¿Qué pasa con las víctimas de ETA o de otros terrorismos y totalitarismos? A veces se convierten en simples notas a pie de pagina para aquellos que escriben la “Historia” con mayúscula, un ostracismo que Felipe Hernández Cava y Bartolomé Seguí recogen en su novela gráfica “Las oscuras manos del olvido”.
Los autores, que aúnan esfuerzos por tercera vez tras “Las serpientes negras” (Premio Nacional de Cómic 2009) y “Hágase el caos”, han vuelto a poner su punto de mira en esas personas “aparcadas en las cunetas del relato oficial, amortizados a veces en aras de las negociaciones para lograr una ansiada pax romana”, han explicado en una entrevista con Efe.
Esta pareja da una vuelta de tuerca y adapta a viñetas los códigos del “polar” (término con el que se conoce el cine negro francés que hizo popular Jean Pierre Melville y al que Alain Delon puso su hierático rostro) para narrar una venganza post mortem, señala el dibujante Bartolomé Seguí (Palma de Mallorca, 1962).
Un pistolero de la mafia marsellesa sale de la cárcel tras pasar 30 años entre rejas por un crimen que no cometió, con un objetivo, matar a un miembro de ETA que acabó con la vida de un empresario vasco que se negó a pagar el “impuesto revolucionario”.
La víctima, precavida y sabedora de lo que le podía pasar, había ofrecido a este “samurái” una recompensa con un nombre al que debía buscar y liquidar si él o alguien de su familia moría en un atentado.
Toinou es un gángster ilustrado que cita a Valle Inclán o a Camus de carrerilla, un hombre de honor que se hace pasar por periodista para conocer los hechos, hablando incluso con la viuda exiliada en Mallorca y que desconoce el encargo de su difunto marido, antes de decidir si lleva a cabo la ejecución.
Contada así, la sinopsis de esta novela gráfica sería la de un “thriller” de tintes políticos. Pero no se queda ahí.
El pasado de Toinou, cuyos padres murieron asesinados en los sesenta durante la independencia de Argelia, sirve de contrapeso argumental para la reflexiones de este pistolero vengador acerca de los fanatismos, la violencia y el silencio impuesto a las víctimas por un pragmático cinismo.
Seguí y Hernández Cava (Madrid, 1953), que se conocieron a mediados de los ochenta cuando este último dirigía la revista “Madriz”, firman una obra desoladora que antes que en España, publicada por Norma, ha aparecido en Francia de la mano de la editorial Dargaud.
“Nuestro interés era hablar de las víctimas de ETA pero dándole una dimensión global”, explica el guionista. Y esa universalidad la logra utilizando el camino que el “pied-noir” (francés que salió de Argelia tras la independencia del país) Camus ya recorrió en “La Peste”.
“Esa peste que enferma las sociedades y que se puede llamar corrupción, xenofobia, terrorismo, nacionalismo exacerbado, aquello que hace que una sociedad se pudra moralmente, ese sustrato que hace que cualquiera que no sepa qué es ETA lo pueda entender también”, subraya Hernández Cava.
Para evitar maniqueísmos, el gángster justiciero exhibe desde el primer momento claroscuros, su pasado criminal y las relaciones de amistad que mantiene con personajes de dudoso acervo moral, como ese Guardia civil -un lector de Ausias March en otra licencia retórica de los autores- que colaboró con los GAL y que ahora actúa por su cuenta a un lado y otro de la frontera francoespañola.
“Queríamos mostrar que para el Estado, sea del signo ideológico que sea, al negociar con organizaciones terroristas con cierto respaldo social, como ETA o el IRA, las víctimas siempre son algo incómodo a las que públicamente tratan de contentar, pero que por otro lado tienen que dejar fuera para poder cerrar acuerdos”, argumenta Hernández Cava.
En este sentido, uno de los momentos más reveladores de la novela -explica su guionista- se produce cuando el verdugo del empresario muestra su habilidad para interpretar a la perfección la forma en la que la historia se comporta: “es un tipo que sabe que los nacionalismos en su vertiente más radical se mueven siempre por objetivos y no por cuestiones de lógica real”.
¿A quien no gustará “Las oscuras manos del olvido”? “Es un libro incómodo para los que tengan una visión sectaria y estereotipada de cómo son las cosas, la gente que se apoya en certezas sin haberlas puesto en entredicho y que no quiere dudar sobre el armazón ideológico que se han ido levantando”, asegura el veterano guionista.
Por el contrario, afirma Hernández Cava, “aquellas personas que apuesten, como hacía Camus, por la duda, queremos creer que le sacarán partido”. Sergio Andreu