El latido cultural de una ciudad, el musical en este caso, no es solo el que sale del corazón de sus creadores. También son responsables de la buena vida sonora de un lugar aquellos que actúan como catalizadores y canalizadores, los que distribuyen y construyen, los que entretienen y educan. Los aficionados a la buena música en Madrid, sobre todo negra y principalmente de baile, vivimos en un estado de agradecimiento constante a Jazzin’ Club, el colectivo de DJ y agitadores culturales que se reúne al completo este sábado para una sesión especial en Siroco por eso del 25 aniversario de ese garito al que también debemos mucho.
Hacía ya ocho años que no se juntaban en una cabina Chema, Nava, Jadd y Dave, los cuatro miembros de este club que ha inspirado y motivado a más de una generación de amantes de la negritud. En Madrid hoy son habituales sesiones, conciertos y jam sessions de funk, soul, jazz y hip hop y es así porque muchos descubrieron esas músicas bailando en el Kathmandú o compraron y hablaron de esos discos en Ama Records o leyeron Fetén y supieron lo que había que oír. Es así porque existió Jazzin´Club.
Y Jazzin’ Club existió por culpa de unos discos del sello Acid Jazz traídos de Londres en el momento justo. Entonces, en el 92, no había internet y la música se compraba en tiendas o por correo o se encargaba a los que viajaban a Reino Unido, Alemania o Estados Unidos. Entonces, los altavoces de los garitos de Madrid escupían sobre todo rock y algo del techno más afilado que empezaba a conquistar la noche. Entonces, a contracorriente, Chema y Nava, amigos del barrio de San Ignacio, se juntaron con Julián, también vecino de por ahí, y empezaron a pinchar esos discos de Acid Jazz y otros con el groove que siempre ha caracterizado el gusto del Club.
En seguida se hicieron hueco y se quedaron con una residencia los miércoles en Speakeasy, ya con Jadd y Dave y sin Julián, y con sesiones por bares y discotecas de todo Madrid. Y en seguida, una cosa que había empezado para celebrar un reencuentro de amiguetes, avanzó hacia algo más. Jazzin’ Club tuvieron míticas residencias (y llenazos) los sábados en el Kathmandú y los viernes en el Davai, pasearon su buen gusto en sesiones en todos los festivales del país y también en Portugal y Reino Unido, hicieron de promotores para la visita de artistas como Azymuth, Basement Jazz, Herbalizer y Aphrodite, entre otros... pero eso no fue todo.
Fetén, exquisitamente diseñado por Dave, era su boletín informativo, donde comunicaban sus sesiones y hablaban de lo que les gustaba pero también, siempre generosos, invitaban a otros DJ a hacer sus listas y anunciaban eventos de los demás. Ama Records, abierta en el 96 en la calle Espíritu Santo, era su tienda de discos. Decidieron montarla para hacer más fácil a todo el mundo eso de encontrar música. Por allí pasamos unos cuantos no sólo a escuchar y comprar hip hop, funk, soul, jungle y demás, también para hablar con Chema, para dejarnos aconsejar, para aprender y para compartir.
Un montón de artistas de rap o de electrónica de los que hoy suenan aprendieron el abecedario de los Jackson Five allí o en el Mercado de Fuencarral, donde se trasladó la tienda al inaugurarse aquel otro hito del Madrid de antes (y donde no sólo vendían música, que también la programaban). Hubo también un sello, aunque con sólo dos referencias —el primer disco del grupo de hip hop Jazz Two y un recopilatorio para Rock de Luxe—, y una distribuidora muy activa que traía joyas de discográficas como Compost, G Stone y, por supuesto, Novophonic, el sello del donostiarra Javi Pez, algo así como su marca prima hermana en el norte.
Desgaste y revival
Hubo miles de buenos momentos compartidos y mucho buen rollo, que eso es lo que transmitía el Club, pero también hubo un cambio de milenio tumultuoso para las industrias culturales. El mp3 se cargó el formato y Jazzin’ Club se fue desgastando, en parte porque las vidas son complicadas como para mantener un club que se pasea por otros clubes nocturnos pero también, posiblemente, por el esfuerzo de tirar del carro de una tienda que salió del Mercado de Fuencarral para acabar sus días en la calle San Lorenzo en 2008.
En cualquier caso, los miembros del club siguen hoy dando guerra en las cabinas de la ciudad, a veces incluso en pareja. Y, además, no les ha dado ni por la nostalgia ni por el rencor a la tecnología. Siguen siendo esos tíos simpáticos y tranquilos que se juntaron para poner “su música” y celebrar su amistad. Y, para eso mismo, para poner “su música” y celebrar nuestra amistad, nos han invitado a todos este sábado 29 de noviembre.
La cita comienza en el bar La Mentira (Estrella, 5), para tomar unas tapas y ver una expo con los diseños de Dave, y sigue en Siroco (San Dimas, 5), con una sesión de toda la noche que repasará la memoria del Jazzin’ Club. O, lo que es lo mismo, la de muchos de nosotros.