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Najat El Hachmi: “El Islam es una desgracia para las mujeres”
Asegura la escritora catalana de origen marroquí Najat El Hachmi que ahora no tiene nada que perder, que en su momento ya pagó un precio muy caro por expresar lo que piensa. Ahora vuelve a hacerlo en “Siempre han hablado por nosotras”, un ensayo donde reflexiona sobre feminismo e identidad.
En una entrevista con Efe, rememora que el detonante para sentarse ante el ordenador fue lo que sucedió después de los atentados de la Rambla y Cambrils en agosto de 2017: “Me hizo tambalearme y volverme a pensar, porque creía que había cosas superadas y temas que ya habíamos dejado atrás”.
Sin embargo, destaca que a raíz de un artículo que escribió sobre aquellos ataques terroristas hubo gente de origen marroquí que le dijo que no era el momento de hablar de según qué cuestiones: “Lo que me parecía demencial porque teníamos los cuerpos todavía calientes y ya estaban hablando de islamofobia”.
“Para las víctimas -prosigue- aquello era un insulto, porque los muertos todavía estaban allí y se decía que fuéramos con cuidado con la islamofobia. Yo siempre voy con cuidado, he escrito mucho contra la islamofobia, contra el racismo, porque reivindico que eso en realidad es racismo, de igual manera que creo contraproducente negar la realidad”.
Najat El Hachmi tiene la sensación de haber “hablado muy claro desde hace mucho tiempo”, pero dice que tal como han ido las cosas en los últimos tiempos no le queda otro remedio que volver a hacerlo denunciando, por ejemplo, que “se está permitiendo que el discurso religioso penetre en el ámbito público” o que hoy hay chicas que veinte años después de lo que ella misma sufrió están peor.
La novelista considera que se está yendo hacia atrás: “Estamos en un momento de regresión absoluta y lo más demencial es que los cómplices y los agentes que intervienen en esta regresión no son los sospechosos habituales, como las familias conservadoras, porque el fundamentalismo islamista está teniendo una difusión tremenda y, encima, con la complicidad de una cierta izquierda relativista”.
En este punto, remarca que esta izquierda -ella se siente una mujer de izquierdas- queriendo “ser integradora e inclusiva, lo que hace es dejar abandonadas y en la estacada a las mujeres, porque no dejan abandonado ni en la estacada a nadie más”.
“El Islam -sostiene- lleva a la misoginia. Es mentira que sea feminista. Es una desgracia para las mujeres, es discriminatorio desde el inicio de los tiempos”.
Najat El Hachmi reivindica que como mujer lo que quiere es su “libertad absoluta, mi dignidad, mi igualdad ahora. No quiero heredar menos que mi hermano, no quiero que me digan cómo tengo que vestirme, cómo tengo que comportarme, o que me digan que según como voy vestida determino la manera de comportarse de los hombres. Tampoco quiero que se me relegue a un segundo lugar”, apostilla.
A su juicio, lo más sorprendente de este momento, “no es que el imán de la mezquita me diga esto -afirma-, y por eso algunas la mezquita la hemos frecuentado muy poco. No es que el padre de familia diga que te tapes y que hagas esto o lo otro. Lo sorprendente es que a día de hoy tenga que discutir con académicas que digan que el Corán es feminista y con feministas que dicen que el pañuelo en la cabeza es muy bonito, a la vez que explican las bondades de mi cultura de origen”.
En este momento cree que el pañuelo “es una bandera del fundamentalismo islamista” y argumenta que aunque ella naciera en un lugar como Beni Sidel, en pleno Rif, de familia musulmana, no es “en esencia musulmana, la religión es una creencia, no se nace con el pañuelo en la cabeza”.
Lo que defiende El Hachmi en el libro, publicado por Destino y Edicions 62, es que lo que supone una conquista de la libertad es el “feminismo, el instrumento, el pensamiento que me permite reivindicar también mi dignidad”, sostiene.
Es por ello que termina la obra afirmando que ahora que muchas mujeres ya han accedido al conocimiento y no piensan conformarse con una libertad acotada, es demasiado tarde. “Ahora que sabemos que existe, sólo queremos la libertad entera”, concluye.
Por Irene Dalmases