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Cómo ser un sello independiente español en 2024: “Estamos tan cerca del suelo que podemos volver a empezar todo el rato”

Pablo Fernández y Sara Roca forman Humo Internacional

Nando Cruz

10 de noviembre de 2024 21:45 h

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¿Qué significa y qué supone ser un sello independiente en España? La pregunta flota en el aire desde hace décadas y la respuesta ha ido variando al tiempo que evolucionaba la industria musical. En 2024, el contexto al que deben enfrentarse las discográficas independientes implica, tarde o temprano, sellar acuerdos con plataformas transnacionales como Spotify y relacionarse con grandes festivales al tiempo que fabricas apenas cientos de discos; tiradas insignificantes en un mercado globalizado. Parece difícil mantenerse a flote y aún puede serlo más si operas desde la periferia.

En Oviedo hay un sello que mantiene el tipo desde 2016. Se llama Humo Internacional (antes fue Humo) y nace de las ascuas de Discos Humeantes, discográfica fundada en 2008 que lanzó referencias de Pablo Und Destruktion, Futuro Terror, Montañas, Mujeres y, sobre todo, Fasenouva, el dúo asturiano que mejor ejemplifica la debilidad de esta discográfica por los sonidos cortantes, oscuros y epilépticos. Este otoño Humo Internacional es noticia por un exultante experimento empresarial: el lanzamiento en tromba de diez álbumes de Dame Área, Tatxers, Somos La Herencia, Cachito Turulo (nuevo proyecto de Ernesto Avelino tras Fasenuova) y Olivier Arson (autor de la premiada banda sonora de As bestas), entre otros.

Pablo Fernández, director de Humo Internacional, defiende que esta edición masiva de novedades no es un harakiri comercial sino todo un acierto. “Aunque pueda parecer lo contrario, para nosotros es mucho más fácil vender los discos cuando salen a la vez. Y ya no solo, a la tienda, sino también a la gente porque estás lanzando un mensaje de que lo que haces importa”, afirma. Esta es solo la última de una serie de decisiones aparentemente suicidas del sello ovetense cuyo denominador común es la búsqueda de un camino propio. Uno que pasa por recelar obstinadamente de la frase más manida del negocio. Esa que dice: las cosas se hacen así y punto.

La unión que hace la fuerza

La lógica de las discográficas aconseja distanciar la edición de discos para que unos no resten atención a otros; una política que asume que los artistas de un sello compiten entre sí. Además, calendarizar lanzamientos significa anteponer unos artistas a otros y un grupo detecta fácilmente si es la gran apuesta del sello o el último mono. Un lanzamiento masivo, en cambio, dinamita jerarquías internas y realza la noción de colectivo. “También nos ayuda a posicionarnos como sello y a lanzar un mensaje de que hacemos las cosas de manera conjunta”, añade Fernández. Y, sobre todo, evita que “cada grupo tenga que pelear solo con los diecisiete millones de discos que saldrán el mismo día”. Es ‘la unión hace la fuerza’ en versión discográfica.

En realidad, Humo Internacional solo aplica a la música grabada una estrategia que ya ha explorado en los conciertos. “Desde hace tiempo, cogemos cuatro grupos que sacan disco esos meses y los presentamos juntos en un Humo Fest”, explica Pablo. “De repente, un grupo que metía 50 personas, otro que metía 50, de las que compartía 30 con el grupo anterior, y otro que metía otras 50, juntos están metiendo 400 personas en una sala. Eso te hace ver que en vez de ser competidores son aliados”. Es, de hecho, la misma táctica que empleaba el sello barcelonés B-Core en los años 90.

El asturiano Pablo Fernández y la gallega Sara Roca son las cabezas pensantes de Humo Internacional y la forma como entablaron amistad explica bastante el rumbo que ha ido tomando el sello. Sara llevaba desde los 15 años organizando conciertos en A Coruña. Muchos de ellos, en el centro social Nave 1839 en el que un sábado de 2016 apareció Pablo con su grupo Balcanes. Pablo ya había apagado los Discos Humeantes y era parte activa de La Lata De Zinc, local asociativo que acababa de abrir en Oviedo cuando el cierre de la okupa había dejado su ciudad huérfana de conciertos; y local con el que ya no tiene vínculo alguno). Este es contexto de autogestión underground desde la periferia que forjaría el carácter de Humo.

Contratos, liquidez y recursos humanos

En la última época de Discos Humeantes, Pablo Fernández se enfrentaba a una situación incómoda: ningún artista de su sello podía vivir de la música, pero él sí vivía de ella. “Pensé que tenía que haber otra forma de hacer las cosas para que fuese posible vivir de lo que hacemos no solo el sello, sino también los grupos”. Uno de los primeros cambios en el tránsito a Humo fue la relación contractual con los grupos. “El primer contrato que firmamos era heredado de Warner. No sabíamos cómo se hacían y alguien nos pasó uno suyo”, confiesa Pablo. Sara reformuló los contratos haciéndolos más breves y comprensibles para artistas y sello y, más importante, dejaron de estar vinculados en el tiempo. “Vamos disco a disco porque un grupo puede creer que hoy es justo que me quede un 10% y mañana pensar que es demasiado. Cualquier grupo puede irse del sello cuando quiera”.

Otra práctica que no se estila en Humo Internacional es avanzar dinero a los grupos para grabar sus discos. “Tratamos de no apropiarnos de lo que es del grupo a cambio de un dinero por adelantado. Tratamos de no ser un banco”, concreta Pablo. Esa prudencia a la hora de gestionar la economía permite afrontar desafíos clave como el prensado de vinilos, ya que las fábricas cobran a 30 días aunque esos discos tarden años en venderse. “Para bien o para mal, Humo nunca gastó todo su dinero. Nunca se pidieron créditos. No vivimos inmersos en la ilusión de crecimiento”, suspiran.

El sueño de Humo es la autosuficiencia total. Desearían prensar ellos mismos los discos “porque el gran problema de un sello pequeño es fabricar más de lo que necesitas”. Trabajan con tiradas de entre 300 y 500 vinilos y pocas veces encargan más para no colapsar el almacén. Espacio para almacenar y liquidez económica son los grandes dramas de un sello independiente. Sara apunta otro: “la escasez de recursos humanos”. Ambos hacen de todo: “estampar las camisetas, preparar paquetes, el booking, subir movidas a las redes, pasar cuentas con las tiendas…”. No tener acuerdos de distribución digital o física con multinacionales, como hacen otros sellos independientes españoles, implica asumir todos los pasos de la cadena.

Ser de Oviedo y no quejarse

Funcionar desde Oviedo pudiera parecer un problema, pero ellos no lo ven así. “Si siguiera viviendo en Barcelona probablemente me hubiese atropellado la situación. Para lo que queremos construir, vivir en Oviedo es una absoluta ventaja. Aquí tengo muchos menos gastos”, asegura Pablo. “Probablemente gane más dinero y tenga más éxito desde aquí que yéndome a Madrid a pelear”, intuye. “En Madrid o Barcelona vives permanentemente proyectando una imagen que te ayude a sobrevivir en esa ciudad. Aquí no vivimos esa lucha por sacar la cabeza. Los vecinos pasan por delante de la oficina de Humo y creen que esto es una tienda de vapeadores”, celebran.

Sara, que ha trabajado varios años en Madrid, reconoce que allí “conoces a todo dios y ves como se llega a acuerdos, se ofrecen cosas y hay más movimiento, pero hay tal saturación que los beneficios que puedes sacar son un poco espurios. No son frutos verdaderamente duraderos. Quizá empieces a tocar por festivales porque sales en la prensa musical, pero a ver qué pasa cuando vas a Cáceres o Cuenca”. Pablo también recela de ese “mundo de oportunidades” que califica de “caramelo envenenado”. “Es una estructura de poder tan obscena que no tiene sentido querer participar de ella. Solo puedes formar parte de su movida si alimentas su movida”.

Si tocas en una sala y van a verte 50 personas, esas 50 personas son tuyas. Y cuando vuelvas, si lo hiciste bien, habrá 55. Siempre funcionará así. Aunque algunos se empeñen en decir que ahora todo funciona distinto

Pablo Fernández Director de Humor Internacional

Humo Internacional no es un sello antifestivales. “Tenemos grupos que quieren tocar en los festivales y nosotros lo intentamos. Lo que no hacemos es aceptar cualquier cosa a cualquier precio. Y si no los quieren, no pierdo ni cinco minutos en maldecir ni lamentarme”, expone Pablo. Negociar con los festivales sin una actitud sumisa pasa por autoabastecerse antes para no depender de esas llamadas. “Montamos nuestros conciertos y fiestas y tenemos nuestro propio festival que, en lugar de vender 80.000 entradas, vende 300 o 400. Si no nos sacáramos nosotros las castañas del fuego, ni siquiera existiríamos”. Desde esa periferia ovetense es más fácil entender que una carrera no puede basarse en petarlo en Madrid. “Una carrera se sostiene si tienes gente que te quiere ver en Cuenca o Santander. Si tocas en una sala y van a verte 50 personas, esas 50 personas son tuyas. Y cuando vuelvas, si lo hiciste bien, habrá 55. Siempre funcionará así. Aunque algunos se empeñen en decir que ahora todo funciona distinto”.

Algo parecido a una conclusión

Pese a ese nombre tan etéreo, Humo Internacional tiene los pies en el suelo. “Tratamos de no tener un discurso muy dramático y que no parezca que el mundo nos debe algo. A veces parece que el que está abajo llora porque no está arriba. El problema sería creer que un disco que vende 50 copias va a vender 500. Ojalá nuestros discos vendieran 10.000 copias y nuestros grupos salieran en la portada de El País. ¿Es la realidad? No. ¿Vamos a malgastar el tiempo creyendo que lo merecemos más que otro? No”, zanja Pablo. “No necesitamos que nadie nos valide”, insisten una y otra vez. Eso sí, tener los pies en el suelo también pasa por calibrar qué batallas no vale la pena librar. “¿Podríamos no estar en Spotify? Sí, pero sería como vivir a oscuras cuando existe la luz. No hay una alternativa ahora mismo”.

Llevamos una hora larga intentando desentrañar el significado de la independencia discográfica en 2024. En algún punto de la conversación, Pablo ha dudado de si la bandera del “100% independiente” que ondea su sello “es más una coletilla que una realidad en el mundo en el que vivimos”. Pero en los minutos de prórroga, apunta algo así como una conclusión: “Ser un sello independiente en 2024 tiene que ver con comprender el espacio que ocupas y crecer a partir de él. No con intentar ocupar espacios que no te pertenecen o pretender ser quien no eres”. Así es más fácil afrontar el futuro: “Estamos tan cerca del suelo que podemos volver a empezar todo el rato. Llegamos hasta donde podemos y si nos equivocamos no pasa nada porque mañana será otro día y volveremos a partir prácticamente desde el mismo sitio. No hay grandes ideas para conquistar el mundo”.

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