa, en libros de autoayuda, en ruta turística por Edimburgo, en consignas inspiradoras para postales y llaveros, e incluso en lecciones de economía precaria para dummies.

Sus palabras son un mantra. Sus tuits se viralizan. Y sus pregones se publican. La última en sumarse a este carrusel ha sido la editorial Salamandra, que acaba de lanzar el discurso de graduación que pronunció J.K Rowling en 2008 frente a la promoción de Harvard de ese año. Bajo el título Vivir bien la vida, la escritora ofrece a los estudiantes una dosis de realidad, hablándoles del fracaso, y otra de fantasía, instándoles a trabajar su imaginación.

Rowling tiene un don natural para filtrarse en las mentes más permeables, lo demostró con sus libros y lo sigue haciendo cada vez que le proporcionan un micrófono. Es imposible no sucumbir a la mezcla de crudeza y esperanza de este discurso. Pero, ¿es suficiente como para convertir tres caras de folio en un libro? De nuevo, no nos decidimos. Así que os invitamos a compartir vuestra opinión en los comentarios y a votar en la encuesta final del artículo.

“El miedo y las náuseas que he sufrido estas semanas pensando que tendría que pronunciar este discurso me han hecho adelgazar. ¡He salido ganando por partida doble!”, más allá de este infame comienzo, hay dos hechos de Vivir bien la vida que son difíciles de rebatir.

El primero es que podemos afirmar sin temor a equivocarnos que J.K Rowling es una de las generadoras de conciencia más carismáticas de nuestro siglo y que su Harry Potter logró trascender la moralina blanca de mucha literatura juvenil. El segundo es que a veces un buen discurso es la píldora concisa y divulgativa de conocimiento que nuestras apretadas agendas requieren. El éxito de las TED Talks así lo demuestra.

Ahora bien, estas dos certezas y la publicación de Vivir bien la vida no tienen por qué ir de la mano. El discurso de aceptación de la Nobel de la Paz guatemalteca Rigoberta Menchú, la charla TEDx de la coach Lizzie Velasquez o Emma Watson frente a las Naciones Unidas son discursos que merece la pena introducir entre dos solapas, ponerles una portada bonita y hojear de vez en cuando en nuestra estantería. Son palabras dirigidas a un público universal, y por eso su perdurabilidad no caduca.

Vivir bien la vida está dirigido a un tipo de público muy específico: los estudiantes de la promoción de Harvard de 2008. Por supuesto que J.K Rowling apela a sentimientos universales como la amistad y la imaginación, y además lo hace con una fenomenal elocuencia a la que es difícil resistirse, pero también habla de un concepto que chirría teniendo en cuenta el contexto donde se pronuncia. El fracaso.

Nadie está exento de fracasar, ni siquiera los jóvenes más aventajados a nivel social y económico del mundo. “Ahora lo único que debo hacer es fijar la vista en esas banderas rojas y convencerme de que me encuentro en la mayor reunión de ex alumnos de Gryffindor del mundo”, escribió la autora. Pero no era el caso. Se encontraba ante la élite con mayúsculas del futuro, a la que los conceptos de pobreza y fracaso les sonarán cuanto menos lejanos (cayendo en una generalización algo burda).

Sin pretenderlo, en lo que parece más una desafortunada torpeza, J.K Rowling se encuentra haciendo una defensa neoliberal de la meritocracia. “Fracasar me proporcionó una seguridad interior que nunca había alcanzado aprobando exámenes”. No es una meritocracia académica, sino fantasiosa. En la que, si te lo propones, la imaginación llegará con su blanca armadura para salvarte del hambre y de las facturas de luz sin pagar. A ella le sirvió por su innegable talento, pero parece poco probable que le ocurra lo mismo a los de Harvard, y aún menos al resto de la población del planeta.

Al César lo que es del César, y J.K Rowling no se ha ganado todo lo que tiene por casualidad. Es trabajadora y rezuma inteligencia. Eso no significa que haya que transformar en libro cada sílaba que sale por su boca, y un ejemplo claro es esta publicación. De haber sabido que su discurso de dos folios iba a salir a la venta diez años después disfrazado de manual de autoayuda, quizá ella misma hubiese elegido otras palabras.

Lo mejor del libro Vivir bien la vida de J. K Rowling es que es una oda a la imaginación y a la amistad. Si estás metido en problemas, si no tienes ni para un bocadillo o todo a tu alrededor parece desmoronarse, tener buenos amigos y dosis altas de imaginación puede sacarte de muchos apuros. Según cuenta, antes de convertirse en una de las escritoras más importantes (y ricas) de todos los tiempos, Rowling se sintió una gran fracasada por su divorcio, por ser madre soltera y por estar en paro y vivir de subsidios.

“Era todo lo pobre que se puede ser en la Gran Bretaña de hoy en día antes de convertirte en una persona sin hogar. Los temores de mis padres, y los míos, se habían hecho realidad y, según esos criterios convencionales, no conocía a nadie tan fracasado como yo”, cuenta lúcida y brillante hacia la mitad de su discurso. ¿Las culpables? Su imaginación y una gran idea sobre un niño mago. Rowling siguió escribiendo porque el fracaso le hizo fuerte y porque era lo único que de verdad sabía hacer.

Merece la pena leer su discurso porque emociona y te hace sentir capaz de cualquier cosa. Obviamente, no todos llegaremos a imaginar un súper éxito como Harry Potter, pero la británica es la muestra de que se puede estudiar una Filología y triunfar lejos del mundo académico. “No recuerdo haberles dicho a mis padres que estaba estudiando Clásicas; es muy probable que se enteraran el día de mi graduación. De todas las materias habidas y por haber, creo que les habría costado mucho nombrar alguna menos útil que Mitología Griega con vistas a que, algún día, yo tuviera derecho a las llaves del lavabo para directivos de una oficina”.

Aunque es verdad que quizá no sea necesario editar todo aquello que dicen o garabatean los escritores más famosos, lo cierto es que este libro es una manera sencilla y acertada de acercar un discurso de este tipo (medio biográfico, medio de auto-ayuda) al público en general.

También es bastante valiente dirigirse a la élite mundial para hablarle de los beneficios del fracaso, de la empatía y de la amistad. Teniendo en cuenta que los alumnos de Havard están llamados a ser los futuros tejedores de nuestra historia, nuestras relaciones internacionales o nuestras mismísimas políticas, recordarles que ponerse en el lugar del otro también es triunfar puede ser bastante importante.

“Ya casi he terminado. Solo os deseo una cosa más y es algo que yo ya tenía a los 21 años. Los amigos con los que estaba sentada el día de mi ceremonia de graduación han seguido siendo mis grandes amigos hasta el día de hoy. Son los padrinos de mis hijos, personas a las que siempre he podido acudir en momentos de verdadera necesidad, personas tan buenas que no me demandaron cuando puse sus nombres a mortífagos”, leer esto es fantástico.