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El boom de las reediciones de discos míticos (y no tan míticos), ¿necesidad o negocio?

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Mario Escribano

Los 60 fueron una década prolífica para el pop y el rock anglosajones. Unos años de auge de sonidos que marcarían la música popular durante décadas, con bandas como The Doors, Pink Floyd, The Beatles o The Rolling Stones, que registraron algunos de sus mejores discos en este periodo. Medio siglo después, aquellas grabaciones buscan una nueva vida: las reediciones de álbumes clásicos se están convirtiendo en uno de los fenómenos discográficos contemporáneos.

Las más laureadas -y, por tanto, habituales- suelen ser las del cuarteto de Liverpool, que también fue el que gozó de mayor éxito comercial. El conocido como White Album (1968) –en realidad, es un álbum homónimo– ha sido el último disco en pasar por este proceso, con una edición 50 aniversario que incluye la remezcla de la grabación original, además de decenas de demos.

La tarea ha corrido a cargo de Giles Martin, hijo del mítico productor George Martin –apodado el 'quinto Beatle' por su influencia en el sonido del grupo–, y del ingeniero Sam Okell. “Cuando escuchas las nuevas mezclas, las canciones tienen una nueva vida gracias a la tecnología”, contaba el propio Martin en una entrevista al programa La Hora Musa de La 2, donde también explicaba la dificultad de respetar el trabajo original, ya que “no se puede hacer que el White Album suene demasiado bien porque arruina su espíritu” [puedes escuchar las remezclas aquí].

¿Necesitan una revisión las grabaciones?

Más allá de las remezclas de Martin, estos lanzamientos suelen ser objeto de debate entre melómanos y expertos. ¿Es necesario retocar los discos emblemáticos? ¿Se respeta la integridad de la obra original? ¿Son un producto para nostálgicos? ¿El penúltimo intento de supervivencia de las discográficas?

A nivel técnico, “una remasterización supone coger un disco o canción ya editado, estudiarlo, y volver a prepararlo para los nuevos formatos: básicamente, al streaming”, explica desde Barcelona Víctor García, responsable de Ultramarinos Mastering. Este técnico de sonido ha trabajado con artistas de diversa índole (Ilegales, La MODA, Toundra), pero también ha remasterizado grabaciones de artistas que van desde Lola Flores, Rumba 3 o Eskorbuto hasta bandas de hardcore de los 90 (Fireside, Hoover).

“Antes el mastering no era un proceso ni remarcable”, recuerda, y relata cómo las tecnologías de grabación han cambiado hasta convertirse en “el último proceso creativo en una producción”: “Nuestro trabajo ahora es más bien como hacer Photoshop: si hay algo que mejorar, se hace en esa etapa”.

Sobre las remezclas, explicita que “es donde más se nota” el cambio. “Todo está separado y puedes hacer lo que te dé la gana”, asegura. En cualquier caso, García tiene claro dónde está la línea roja a la hora de retocar una grabación antigua: “Un disco de los 60 está grabado de una forma y tiene una magia que hay que conservar. Lo que hay que intentar es cambiar el sonido, no el disco. Lo que había tiene que quedar para siempre”.

“Cuando veo la etiqueta 'remasterizado', huyo corriendo”, cuenta por su parte Carlos Abraxas, coleccionista profesional de vinilos -tiene cerca de 8000 ejemplares, entre los que escasean reediciones actuales- y colaborador de Islas de Robinson (Radio 3). “Siempre pongo el mismo ejemplo. Si Goya pintó un determinado punto de un color, la obra es así y no tiene ningún sentido cambiarla, que es distinto a restaurarla”, comenta en conversación con eldiario.es.

Abraxas también avisa de que “el avance tecnológico muchas veces no ha supuesto una mejora en la calidad del sonido”. “Tengo discos de principios de los 60 en su edición original y son una bomba. Si escuchas cualquier reedición actual, ni se parecen”, asegura.

“A veces compro vinilos actuales por una cuestión casi romántica”, reconoce este coleccionista. “Los discos de ahora suenan mejor en su versión digital porque se han grabado digitalmente. Otro problema es que no hay muchas fábricas de vinilo, la mayoría en República Checa, y la calidad no es muy allá”, añade. “Cuando salieron los primeros CDs de los Kinks, un amigo me dijo 'mira qué bien suenan', pero eso sonaba a lata. Supongo que la propaganda hacía que la gente se engañara a sí misma”, cuenta a modo de anécdota.

Simon Reynolds, periodista y crítico musical británico, destaca que “el gran proyecto de remasterización y reedición de discos fue una iniciativa muy valiosa y los resultados sonaron fantásticos”, aunque admite la escasa calidad de las primeras transferencias a CD, “hechas con prisas”.

Para este periodista, que ha publicado recientemente Como un golpe de rayo: el glam y su legado, de los setenta al siglo XXI (Caja Negra, 2018), “la cuestión de si la gente está escuchando los discos como se supone que deberían ser escuchados es algo complejo”, ya que “para recrear cómo sonaron en su tiempo, deberían escucharse a través de una radio de transistores, un pequeño tocadiscos Dansette o una jukebox”.

“La forma en la que la mayor parte de la gente escucha música a día de hoy –con auriculares o pequeños altavoces de ordenador– propicia una calidad muy baja, que consigue algo del efecto original casi por accidente”, bromea.

¿Retocar grabaciones de hace 20 años?

Los lanzamientos de discos de los 90 (y posteriores) son los que más han sembrado la polémica. A veces, surgida de los propios artistas. “¿Cómo puedes remasterizar algo que ya fue masterizado?”, escribía Liam Gallagher en 2014, tras conocer que habría una reedición para el vigésimo aniversario de Definitely Maybe (1994), disco debut de Oasis. De hecho, pedía directamente a los fans que no lo compraran: “Pasad”.

La queja del pequeño de los Gallagher no pareció tener mucho impacto. Dos años después también se editaba una remasterización de (What's The Story) Morning glory? (1996), segundo álbum de los británicos. Casualmente, este trabajo pasó a los anales de la producción musical por haber iniciado las llamadas 'guerras del volumen' modernas, una lucha por quién subía más los niveles de volumen en las grabaciones digitales, carentes del ruido propiciado por las analógicas.

Otro lanzamiento que sorprendió por su prontitud fue el de Ok Computer (1997), tercer disco de los también británicos Radiohead, que tuvo su 20 cumpleaños en 2017. “Hay discos que, aunque tengan 20 años, su sonido es moderno, ya que las tecnologías no han cambiado tanto desde entonces. La estética de sonido es la misma”, comenta García, el técnico de Ultramarinos Mastering. “Lo que muchas veces buscan las discográficas es conseguir más volumen para que sus discos suenen más fuerte que el del competidor. Ecualizar más agudos, dar más compresión o más volumen... No siempre es mejor”, añade.

La otra cara de este fenómeno es la aceleración del “proceso por el que las cosas merecen una reedición de aniversario mucho más pronto de lo que parecería apropiado”, comenta Simon Reynolds: “La primera vez que me di cuenta de esto fue cuando, en 2012, se publicó la edición 10 aniversario del disco debut de Interpol, Turn On The Bright Lights (2002)”.

A su juicio, no solo fue “demasiado prematuro” y no era “tan significante como para merecer una conmemoración de este tipo”. “Si el proceso sigue acelerándose, pronto veremos lanzamientos del quinto aniversario”, comenta con sarcasmo.

Este crítico musical acuñó este fenómeno como 'retromanía', lo que le llevó a publicar el libro Retromanía: la adicción del pop a su propio pasado (Caja Negra, 2012). El inicio de esta tendencia puede situarse, incluso, en los años 70 pero Reynolds ubica su apogeo en la llegada del siglo XXI: “El pop y el rock tienen ahora una historia sustancial tras ellos, así que hay un montón de material que se puede referenciar y reciclar”. Así, destaca que “Internet es lo que realmente ha creado la 'mania' en gran parte, ya que puedes acceder al pasado de forma fácil, rápida y sin apenas coste”. “Esto hace que no vivamos en el presente cultural, que es a lo que solíamos estar condenados antes de que apareciese Internet”, apunta.

El rescate de la industria

La 'retromanía' parece describir la tendencia del mercado discográfico actual: el vinilo ha vuelto y es el único soporte físico que crece año tras año: solo en 2017 se vendieron un 46% más de vinilos que el año anterior, aunque está lejos de alcanzar las cuotas de antaño y su subida no parece que vaya a compensar la bajada del CD. En cambio, no existen registros que permitan identificar el número de reediciones publicadas cada año, según confirman a eldiario.es desde SGAE y Promusicae, aunque sí es habitual que algunos de estos lanzamientos alcancen puestos relevantes en las listas de ventas.

“La industria musical ha quebrado, ya no es lo que era. Lo único que se vuelve a consumir a nivel de comprar discos es el vinilo y no sé hasta cuándo durará”, comenta García, preguntado por la caída de ventas del formato físico. “Quieren sobrevivir y llegar a sus cuotas de éxito y de lujo que tenían antes, cosa que no creo que vaya a pasar. Eso significa que ahora hay que coger los clásicos y venderlos como un nuevo producto: remasterizarlos, editarlos en vinilo, hacer una portada distinta, una edición doble, 180 gramos...”.

Aunque Reynolds considera que entre el material que está siendo “relanzado y dilatado” puede ser “deseado por fans” o tener “interés histórico”, avisa de que “se ha puesto en marcha una explotación de los fans. ”Por ejemplo, los discos de los 70 de Pink Floyd han sido reempaquetados una y otra vez en cajas carísimas“, afirma.

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