LCD Soundsystem
American DreamDFA / Columbia / SonyPOST PUNKâ American Dream
9/10
Hace un lustro que James Murphy anunció la disolución de LCD Soundsystem. Hubo conciertos de despedida, un DVD conmemorativo y la sensación general de que el adiós llegaba en el momento justo -tres discos inmaculados- para una de las bandas que ha definido el pop-rock del siglo XXI.
Para explicar este retorno Murphy ha apelado al amor por su banda y a su amistad con David Bowie: “Él fue quien me ayudó a decidirme”, ha llegado a decir. Pero en realidad lo único que puede realmente justificar este “donde dije digo...” es el valor de su nuevo trabajo. Y en ese sentido, Murphy tendrá la conciencia tranquila.
Quién sabe si este será el último disco o no de LCD Soundsystem, pero American Dream perfectamente podría haber servido para poner punto y final con aquel amago de despedida de hace unos años. Desde el arranque con Oh Baby, suerte de guiño a Alan Vega y Suicide, el disco se convierte en un sentido homenaje a los héroes musicales de la banda neoyorquina.
A lo largo los setenta minutos que dura el álbum desfilan en espíritu el propio David Bowie (Change your mind, American Dream), Joy Division (How do you sleep?, Emotional Haircut), New Order (Call the police), Kraftwerk (Tonite) y los pioneros del punk-funk neoyorquino, gente como Liquid Liquid y Konk que sirvieron en su día como principal fuente de inspiración para el proyecto. La habilidad de Murph, de los no menos esenciales Patrick Mahoney, Nancy Whang y del resto de componentes de la banda radica en citar a algunos de los grandes nombres de la música popular reciente y no perder por ello el sello que ha llevado a LCD Soundsystem a lo más alto.
Tal vez American Dream no contenga los hits inapelables con los que nos sorprendieron en su debut. Definitivamente Murphy y sus colegas están en otro momento y nos encontramos ante su disco más oscuro. Pero a pesar de ello -o precisamente por eso- el disco supone una agradabilísima sorpresa para quienes tampoco esperábamos demasiado de este apresurado comeback.
Bejo
Hipi hapa vacilandukiAutoeditadoRAPâ Hipi hapa vacilanduki
8/10
El canario Bejo se ha convertido en un ejemplo magnífico de cómo la industria musical se reinventa de la mano de las nuevas generaciones, dándole la espalda a los métodos que vienen funcionando desde el surgimiento del rock'n'roll. De las herramientas a su alcance hace tiempo que se habla largo y tendido: redes sociales, YouTube, plataformas de streaming... Pero, respecto a otros compañeros de viaje y generación, a Bejo le diferencia la apuesta por el vídeo como fin en sí mismo, una parte tanto o más decisiva que la musical para plasmar con éxito sus delirantes ideas. También su negativa, al menos por el momento, a enrolarse en las filas de una discográfica al uso. Y eso a pesar del notable éxito de su propuesta y también de la del grupo de la que forma parte, Locoplaya, un auténtico fenómeno entre los chavales de Canarias y la Península.
Vistos desde fuera, sus movimientos pasan por ejercicios de autosabotaje: publica su primer disco (él prefiere llamarlo mixtape) en el momento en que pone punto y final a su gira, y este Hipi hapa vacilanduki sólo se comercializa físicamente en un USB con forma de pene.
Que Bejo tiene un desarrollado (y peculiar) sentido del humor es evidente, pero eso no debería llamar a la confusión. Su propuesta musical dista mucho de ser un chiste. De hecho el canario es una de las voces más personales que ha dado el rap de nuestro país en mucho tiempo. “Sonido internacional con origen isleño”, tal y como él lo define en su declaración de principios, el tema que sirve para abrir este disco.
Hay deudas –la dicción de Mucho Muchacho, el rap sabrosón que vino del Caribe...- y Bejo las transforma en doce canciones que conjugan la chulería característica del rap primigenio, un groove inédito en un país (el nuestro) entregado al hardcore, y un espíritu lúdico que explica por qué este chaval de apariencia estrafalaria causa furor entre la gente joven.
Mogwai
Every Country’s SunRock Action / [PIAS]POST ROCKâ
Every Country’s Sun
7/10
Veinte años son muchos para una banda entregada al rock instrumental que ya en su primer disco, el notable Young Team, mostraba buena parte de sus cartas: intensidad guitarrera, drásticos cambios de tono que iban de la furia desatada a los momentos de placidez... Eso que a partir de la aparición de los escoceses terminamos de identificar con el post-rock (a pesar de que en origen el término definía a un estilo mucho más difuso e inaprensible).
Con el tiempo, Mogwai han ido modulando y aportando matices a un discurso que en los últimos tiempos ha encontrado en bandas sonoras como las de Les Revenants, El secreto de Adama o diversos documentales, la excusa para seguir creciendo. Cambiar para seguir siendo ellos mismos. Otro buen ejemplo de ello es Party in the dark, segundo tema de este Every country's sun en el que Stuart Braithwaite se arranca a cantar. Es un tema claramente pop en el que todo queda supeditado a la línea vocal y una imponente base rítmica. Sorprende pero no chirría vista su evolución.
Dice el propio Stuart que este disco supone la reacción del grupo ante “los extraños, turbulentos y, en ocasiones, insondables tiempos que nos han tocado vivir”. Buena fuente de inspiración para una banda que siempre aspiró a reflejar esa agitación vital en su música y que en su noveno álbum pone sobre la mesa todo lo que han desarrollado durante estas dos décadas: sus coqueteos con la electrónica, ambientes cinemáticos y, cómo no, guitarras marca de la casa que amenazan con acabar con cuanto encuentran a su caso. Sigue habiendo belleza entre su representación sonora del miedo.
Orchestral Manoeuvres In The Dark
The Punishment of LuxuryWhite Noise / RCAELECTROPOPâ The Punishment of Luxury
6/10
Desde su reunión en 2006, Orchestral Manoeuvres In The Dark han venido grabando discos con regularidad. Obviamente sin la repercusión de sus trabajos de los ochenta, pero todavía dotados de un talento especial para las melodías y un estilo compositivo inconfundible. Y eso por mucho que la calidez inicial de su propuesta (aquella maravillosa electrónica analógica) haya dado paso a un sonido digital, y en consecuencia, frío e impersonal. Hasta un tanto hortera si se quiere.
En el decimotercer álbum de la historia de OMD, Paul Humphreys y Andy McCluskey apuestan por un sonido uptempo, en busca y captura de un estribillo que les devuelva al lugar de privilegio que ocuparon en los ya lejanos tiempos de Enola Gay, Maid of Orleans, Electricity y otros éxitos que definen toda una época. No lo encuentran a lo largo de The punishment of luxury, lo que no quiere decir ni mucho menos que nos encontremos ante un mal disco. Simplemente que, a diferencia de otros nombres con los que pueden tener cosas en común y que igualmente se encuentran en activo (Pet Shop Boys, Sparks...), su negativa a evolucionar y probar fórmulas nuevas hace que el éxito o el fracaso dependa de algo tan voluble (y complejo) como firmar una canción de éxito que no hace su aparición en estos nuevos doce temas.
Downtown Boys
Cost of LivingSub Pop / Popstock!PUNKâ Cost of Living
8/10
Somos chulas (no somos pendejas) bien puede servir de presentación para quien todavía no conozca a esta banda de Providence con evidentes raíces mexicanas. Victoria Ruiz es una suerte de Poly Styrene contemporánea que ejerce de impactante frontwoman y se entrega, junto a sus cuatro compañeros, a un acelerado y afilado punk-rock cantado (o más bien gritado) en inglés y castellano.
Victoria no oculta su rabia ante situaciones como el muro que Donald Trump pretende levantar en la frontera sur de sus dos países: “Mi valor público, que le jodan. Mi valor privado, que le jodan. Un poli funcionario, que le jodan. Un poli privado, que le jodan. Un muro es un muro y nada más que eso. ¿Estoy detenida? Que le jodan”.
Así se las gasta una formación que, por si no resultara suficientemente impactante ya, cuenta para la producción de su tercer largo con un ilustre como el Fugazi Guy Picciotto sacando aún mas punta a las aristas. El resultado es quina para quienes auguran el fin del rock de guitarras y su incapacidad para sonar subversivo.
Lal & Mike Waterson
Bright PhoebusDomino / MAUFOLKâ Bright Phoebus
8/10
Durante décadas Bright phoebus fue uno de esos discos fetiche para los coleccionistas, valor seguro en el mercado de valores de los melómanos. Lo tenía todo: además de una tirada muy limitada en el momento de su publicación, en 1972, la ausencia posterior de una reedición en condiciones más allá de copias piratas de escasa fidelidad. A su estatus de culto ayudó también su reciente aparición en una curiosa lista de la revista Mojo: la colaboración entre los hermanos Lal y Mike Waterson era destacado por el prestigioso mensual como uno de los más excéntricos (y mejores) álbumes facturados en Gran Bretaña durante el último siglo.
Con estos referentes era sólo cuestión de tiempo que un sello como Domino se lanzara a recuperarlo con una edición como dios manda, que incluye un segundo disco con las demos originales de 1971.
En realidad, el origen de este disco hay que ir a buscarlo unos cuantos años antes, cuando tres hermanos de Hull que se presentaban en público como The Watersons se convirtieron en una suerte de fenómeno dentro de la floreciente escena folk británica. The Watersons se disolvieron en 1968 consecuencia de su éxito, aunque la formación reviviría años después, en parte como una reacción a la publicación de este Bright phoebus por parte de dos de los componentes de la banda, Lal y Mike.
Grabado en una semana y producido por un habitual de la escena, Bill Leader, cuenta con la presencia de luminarias como Richard Thompson (Fairport Convention) o Martin Carthy (Steeleye Span) que aportan su granito de arena a un álbum cuyo estatus no ha dejado de crecer desde su publicación.