“Es muy difícil captar una instantánea sin herir la realidad. Contarla no es fácil”. Pero sí posible. Así lo demuestra Yo disparé los 80, la exposición enmarcada dentro del festival PHotoEspaña, que muestra cómo la fotoperiodista Mariví Ibarrola fue capaz de capturar la intensidad y esencia de lo que se vivió, experimentó y disfrutó en una época tan singular que generó su propia marca: 'la movida madrileña'.
La riojana se hizo con la escena cultural más underground del momento convirtiendo su cámara en una espectadora más de los numerosos conciertos que inmortalizó. Y lo hizo a través de lo que ella misma bautizó como 'rock peatonal' (a pie de calle).
“Lo que me interesaba era documentar y contar lo que pasaba. Sin artificio”, reconoce y recuerda entusiasta ante este periódico mientras camina por la exhibición ubicada en el Espacio Cultural Serrería Belga de Madrid. En total son 54 las instantáneas que componen el recorrido que protagonizan figuras como Antonio Vega, Alaska, Radio Futura, Loquillo, los hermanos Urquijo de Los Secretos, Siniestro Total, La Frontera, Mikel Erentxun, Hombres G, Mecano, Rossy de Palma, La Polla Records, Los Pistones, Gabinete Caligari, Glutamato Ye-Ye y un largo y valioso etcétera.
Ibarrola marcó y eligió su camino desde bien temprano. En 1974 decidió hacer las maletas en contra de su familia y se marchó a estudiar Periodismo a Madrid. “Cuando terminé la carrera, en vez de irme a un periódico a hacer las prácticas, que es lo que hacía todo el mundo; las hice sumergiéndome en algo nuevo. Ahí nadie era demasiado famoso. Me interesó esa parte incipiente de cultura urbana. Yo también estaba ahí metida”, explica sobre sus primeros pasos como 'disparadora' de la escena musical de la capital en plena Transición.
“Todavía no sabía el cambio que se estaba dando, ni yo misma como mujer y periodista”, comenta sobre un contexto que fue profesionalmente hostil, ya que apenas había fotorreporteras.
“Había mucha caspa a todos los niveles, no solo políticamente, también culturalmente”, critica. “La gente nos miraba muy mal en esa época. Te decían varias veces: 'Mujeres sí, putas no'. Encima que estábamos haciendo un trabajo profesional de comunicación”. Tampoco había demasiados hombres, pero ellos no tenían que enfrentarse a la discriminación machista. “Todo era analógico, no era como ahora que todo el mundo lleva un móvil con cámara en el bolsillo”, compara.
Ella estaba obligada a convivir igualmente con la inseguridad que implicaba trabajar por su cuenta: “A mí no me mandaba nadie por encargo. A veces publicaba y otras no. Era una pobre autónoma. En aquella época nos pagaban fatal. Aunque bueno, como ahora. Este gremio...”. Esta coyuntura implica a su vez que su archivo sea distinto al de la prensa de información general. Y al mismo tiempo, una mina de contenido que no solo abarca los ochenta.
“No paraba. Iba a todo lo que elegía”, señala Ibarrola poniendo en alza el “criterio” que le permitió organizarse para estar “en todas partes”. Una sensación que se transmite en la exposición, por cómo, no importa la hora del día en la que se visite, funciona como un trasnochador viaje en el tiempo que toma como punto de vista el del público.
“Fotografié lo que veía la gente. Entonces no había los fosos que hay ahora. Si alguien que estuviera en alguno de estos conciertos ve estas imágenes puede comprobar que era su punto de vista. Lo único que difiere es que lo vio en color y esto es en blanco y negro. El grano y el blanco y negro ayudan a olvidarte y a centrarte más en el concepto y el mensaje. El color te despista”, opina.
Ibarrola entró a su vez en camerinos, pasillos y baños. Sobre los primeros indica que eran “igual que ahora”, ya que defiende que fue entonces cuando “se marcaron las tendencias”. Aunque con una gran diferencia: “Se fumaba todo el rato”. En los servicios del Rock-Ola se gestó una de las fotografías más curiosas de la exhibición, protagonizada por dos jóvenes vestidas de negro que posan juntas como si fueran amigas de toda la vida. Una de ellas se puso en contacto con ella hace seis años, y le reveló la sorprendente realidad: “No la conocía de nada”. Se encontraron en la cola y sonrieron cómplices a la fotógrafa.
La profesional aprovecha para apuntar la importancia de quién se “apropia de los relatos”, tomando como ejemplo la imagen que mayoritariamente impregna el imaginario colectivo de los ochenta que ella capturó: “Parece que todo fue sexo, drogas y rock and roll. Y eso ya estaba de antes. No hay que sacarlo de contexto. Hay que contar con todas las miradas y datos sobre la mesa para poder decir 'esto fue lo que pasó'”.
Gratix, Rock Espezial, Ruta 66, Rockdelux, Diario 16, Madrid Me Mata, Tintimán, Musikaria, Diario Vasco y una amplia lista de fanzines son algunas de las publicaciones que incluyeron sus fotografías. La exposición muestra varios recortes de las mismas.
Fotos transparentes (y de más)
Entre los múltiples protagonistas de sus instantáneas están los integrantes de Hombres G, a quienes inmortalizó en el rodaje de la película Sufre mamón que dirigió Manuel Summers, padre del vocalista de la banda David Summers. “Grabaron en las aulas de un colegio que estaba por la zona del Parque de las Avenidas. Creo que la ropa que usaron era suya. Hay cosas que se te olvidan...”, reconoce. El largometraje, estrenado en 1987, narraba los orígenes del grupo, con sus propios integrantes interpretándose a sí mismo. Un año después filmaron su secuela, Suéltate el pelo.
Visto con perspectiva, Ibarrola opina que la relación que se establece entre fotógrafos y artistas ha cambiado mucho desde entonces. En gran parte porque “antes no había tanta gente y ahora es una barbaridad”. “También pienso que ha habido un abuso”, considera ampliando esta sensación a no solo la fotografía profesional.
“Se hacen tantas fotos que no disfrutas del momento. Estás pendiente de otra cosa. Hay gente que se va a Vietnam y toma 5.000 fotos, ¿para qué quieres 5.000 fotos? Para enseñarlas. Entiendo que lo que más placer da es hacerlas, pero...”, afirma y cita como ejemplo de la diferencia acontecida en los últimos treinta años a Bob Dylan, que en su gira por España ha prohibido el uso del teléfono durante sus actuaciones. El cantante está obligando no solo a que no se puedan grabar las canciones, sino que los asistentes tampoco pueden ni mirar la hora ni responder al WhatsApp.
Los ochenta: ¿tiempos de libertad?
Hay quienes piensan que los ochenta están sobrevalorados, y a la vez quienes miran hacia atrás con la nostalgia de tiempos en cierto modo más libres. “¿Había más libertad?”, cuestiona Ibarrola: “Yo era libre porque quería ser libre. Pero a mí se me juzgaba como una mala mujer y una mala periodista porque se suponía que tenía que estar en un periódico escribiendo de las escaleras mecánicas, un centro comercial o del político de turno. Para mí eso no es tener libertad. Me tuve que enfrentar a una sociedad totalmente encorsetada y hacer mi 'rock peatonal' para poder hacer aquello en lo que creía y me apetecía en ese momento”.
La periodista sostiene que podría haber optado por seguir los pasos de otras compañeras que entraron en periódicos y televisiones autonómicas que estaban apareciendo: “Pero yo no decidí eso”. Desde entonces hasta ahora, explica que se ha tenido que “reinventar”, pues venía “de la fotografía analógica”. No obstante, considera que lo más arduo está siendo “digitalizar” todo su archivo, al implicar un proceso que califica como “muy pesado”. En conjunto, describe que este arte engloba disciplinas matemáticas y científicas como la química y la óptica.
“Educar la mirada es importante”, suma compartiendo que ella lo hizo mirando paisajes, las luces y sombras que generan los edificios. Pero hay una máxima que considera aún más relevante: “De los errores salen las mejores fotos”. Y con ellas la posibilidad de perpetuar –en el caso de esta exposición– una década intensa, única y nocturna que, gracias a sus imágenes, es posible revivir, descubrir y hasta escuchar.