“Por fin tenemos las 'sudakas' una tierrita, una parcela con casa y una nave. Amigas y compañeras artistas nos juntamos para construir ahí una residencia/escuela de creación con espíritu de casa familiar y amorosa para darnos sostén y afecto”. Así definen las organizadoras del proyecto Sudakasa su recién creado espacio, donde van a compartir sus “escrituras y saberes”. “Queremos autoemplearnos, regularizarnos, ayudarnos y divertirnos”, aseguran en la carta de presentación que lidera su página web.
“Nos decidimos a trabajar juntas y organizarnos en un proyecto común que tiene varias etapas. Dependemos de conseguir recursos para poder ir creciendo poco a poco y reformar el espacio en armonía con el entorno”, explican a este periódico –ante el que prefieren responder como una voz colectiva–, sobre este nuevo hogar localizado en el municipio de Illana (Castilla-La Mancha).
Por el momento se encuentran en la primera fase, que incluye remodelar una gran nave agrícola como lugar de trabajo polivalente, y que permita acoger estancias cortas y talleres intensivos. Para lograr alcanzar el presupuesto necesario, han lanzado una campaña de crowdfunding.
Gabriela Wiener, María Fernanda Ampuero, Claudia Ulloa, Claudia Apablaza, Andrea Aldana, el proyecto La Limonera –Luz Amelia Santana y LaMarce Rodríguez–, Jaime Rodríguez Z, Francisco Jurado Chueca, Jorge Núñez Riquelme y las editoriales La mujer rota, Esto no es Berlín, Pequeño pato salvaje y Dum Dum Editora conforman el grupo motor Sudakasa; que acoge a su vez a una amplia lista de autoras aliadas entre las que figuran, entre muchas otras, Rocío Quillahuamán, Sandra Gamarra, Mónica Ojeda, Cristina Rivera Garza, Brenda Navarro, Gabriela Cabezón, Carolina Meloni, Lucía Lijtmaer, Liliana Colanzi, Lucrecia Masson, Belén López Peiró, Lucía Egaña, Camila Sosa, Mafe Moscoso, Daniela Tarazona, Clyo Mendoza y Nona Fernández. Las figuras del segundo grupo acudirán para impartir talleres inmersivos y acompañar los proyectos de artistas en residencia.
Ahora bien, ¿por qué es importante que exista un proyecto como Sudakasa? Las organizadoras explican que sienten que en España hay una urgente necesidad de espacios que sean gestionados por las propias comunidades migrantes y desde su mirada descolonizadora del mundo. Un lugar para lo social, cultural, artístico y político, que no esté centrado en lo comercial sino en la convivencia y la red.
“Actualmente dependemos de infraestructuras blancas para todo lo autogestionado: retiros, fiestas, talleres, asambleas, presentaciones de libros, ferias, exposiciones, espectáculos teatrales, etc. Queremos hacer todo eso y dar el paso a algo que hemos soñado muchas veces, que es hacerlo en medio de la naturaleza”, describen subrayando la importancia de la ubicación.
Sudaska es un refugio antiatómico contra los apocalipsis del odio, los climáticos y los pandémicos
El contexto político actual, en el que existe un avance de la ultraderecha tanto en España como en Europa, les lleva a afirmar que lo que están construyendo es igualmente “un refugio antiatómico contra los apocalipsis del odio, los climáticos y los pandémicos”. Un refugio cuyas puertas están abiertas para las artistas y creadoras latinoamericanas que se encuentren residiendo en España, en proceso migratorio, de paso, o en situación de vulnerabilidad. “Queremos que Sudakasa sea ese lugar en el que sean recibidas las nuevas propuestas, aquellas que no encuentran espacio en un mercado editorial lamentablemente extractivista”, defienden.
Poder vivir de escribir, siendo autora latinoamericana
En los últimos años, los nombres de escritoras latinoamericanas han ido ganando presencia en el panorama literario internacional. Han cosechado premios importantes, son alabadas por la crítica y sus obras se publican a ambos lados del océano tanto en editoriales independientes como en grandes sellos. Su notoriedad hace que muchos se refieran a ellas como 'nuevo boom' de autoras latinoamericanas. Desde Sudakasa aseguran que ninguna de ellas se siente identificada con la que definen como “semejante etiqueta comercial”, pero sí que consideran que se puede hablar de una etapa dorada para la circulación de sus libros e historias, en el formato y género que sea.
Pero no es oro todo lo que reluce en las estanterías, ya que la gran mayoría no puede vivir todavía de la escritura o del arte. Las organizadoras lamentan que sean otros quienes se beneficien de esta operación y esta “nueva ilusión de éxito”. Al contar con únicamente el 10% de los derechos, recuerdan que escritores y escritoras son el tramo más frágil de la cadena del libro. Aunque en general se ha llegado a un punto en el que se da por hecho la idea de que de escribir libros no se vive, proclaman: “Sudakasa es un proyecto utópico. Si no lo fuera no querríamos hacerlo”.
Saben que las propias editoriales y librerías también tienen sus complicaciones por razones sistémicas, pero reivindican que autores y autoras reciban mejores compensaciones por su trabajo. “No somos guionistas de series pero es necesario volver a pensar en una redistribución más justa. Sudakasa también quiere ser un frente para hablar de derechos en todo el sentido de la palabra”, avanzan.
Poéticas vertebradas por la comunidad
El objetivo del espacio es que en él convivan escritoras, editoras y artistas. Una convergencia que no les es ajena, y que viene de lejos: “Entre las migrantes 'sudakas' es supernatural hacer un poco de todo por la supervivencia. Somos fronterizas. Tendemos puentes entre nosotras continuamente. Las condiciones materiales de vida determinan nuestras poéticas”. Por ello su proyecto lo vertebra considerar importante combinar el trabajo personal con el colectivo.
“La comunidad no tiene jefes, ni genios, ni gente que para lo único que sirve es para escribir mientras el resto les resuelve la vida. Tenemos familias aquí y allá, hijes, gente que depende de nosotras y con la que convivimos. Si no, qué abuso, qué soledad, qué aburrido, qué egoísta, qué capitalista, qué macho, qué racista”, defienden las organizadoras.
Esta filosofía la va a reflejar el propio espacio, situado a orillas del río Tajo, y que están construyendo junto a Husos Arquitectura. Su trabajo sobre este no será desde premisas cerradas, sino que lo entienden como un sistema abierto y vivo, no tanto que haga, sino que permita hacer. Lo han imaginado como un conjunto de soportes para que puedan ocurrir cosas y sean sus usuarios quienes lo vayan definiendo en el tiempo. Y con la sostenibilidad siempre en el punto de mira. Quieren ser una residencia de referencia por lo inmaterial que germine dentro de ellas, pero también por todo lo relativo a lo material, lo social, lo económico y lo ambiental.