Los Punsetes: “La tendencia a encarecer los conciertos se irá a la mierda porque la gente no tiene dinero para tanto”
José Agustín Goytisolo, poeta de procaz dicción y humor irreverente, murió en la primavera de 1999. Fueron cinco largos años hasta el advenimiento de Los Punsetes, herederos heterodoxos de una descarnada lírica preñada de realidad social y maldiciones cotidianas. Esa puta vida a la que el barcelonés dedicó el cuerpo de su obra es también retratada, desde ese mismo sermo humilis, por Ariadna Paniagua (voz), Jorge García (guitarra), Chema González (batería), Manuel Sánchez 'Antonna' (guitarra) y Luis Fernández (bajo) en los siete álbumes que tienen publicados desde 2004. Siete. Suficientes para protagonizar uno de esos anodinos artículos destinados a ordenarlos de peor a mejor o todo lo contrario.
Pupilos del más lenguaraz pop de La Movida, descendientes del efervescente indie-rock noventero y prosélitos de la filosofía punk, Los Punsetes han desarrollado un estilo canónico de resultonas melodías y letras sarcásticas cuyo trobar leu es vocalmente defendido por Ariadna Paniagua. Ésta, ataviada con personalísimos diseños de factura propia, ha parido un poderoso alter ego de distintivo –y autoimpuesto– hieratismo escénico.
“Eso fue una pequeña evolución de moverse muy poco a no moverse nada”, ríe Jorge en una distendida conversación telefónica, “no tuvo muchísimo recorrido. Nosotros veíamos que se movía muy muy poco y un día, de repente, nos empezaron a decir ‘oye, la tronca no se mueve nada de nada’. Lo típico que no la estás mirando en todo el concierto porque miras los pedales, miras al público, miras atrás... Y, efectivamente, no se estaba moviendo”. Una pose de cariátide que, a pesar de los años, no es percibida como ineludible obligación. De losa, nada. O eso afirma Jorge: “Ariadna es una persona muy libre, si se sintiese encorsetada en algún sentido o presa de algo, no creo que se lo calle. Lo diría y algo se haría”.
La banda madrileña cumple 20 años. Dos décadas desde la prologal maqueta Yo amo a Punset (2004) con que irrumpió en la agitada escena underground de la capital. Y, de ahí, al reconocimiento. A ritmo gradual y milagrosamente inmunes a la corrosión. Algún secreto tendrán. “Es una mezcla de varias cosas”, explica Jorge, “por un lado, la circunstancia básica del grupo, es decir, el ser cinco amigos que se lo pasan bien haciendo música, eso no ha cambiado. Y, por otro, el hecho de no habernos visto en la situación de vivir en exclusiva de la música nos ha evitado presiones. Te lo puedes tomar más relajadamente. Estás más libre para hacer la música que te gusta al ritmo que te gusta y preocupándote menos de cómo se recibe”.
Para celebrar la efeméride, lanzarán a final de año Que le den por culo a tus amigos (Sonido Muchacho, 2024), un álbum en el que invitan a 21 bandas y artistas de diferentes generaciones –entre ellos Los Planetas, Surfin’ Bichos, Joe Crepúsculo, Mujeres, Aiko el grupo, Alizzz o Shego– a versionar sus mejores canciones. Hasta entonces, tienen varias fechas cerradas en las que disfrutar de su poderoso cancionero: el 21 de agosto estarán en Canela Party (Torremolinos, Málaga), el 23 de agosto en Indio Rock Festival (Villanueva del Trabuco, Málaga), el 7 de septiembre en Festival Ocellets (Viladecans, Barcelona) y el 19 de octubre en la Térmica Village (Alhaurín de la Torre, Málaga). Y también están trabajando en un nuevo álbum.
Un epé que no solo habla de Madrid
A pesar de una apretada agenda supeditada a forzosas conciliaciones, el ritmo creativo de Los Punsetes no parece menguar. En mayo de este mismo año publicaban ¡Madrid me ataca!, un epé de cuatro temas como continuación al alegato de impronunciable nombre AFDTRQHOT (Sonido Muchacho, 2022) en que el quinteto se rebelaba contra imposiciones laborales y personales. Si el largo supuraba una rabia que impregnaba por igual lo sonoro y lo textual, esta breve colección de canciones parte de una emotividad más contenida.
Discurren sus trece minutos entre la observación externa y una ternura fatalista de rencores y desconsuelos concurrente también en ese cántico de amor-odio a la capital que, a la postre, sirve de título. “El título está un poco mal puesto”, se excusa Jorge, “no es un disco conceptual sobre Madrid ni nada de eso. Sí que es cierto que estas canciones, que hacen más referencia a cuestiones económicas, pueden entenderse como un Madrid que es marco, pero luego está Un palacio con mis huesos que realmente no tiene ese tipo de relación ni de lectura”.
Cuatro piezas que, coherentes o no con ese relato en clave madrileña, engarzan a través de un reproche común: el de la gran estafa vital y sus famélicas economías. Sin caer en nostálgicas y estériles idealizaciones del pasado, es lamento por un presente fallido carente de oportunidades: “Casi todo el mundo está de acuerdo en que no es el mejor momento para estar en Madrid o para intentar hacer según qué cosas. Hubo un tiempo en que era más fácil. Y es algo generalizado. En una entrevista que leí a PJ Harvey cuando vino a Las Noches del Botánico, decía ‘estoy convencida de que si hubiese empezado ahora mi proyecto musical sería muchísimo peor porque todo es muchísimo más difícil’ y que te lo diga alguien así, con tanta contundencia, da que pensar”, refiere el madrileño.
Precariedad y revanchismo idiosincrático
La situación financiera asfixia al tramo más modesto de la industria musical. No salen las cuentas. “Está todo un poco descontrolado”, se lamenta Jorge, “montar una gira ya es muy caro y parece que las cosas se están volviendo cada vez más difíciles y no creo que sea solo un problema de Madrid, está pasando en Estados Unidos, en Inglaterra y en toda España. Antes un grupo pequeño podía tocar gratis llegando a un acuerdo con la sala. Ahora todo se ha ido hinchando muchísimo y en todos los sentidos: En salas, en transporte, en combustible, en alquiler de cosas, los hoteles son un drama que te vuelves loco. Dicho esto, también está esa transformación de ciertos espectáculos en productos de lujo y ahí creo que hay gente que se le está yendo la mano poniendo precios, tanto gente muy famosa como gente más cercana”, arguye el guitarrista.
Casi todo el mundo está de acuerdo en que no es el mejor momento para estar en Madrid o para intentar hacer según qué cosas
A continuación, señala el esfuerzo de la banda por salvaguardar la asequibilidad de sus conciertos: “Hemos hecho ‘Rivieras’ con entradas muy baratas y hemos visto gente que ha hecho el mismo concierto cobrando 10 euros más, eso ya va con cada uno, pero está claro que hay una tendencia que en algún momento se irá a la mierda porque la gente no tiene dinero para asumir tantas cosas”.
Dinero y precariedad son, de hecho, asuntos recurrentes en la narrativa de Los Punsetes. Estas cuestiones de ánimo comprometido sedimentan sus textos y enriquecen un repertorio de temáticas que basculan de lo social a lo introspectivo y de lo costumbrista a lo poético. Pero si hay algo que los distinga entre mil es su querencia por exorcizar demonios en letras que funcionan como rudas invectivas.
“Puede que otra gente escriba 50 canciones de amor y de desamor en su carrera. Nosotros tenemos ahí nuestra ‘tarita’ que es ésta”, confirma Jorge. Odio y revancha, saña y despecho, pueblan sus canciones conectando con la naturaleza más visceral de sus seguidores. Es el desahogo de cantar, a voz en grito, Idiota, Tu puto grupo, Cerdos, Que te vaya mal, Me gusta que me pegues, Opinión de mierda o Vas hablando mal de mi. Cada cual, eso sí, enfocándose mentalmente en particulares destinarios de su ira.
“Hay canciones del disco anterior que, aunque no se diga, tienen nombre y apellido”, asegura Jorge entre risas, “si alguien escribe la gran biografía de Los Punsetes puede llegar el momento de confesar”. Tras la rúbrica más socarrona suele ocultarse Manuel, responsable, en un mano a mano con Jorge, del arsenal de letras de Los Punsetes. “Las de Manuel suelen ser las más directas, las que tienen un poquito más de humor y las mías suelen ser un poco más largas, un poco más poéticas y un poquito más oscuras. Pero una cosa bastante guay que ha pasado con el tiempo es que se mezclan y gente que nos conoce bien dice ‘esta es de Manuel’ y luego resulta ser al revés”, relata Jorge.
Opinión de mierda, el himno de las redes sociales
Una cosa parece clara, cuánto más ácida la canción, más escuchas acumulará en las plataformas de streaming. Afirmación válida, al menos, para el universo Punsetes. Y Opinión de mierda es un clarísimo ejemplo. El himno bocachancla por excelencia copa los primeros puestos en Spotify con más de 4 millones de reproducciones. “Que no pase un día sin que cuentes tus miserias, ni un día sin hacer a alguien de menos, ni un día sin abrir la caja de los truenos”, dice el tema que, compuesto hace más de una década, no ha perdido un ápice de actualidad al abordar, en cuatro sencillas estrofas, las toneladas de toxicidad y desinformación que infestan las redes sociales.
Una realidad con la que lidian también artistas y bandas como parte de su quehacer profesional. Unos más predispuestos que otros. “Como grupo, la movida ésta de tener que estar promocionándose nos ha pillado regular porque no somos de una generación más joven que le sale de manera natural. Siempre nos están pegando toques de ‘chavales hay que hacer esto, chavales hay que hacer esto otro’”.
“Y ya desde el punto de vista personal hay quien entra más y quien entra menos”, continúa Jorge refiriéndose a las redes sociales, “Manu y yo estamos un poco más pendientes y, bueno, hay días en que la bola de mierda en que se han convertido te hace gracia y otros que no. También es verdad que no entras solo a ver el follón, entras porque hay gente que sigue comentando cosas interesantes y aprendes mogollón. Es muy fácil descubrir cosas gracias a las redes sociales: un artículo, un disco nuevo del que no te habías enterado, alguien que de repente dice ‘oye este grupo no sé qué’ y por eso sigues entrando. Puedes coger y encerrarte y seguir viviendo sin ellas, que no va a pasar nada, pero hay mucha información ahí que te vas a perder”.
Hay días en que la bola de mierda en que se han convertido las redes sociales te hace gracia y otros que no
La importancia de cribar, en definitiva, como en esa extemporánea estampa con la que Goytisolo concluía Los Celestiales (1956): “Los poetas locos que perdidos / en el tumulto callejero cantan al hombre / satirizan o aman el reino de los hombres / tan pasajero tan falaz y en su locura / lanzan gritos pidiendo paz pidiendo patria / pidiendo aire verdadero”.
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