Bizarrap abarrota un Boombastic que convierte el recinto de Rivas en un parque de atracciones
Hinchables, camiones con comida rápida, puestos de maquillaje brilli-brilli, tiendas de ropa y de cigarrillos electrónicos, concursos patrocinados por bebidas alcohólicas, una capilla para casarse y hasta una noria —normalmente siempre vacía— al más puro estilo Coachella. Todo esto podía verse de espaldas a los dos grandes escenarios del auditorio Miguel Ríos en Rivas-Vaciamadrid en el fin de semana del 16 y 17 de junio por el festival de música urbana Boombastic. Una sobreestimulación constante que hace sentir que uno no está allí por la música, sino por “vivir una experiencia” con muchas vertientes. Eso sí, casi nada gratis.
El festival reunió en el recinto madrileño a unas 25.000 personas, según fuentes de la organización, y colgó el ‘no hay entradas’. No había colas demasiado largas en la entrada al recinto, lo cual había sido una queja de ediciones pasadas. El target de la gente era principalmente joven, desde adolescentes hasta treintañeros. Aunque el cartel no era paritario —había más artistas masculinos que femeninos— podía verse más o menos el mismo número de mujeres que de hombres entre los asistentes, todos ellos con sus prendas festivaleras. La afluencia de gente era alta; el propio festival sacó una promoción que rebajaba el precio de las entradas a los ripenses, sin ninguna subvención del Ayuntamiento.
Como ya acostumbran este tipo de festivales, uno tiene que elegir qué concierto quiere ver y cuál perderse. Es ya habitual que unos conciertos se pisen con otros y en el Boombastic se repitió esta lógica. Aunque hubo tristeza entre los asistentes por el concierto de Saiko cancelado pocos días antes, con máximas de 34 grados y en una jornada calurosa, la argentina Taichu y después Zetazen fueron los artistas encargados de inaugurar el escenario más grande del recinto. El otro, lo abrieron Cesar AC, Barry B y Aleesha.
Las actuaciones se sucedían a medida que avanzaba la tarde. Quien no quería ver los conciertos, se daba un paseo por el recinto, que tuvo sus críticas entre los asistentes por el elevado precio de la comida —hamburguesas por un mínimo de ocho euros, siendo la opción más barata para comer una porción de pizza a cuatro— y por los gastos de gestión de dos euros para recuperar el dinero de las pulseras, que muchos se enteraron en el recinto que sería así; una práctica que le supuso un expediente sancionador al festival BBK Live en el pasado. Le botella de medio litro de agua tenía un coste de tres euros aunque en la carta de bebidas marcaba uno.
Tras el concierto de Reality y con las batallas de rap freestyle en transcurso le tocó el turno a Ptazeta. La artista canaria de rap y reguetón fue de la primera en llenar la pista del escenario. Aprovechó su momento para reivindicar la importancia de la salud mental e instar a la gente a tener un mejor comportamiento en redes sociales: “Dejen de comentar con insultos. Cuando tengamos 70 años vamos a estar todos arrugados”. Finalizó su actuación con una versión del It’s my life de Bon Jovi mezclada con electrónica y repitió su sesión con Bizarrap para acabar.
A ella la sucedió Pole, que contó con la participación de Hens; La Goony Chonga con su reguetón y el artista madrileño Recycled J. Este último aprovechó para presentar canciones de su último álbum, Casanova. “Aquí están mis raíces. Llevo ya quince años y los que nos quedan, no os preocupéis”, dijo reivindicando su paso del rap a un estilo más pop. Entre medias, tocó Bon Calso en el otro escenario.
Bizarrap, un fenómeno de masas
Bizarrap era el gran esperado del fin de semana. Una persona acostumbrada a los directos más clásicos puede cuestionarse cómo puede congregar a tanta gente un músico sin instrumentos al uso. Pero lo hace. No cabía un alma en la actuación del productor argentino reconocido por sus sesiones con diferentes artistas del panorama musical, que cuenta con 47 millones de oyentes al mes en Spotify. Se podía ver hasta a alguna persona expectante fuera del recinto, en las montañas donde estaba instalado. “Es un honor estar aquí”, dijo antes de empezar mientras el suelo del escenario escupía fuego hacia arriba.
Comenzó por sus sesiones con los artistas más escuchados en España: Nathy Peluso, Ptazeta y Morad, aunque el productor hizo que se repitiese la frase “el primero con Biza que viene del África”, dadas las raíces marroquíes del artista. “¡Es que al final te las sabes todas!”, dice un asistente emocionado mientras baila durante el espectáculo. “¿Os apetece un poco más?”, preguntaba el productor al público enloquecido.
Bizarrap no deja a la gente que se aburra. Entre tema y tema, introduce transiciones y mezclas de música tecno y retoques con partes de sus sesiones más escuchadas. Y a esto hay que sumarle los efectos 3D que le acompañan en las pantallas. Tras hacer un repaso a sus canciones más conocidas acabó con la que fue número uno del pasado verano: la que hace con Quevedo, conocida como Quédate. Tras ello sacó una bandera de España —que imitaron algunos asistentes—, se la colgó al hombro y agradeció el trato recibido.
Mientras tanto, en el escenario más pequeño, la cara más punk del festival. “Mi madre me dijo que no humillase a Bizarrap”, dijo entre risas Ben Yart para iniciar su concierto —en el mismo horario que el del argentino— diez minutos más tarde y agradeciendo a la gente que fuesen a verlo. Pogos, canciones a velocidad 1,5, y agua directa al público. Durante un momento, salió del escenario y volvió vestido con un sombrero, una camisa roja y unos tirantes. “¿Os pensábais que era un meme? Pues soy dos”, confesó antes de tocar el tema ¿Por qué me habré metido tanto spiz? acompañado de una guitarra eléctrica. “Venga me piro ya”, acabó la canción y se fue, pese a las peticiones del público de tocar otra más.
Después de los conciertos se celebró el after party de las fiestas Bresh. En su transcurso, tuvo que acceder una ambulancia al interior del recinto, dado el mal estado de una persona. Los organizadores pararon la fiesta para facilitar el acceso y la retirada y tras ello continuaron. En la vuelta, frente a los problemas que dio, por ejemplo, el Primavera Sound, el servicio de taxis y las lanzaderas —pagadas previamente por los asistentes— funcionaron con normalidad y sin demasiada espera.
Denuncia de consumidores
El festival se repite por segundo año consecutivo. En la edición anterior recibió quejas por la escasa comunicación del festival, el exceso de aforo, la precariedad de los trabajadores, la confiscación de comida y bebida en la entrada y el retraso de los buses lanzadera; problemas que en su mayoría se han solucionado este año, al menos en la edición madrileña. La Unión de Consumidores de Asturias (UCE) puso una denuncia por las restricciones de acceso de bebida y comida en la edición asturiana, ya que allí rige una ley autonómica que prohíbe la limitación.
Este viernes, Facua ha puesto una nueva demanda ante Consumo de la Comunidad de Madrid contra la promotora del Boombastic por la limitación de acceso al recinto con bebida o comida del exterior. Según esta asociación en la página web del festival “no se hace una clara alusión a la posibilidad de acceder al recinto con comida y bebida del exterior”, aunque la organización del festival reconoció ante las preguntas de este diario que permitírían el acceso de una botella de agua y un bocadillo por persona, “siguiendo lo establecido por la ley”. Facua remarca el derecho de los consumidores a acceder con comida y bebida ya que la actividad principal del festival “no es la hostelería, sino la producción y ejecución de actividades de ocio”.
Preguntada en su momento por elDiario.es, la organización contesta al respecto de las reclamaciones de consumidores: “Las quejas que nos llegan son tramitadas y escuchadas, y nuestro equipo atiende a todo requerimiento legal que se nos pueda presentar. Si tuviésemos problemas legales en este aspecto, no nos hubieran permitido organizar las ediciones de este año”. El festival se celebra este año en cinco localidades españolas: Rivas-Vaciamadrid, Llanera (Asturias), Fuengirola (Málaga), Alicante y Gran Canaria.
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