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La loca historia de cómo Rosendo acabó tocando en una abadía australiana junto a la tumba de un misionero gallego

Rosendo Mercado tocando junto a la tumba de Rosendo Salvado

José Antonio Luna

El pasado mes de diciembre, Rosendo Mercado puso punto final a una larga trayectoria. Decidió colgar la guitarra, pero 45 años de carrera dan para muchos momentos: algunos emotivos, como el de su último concierto; y otros ajenos a toda lógica, como el que le llevó a tocar en una abadía australiana frente a la tumba de un misionero gallego del siglo XIX. ¿El motivo inicial? Que también se llamaba Rosendo.

“Australia era el único sitio del mapa que jamás hubiera pensado que iba a pisar. No sabía ni que existía ese tal Rosendo Salvado y mi relación con la embajada española es cero”, dijo Rosendo en el documental que narra esta loca aventura, el cual está disponible de forma íntegra y gratuita en Vimeo. Ocurrió en marzo de 2016, pero ha vuelto a viralizarse a través de Twitter después de que Enrique Criado, un diplomático español, realizara un hilo contando todos los detalles.

“Acabábamos de heredar en la Embajada un proyecto cultural con poco fuste, la típica exposición de paneles que nadie lee, sobre un misionero gallego llamado Rosendo Salvado”, publicó Criado. Sin embargo, lo que parecía una iniciativa sin demasiado tirón acabó dando un giro de 180 grados después de una ocurrencia de César Espada, que en 2014 llegó a la Embajada de España en Canberra (Australia) como consejero cultural.

Como Espada explica a eldiario.es, todo empezó con “lo absurdo de la coincidencia de los nombres”, lo cual le llevó a pensar en el actual Rosendo para así “dar una imagen de España más moderna”. Poco a poco, descubrió que la conexión entre ambas figuras iba más allá. “A pesar de las enormes diferencias culturales que les separan, creo que comparten algunos rasgos morales, por decirlo de algún modo: la honestidad (y esa forma de ser fieles a unas ideas y a sí mismos), la inquietud (y esa forma de rebuscar, aunque sea a costa de ir contracorriente y 'molestar'), la perseverancia y la paz”, asegura. También existía otro vínculo: la música.

A pesar de su confianza depositada en su misión evangelizadora, en una época donde se dieron muchos otros episodios que no nos dijeron que fueron racistas y coloniales, Rosendo Salvado quería conseguir una Australia en la que los aborígenes estuvieran integrados sin estar dominados por la superioridad blanca. Para ello creó Nueva Nursia, una ciudad en medio de la nada que pretendía servir de refugio para los locales ante la dominación del imperio británico. Actualmente, salvo un hotel y varios monjes benedictinos que viven en el monasterio, todo está desierto.

El “sí” de Rosendo Mercado

En 2015, César Espada quedó con Rosendo y su mánager en Madrid para contarles la idea del proyecto. El rockero en realidad había quedado para decirle que no estaba interesando, pero acabó ocurriendo todo lo contrario. “La verdad es que después de escucharte todo esto me parece tan surrealista que te voy a decir que sí”, afirmó el artista según recuerda Espada. Solo puso una condición: que si iba tenía que actuar. Y así fue. Acordaron dos conciertos e incluso se topó con bandas de jóvenes que tocaron sus canciones en inglés.

“El atractivo era precisamente ese: ir a un sitio que jamás hubiera imaginado y conocer a un tocayo de otra época, ya que tampoco hubiera imaginado que en aquel tiempo hubiera majaras a este nivel”, reconoció Mercado en el reportaje. Entonces, contra todo pronóstico, el de Carabanchel se montó en un avión hasta Oceanía para rendir homenaje a un monje benedictino del siglo XIX. Inverosímil, pero cierto.

De hecho, el documental arranca con la que probablemente sea la escena más emotiva: con Rosendo a los pies de la tumba de su tocayo mientras toca A la sombra de una mentira, canción que él mismo eligió para la ocasión. “En toda esta historia, los que fueron más abiertos y los que más facilidades me dieron fueron los monjes benedictinos, que hasta le permitieron tocar a Rosendo dentro de la iglesia y filmarlo todo con un dron revoloteando”, indica Espada.

No es el único tema de Rosendo que, a pesar de los años de diferencia, logra conectar con el otro Rosendo, el que se encuentra bajo tierra. Como se muestra en el reportaje, la letra de canciones como Cada día parecen creadas especialmente para la ocasión: “Echar las campanas al aire… tantas veces, saber que luchabas en balde… muchas veces, jugar en terreno de nadie… cuantas veces”.

La faceta musical de Rosendo Salvado tampoco se queda atrás. En el documental lo etiquetan como el primer compositor australiano importante de música para piano. Además, curiosamente, apenas creó música religiosa. Su trabajo recuerda al de bandas sonoras de películas mudas antes de que el cine existiera, e incluso llegó a organizar un concierto de piano donde tocó durante tres horas y media para recaudar fondos destinados al monasterio.

Por este y muchos otros aspectos, el viaje de Rosendo Mercado a Nueva Nursia se ha convertido en algo especial. “Me dijo que el documental le emocionó”, afirma Espada, quien además recalca lo inaudito de la experiencia: “Debió de ser único. Que te lleven a Australia solo por llamarte Rosendo, que cantes en un monasterio benedictino en Australia, que te encuentres con una banda de jóvenes que toquen tus canciones en inglés y te cruces con unos cuantos canguros de paso, no creo que sea algo que le ocurra todos los días”.

Lo que comenzó como una mera anécdota ha acabado como un curioso paréntesis dentro de sus cuatro décadas de trayectoria. Y es que, como el propio Rosendo reconoció en el documental, algo debe tener el nombre.

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