Muere Tom Wolfe, estandarte del Nuevo Periodismo
El periodista y escritor estadounidense Tom Wolfe ha fallecido en Nueva York a los 87 años, según ha informado esta tarde su agente Lynn Nesbit. El llamado padre del Nuevo Periodismo y autor de novelas de ficción tan aclamadas como La hoguera de las vanidades residía en Manhattan, donde había sido hospitalizado en las últimas horas por una grave infección.
Aunque el libro anteriormente mencionado fue el más exitoso gracias, en parte, a su adaptación a la gran pantalla en 1990 por Brian de Palma, Wolfe fue reconocido por su obra de no ficción. El coqueto aerodinámico rocanrol color caramelo de ron (1965), Ponche de ácido lisérgico (1968) o Lo que hay que tener (1979) le alzaron como una pluma innovadora y sentaron las bases de un nuevo estilo periodístico que bebía de lo mejor de la ficción sin olvidarse nunca de contrastar los hechos.
Ese híbrido fue acunado por Wolfe junto a Gay Talese, otro de los popes de un género confesional que les diferenciaba en los años 60 de la información dura de las grandes cabeceras, y al que se sumaron grandes firmas como Truman Capote, Norman Mailer y la reciente Princesa de Asturias, Alma Guillermoprieto.
La última vez que estuvo por nuestro país fue en 2013 presentando su nuevo libro Bloody Miami, otra crónica despiadada de la Norteamérica contemporánea. Como siempre, enfundado en su sempiterno traje blanco coronado con el sombrero negro, ya advirtió que “el mundo se divide entre los que triunfaban en el patio del colegio y los que eran humillados en él”. Una filosofía reincidente en sus escritos y que también aplicaba en su vida privada.
Como escribía Lucía Lijtmaer en este diario, “la fascinación del autor con la jerarquía recorre toda su obra y se plasma especialmente en sus protagonistas: prácticamente, todos WASPS (hombres blancos anglosajones y protestantes)”.
Su estética minuciosa, tanto en el atuendo como en los escritos, fue el elemento de distinción que Wolfe eligió para mostrarse de puertas para afuera. Una obsesión que compartía con Gay Talese y que sirvió como una pista elocuente sobre ambas personalidades.
Sátiras en primera persona
Nacido en Richmond (Virginia), Wolfe se mudó a Nueva York en 1962, año en el que entró a escribir en The New York Herald Tribune y al mismo tiempo comenzó a formarse un nombre en el periodismo literario y la novela periodística. Un trabajo bebió directamente del otro, ya que fue su primer director quien le animó a ir “más allá del periodismo objetivo”.
Desde aquel entonces, cada vez que Wolfe tenía la oportunidad, recomendaba “salir del edificio” a sus entrevistadores. Él mismo se involucró en las historias, no solo como oyente, sino como elemento activo de las mismas. Los relatos escena a escena siempre estaban aderezados con un uso constante de la primera persona que al final de su carrera reconoció excesivo.
“Un efecto negativo del Nuevo Periodismo es el abuso de la primera persona del singular. Un fallo que yo mismo he cometido. Mi primer texto sobre la cultura automovilística en California, lo empecé escribiendo: 'La primera vez que vi coches personalizados…'. A menos que seas una parte de la trama, creo que es un error escribir en primera persona”, afirmó el escritor en una entrevista con El País.
Autocorrecciones aparte, Tom Wolfe enseñó a escuchar a la generación del Nuevo Periodismo y a otras nacidas al albor del nuevo milenio. Sus perfiles, entrevistas y libros mostraban mucho más que a un narrador con ganas de protagonismo, y han sido analizadas y estudiadas en las facultades de comunicación de todo el mundo. También compartió el fino arte de la caricatura y la sátira, una delicia en cada una de sus descripciones -sobre todo de los personajes que no soportaba-.
Wolfe conseguía la verdad, la contaba y la hacía gustosa para el lector. “El reportaje es el principio de la sabiduría”, decía siempre.
Con 85 años, publicó en 2016 su último libro de no ficción, The Kingdom of Speech (aún sin traducir al español), en la que critica a Noam Chomsky y a Charles Darwin por sus dictámenes sobre el origen del lenguaje.