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Ruido y silencio

Llamadme Battiato

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En el año 84, el festival de Eurovisión vino con sorpresa. Por la parte italiana se presentaba una canción diferente; un tema que mantenía la pulsión rítmica del techno-pop de aquellos tiempos pero con una peculiaridad: carecía de estribillo pegadizo. Lo interpretaba una pareja muy especial. 

La mujer, morena, de timbre grave, respondía al nombre de Alice y tenía experiencia en concursos musicales. Se había dado a conocer en el festival de Castrocaro, ganando el primer premio, y también había participado en el festival de Sanremo con peor suerte. A su lado, un hombre enjuto con gafas de pasta y cierta comicidad en su expresión, entonaba con voz suave una letra que tenía que ver con trenes en el desierto. Se movía con elegancia mediterránea, herencia de siglos que cargaba su estructura de hueso largo y poca chicha.  

El tema se titulaba “I treni di Tozeur” y el hombre era Franco Battiato. Fue ahí cuando se asomó a nuestros hogares aquel friki de la música que con el tiempo resultó ser un gamberro muy querido. Muy poca peña conocía en España a Battiato. Los Hombres G, por entonces un grupo desconocido por el gran público, hablaban de él en la barra del Rowland, incluso le habían hecho un guiño en la cara B de su primer single que pasó desapercibido hasta que llegó el productor Paco Martín y convirtió “Venezia” en un éxito. Sí, la del jersey a rayas. Algún día de estos hablaré de Paco Martín, de cómo consiguió transformar los cuatro acordes de siempre en un centenar de discos de oro. Pero hoy toca hablar de Battiato. 

Iba diciendo que a partir de entonces, a partir de su participación en el concurso de Eurovisión, el nombre de Battiato empezó a pegar fuerte en las emisoras de radio. En poco tiempo sus canciones se colarían en nuestra vida y en las discotecas de moda. Entre los temas de Michael Jackson, Kool and The Gang y Madonna, sonaba su “Centro Di Gravità Permanente”, una canción de letra disparatada donde aparecía una vieja bretona con un sombrero y un paraguas de papel de arroz. El asunto se complicaba con la dinastía Ming y luego llegaba el desbarre cuando a Battiato le daba por decir que no soportaba la new wave italiana. Vista así, la letra de la canción es una gamberrada aunque su origen fuese mucho más profundo.

Porque “Centro Di Gravità Permanente” tenía que ver con las enseñanzas de George Gurdjieff, el gurú místico de origen ruso que hablaba de reorganizar la vida a partir de nuestros centros de gravedad permanentes. Parece ser que el tema de marras fue una de las múltiples bromas en forma de apuesta que Battiato se marcó. Lo hizo para demostrar que era capaz de llegar a las listas de éxito con una canción de base electrónica. Para él, hacer estas cosas era sencillo. Tan fácil como coser y cantar sin perder el centro de gravedad permanente.

Porque el arte o es fácil o no es arte y Franco Battiato era, ante todo, un gran artista. Aunque aquella noche, en el festival de Eurovisión su canción no ganase, quedase en quinto lugar, durante el verano del 84 llegó a alcanzar los primeros puestos de las radiofórmulas de la época.

 Cuentan también que cuando Battiato ya era un artista de éxito, al terminar uno de sus conciertos por España, y con el público pidiendo el bis a grito de ¡Franco! ¡Franco! salió al escenario y dijo: “Por favor, en España llamadme Battiato”.