Salman Rushdie devuelve la puñalada con realismo mágico y demuestra el poder de las historias
Ha pasado medio año desde que el escritor Salman Rushdie fuera apuñalado mientras daba una conferencia en el noroeste del estado de Nueva York. Entonces ya tenía terminada su siguiente novela, Ciudad Victoria (Random House), que llega ahora a las librerías impregnándolas de épica, realismo mágico y aventura. El volumen es en sí un viaje y no solo porque retorne a la India del siglo XIV. Sus páginas activan inmediatamente el interruptor de la imaginación; pero el de una imaginación activa y consciente de su poder de cambio. No en vano, el primer paso para que algo suceda es, como mínimo, imaginarlo.
La protagonista de la novela es Pampa Kampana, una niña de nueve años que, tras asistir al suicidio colectivo de un grupo de mujeres que acaban de perder a sus maridos en la guerra, es 'poseída' por una diosa. Desde ese momento, la voz del ser divino brota por su boca. Entre aquellas mujeres está su madre. Acto por el que llega a la siguiente conclusión: “Su infancia tocaba a su fin, a partir de ese momento debía comportarse como una adulta y no cometer jamás el error de su madre. Se reiría de la muerte y encararía la vida. No sacrificaría su cuerpo solo por seguir a un hombre muerto a la otra vida. Se negaría a morir joven y, por el contrario, viviría hasta ser insultantemente vieja”.
Esa vejez terminará materializándose en alcanzar más de 250 años atravesados por una singular misión: construir una ciudad en la que las mujeres tengan la misma representación que los hombres. En otras palabras, una ciudad feminista. Para ello, cuenta con la potestad y capacidad de inventar el pasado de sus habitantes, a quienes se lo narra susurrándoselo al oído. Rushdie confiere así a la ficción un poder que trasciende a la narración, capaz de hasta generar e inferir vida.
“Lucharás para asegurarte de que los hombres empiecen a ver a la mujer con otros ojos, y vivirás lo suficiente como para ser testigo de tu éxito, y también de tu fracaso, para verlo todo y contar los hechos”, le explica la diosa. La joven emprende su misión siguiendo sus ordenanzas, dando lugar a Bisnaga, la 'ciudad de la Victoria'. En ella, “las mujeres hacían cosas por todas partes que, en el resto del país, se consideraban impropias para ellas. Sin ir más lejos, un bufete donde tanto abogados como pasantes eran mujeres; obreras descargando mercancías de las barcazas amarradas en el muelle de la ribera. También había mujeres patrullando las calles, mujeres escribientes, mujeres arrancando muelas. A nadie le parecía raro todo esto”.
Pampa Kampana puede imaginarlo así al tomar el ejemplo de su propia madre, la alfarera Radha Kampara, quien le enseñó que una mujer “podía ser tan buena como el hombre en todo”.
El susurro como poder
Ciudad Victoria es brillante en su ejecución, fruto de su propia autoexigencia. El autor indio-británico no se limita a narrar esta historia dotándola de una estructura lineal. Más allá del abanico de personajes secundarios que rodean a la protagonista, Rushdie suma una segunda capa combinando dos voces narrativas. Está la principal, que sigue en tercera persona el transcurso de los acontecimientos. Y una segunda, que apela e interroga a quien lee, convirtiéndose en un compañero de lectura cómplice con sus comentarios sobre lo que sucede. Sus digresiones amplían y enriquecen el relato con ingenio y desconcierto.
Este segundo narrador explica que el libro parte de un manuscrito que fue encontrado y que él mismo ha reescrito y apostillado para el lector actual. Fue la propia Pampa Kampana quien redactó el poema primigenio sobre la ciudad Bisnaga y lo metió en una cazuela de barro como mensaje para un futuro convertido ahora en presente. Los comentarios de su descubridor, escritos en letra cursiva, amplían las miras de la novela y detienen el tiempo para replantearse. Interpelan y cuestionan lo que se va leyendo, reivindicando el poder de la palabra, y su intrínseca capacidad de encantar y hechizar a las personas.
La novela es entusiasta y enérgica, pero no idealista. Desde el inicio deja claro que no va a relatar únicamente el ascenso de una ciudad, sino también su ocaso recordando, como así se deja patente en el texto, “que los imperios caen pero su historia permanece esculpida en palabras”. En este caso, llenas de una fantasía que le valen como espejo de cualquier sociedad inestable —como toda recién creada, no nace sabiéndose—; y para narrar los vaivenes del compromiso político y la propia humanidad.
La necesidad de tener una historia
Ciudad Victoria está dividida en cuatro partes (El nacimiento, El exilio, La gloria y La caída), a través de las cuales Rushdie cuenta —y comenta— el devenir de la profetisa y sus diversos compañeros de viaje. Cuenta 'su' historia, permitiendo que esta exista y mostrando a su vez la importancia de tenerla; ya sea la de una persona, una travesía o una nación. Pampa Kampana imagina la de sus habitantes tomando como punto de partida sus memorias pero, al ser “demasiadas vidas” las que debe “alentar”, “la imaginación toma las riendas en el punto en el que la memoria no da más de sí”. Y también es ella la que narra, la que ejerce tal poder, la que dota de relato a Bisnaga.
“Conocíamos únicamente las ruinas de ese imperio y el recuerdo de su historia estaba también en ruinas debido al paso del tiempo, a las imperfecciones de la memoria y a las falsedades de quienes vinieron después”, reconoce el narrador cómplice. La primera persona del relato de la profeta es en sí un acto político; ese tomarse el tiempo para escribir lo acontecido para la posteridad siendo su propia protagonista. Sin dejar que nadie empañe, reinvente, mienta, minusvalore o no haga justicia con el pasado que sí fue. “¿Qué sentido del tiempo y de lo que nos hace humanos tendríamos sin aquellos individuos que se arrogaron la misión de consignar y transmitir los acontecimientos que los marcaron?”, plantea el autor.
Rushdie ha reconocido que se siente incapaz de escribir. Además de las secuelas físicas —ha perdido la visión de un ojo, tiene una mano casi paralizada y un movimiento involuntario en el labio—, el atentado ha afectado a su capacidad de inventiva
Rushdie regresa a su India natal, en la que no faltan bosques, mercados, palacios, templos, animales majestuosos, campos de batalla y un largo etcétera que conviven entre elementos sobrenaturales, altas dosis de épica y amor. Hay igualmente intrigas palaciegas, luchas por el poder de los linajes, alianzas, conspiración, pasión y tragedia. Elementos que confieren ritmo a una prosa firme e inteligente, con valerosos tintes de introspección.
Una ciudad legado
El libro llega con expectación doble tras el ataque que casi acaba con la vida de Rushdie el pasado mes de agosto. Episodio de cuyas secuelas habló por primera el novelista anglo-indio de 73 años a principios de mes. Ciudad Victoria ya estaba acabado cuando fue apuñalado, su texto estaba 'a salvo'; pero no está tan claro qué sucederá después. La vida del autor ha estado marcada por la amenaza desde que en 1989 promulgara una fetua (fatwa) contra él el líder político y religioso de Irán Ruhollah Jomeini. Una condena de muerte por la que una fundación ofrecía una recompensa económica de 3,3 millones de dólares, al considerar blasfema su obra Los versos satánicos. Sin embargo, su creatividad nunca había estado tan amenazada como hasta ahora.
Rushdie ha reconocido que por el momento se siente incapaz de escribir. Además de las secuelas físicas —ha perdido la visión de un ojo, tiene una mano casi paralizada y un movimiento involuntario en el labio—, el atentado ha afectado a su capacidad de inventiva. “Tengo eso que se llama trastorno de estrés postraumático. Estoy teniendo muchas, muchas dificultades para escribir. Me siento y no sucede nada. Escribo, pero es una combinación de vacuidad y desechos, cosas que escribo y borro al día siguiente”, aseguró.
Esta triste coyuntura dota a Ciudad Victoria de una relevancia aun mayor, le confiere más mérito y genera aún más expectativas —cumplida con creces—. La novela funciona como hermoso legado de tres capas, empapado de sabiduría. El de su soñadora protagonista, el del narrador que encuentra su texto y lo reescribe; y el del propio Rushdie, que firma un luminoso pozo que rebosa sabiduría y certidumbre sobre un futuro posible. Sus palabras son puertas abiertas y conceden margen de maniobra, hasta para las cicatrices.
9