“Básicamente entramos en el marco de una latinoamericana puta, cuidadora o asesina, que están en torno a conflictos negativos, casi nunca positivos, en los que a la mujer pobre le han hecho cosas y hay que compadecerse de ella”. La cubana Dayana Contreras (El guardián invisible, HIT) describe así el limitado perfil de personajes a los que acceden las actrices migrantes y/o racializadas como ella en España. “Si constantemente nos están poniendo ahí, ¿qué mensaje se está transmitiendo a la población que consume luego este producto audiovisual?”, plantea.
Contreras es una de las 47 intérpretes y técnicas entrevistadas en el estudio realizado por la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA) y la Universidad de Salamanca Mujeres Migrantes y/o Racializadas en el audiovisual español. Informe sobre la ocupación laboral y percepciones del colectivo en la industria, presentado este lunes en la sede de DAMA Autor en Madrid. María Marcos Ramos y Beatriz González de Garay Domínguez han sido las encargadas de realizar la investigación, que ha contado con el apoyo del ICAA (Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales del Ministerio de Cultura y Deporte).
Durante el evento se respiró la energía, fuerza y emoción que ha implicado que sea la primera vez que se realiza un estudio de estas características. Un análisis para el que no ha sido fácil recoger datos. “Es muy significativo que no sepamos cuántas somos”, advirtió Anna Alkimim, delegada junto a Jennifer de la Rosa del grupo de trabajo de mujeres migrantes y racializadas de CIMA, ya que no existen registros sobre las nacionalidades y etnias presentes en las producciones españolas. De hecho, esta fue una de las reivindicaciones que se realizaron durante el acto, apelando a la propia Academia de Cine para que, igual que se aportan números sobre la cantidad de mujeres presentes en los diferentes departamentos de las obras candidatas a los Premios Goya, se amplíe a esta cuestión. “No puede ser tan complicado”, valoraron.
Cristina Andreu, presidenta de la CIMA, se mostró optimista con la propuesta. “Lo importante es empezar los caminos”, animó, “tenemos que conseguir que este informe sea un efecto llamada”. En la presentación intervino igualmente Rita Bosaho, directora general para la Igualdad de Trato y Diversidad Étnico Racial del Ministerio de Igualdad, que avanzó algunos aspectos de la futura ley orgánica contra el racismo, la discriminación racial y formas conexas de intolerancia en la que llevan dos años trabajando.
Una de las claves está estrechamente ligada con la petición de CIMA: “La apertura del debate sobre la idoneidad de recabar datos de origen étnico de manera estructurada en las estadísticas y encuestas para monitorizar de manera más exacta y poder actuar contra la discriminación racial”. Del mismo modo, defendió la importancia de ocupar altos cargos. “Las minorías tenemos que tener poder porque si no es imposible llegar a la igualdad. Ya no me sirve que me digan que me integre, quiero poder”, sostuvo tajante.
Prostitutas, limpiadoras, terroristas, cuidadoras
Uno de los primeros datos significativos que aporta el informe presentado es que diez de las participantes, lo que implica un 21,7% del total, han preferido mantenerse en el anonimato por dos motivos: por estar trabajando de forma irregular porque todavía no han conseguido los papeles y por el miedo a ser tachadas de reivindicativas y conflictivas, y que esto pudiera suponer una merma en sus oportunidades laborales. De todas ellas, el 54,3% son actrices y el otro 45,7% ocupan puestos técnicos.
El estudio determina que la mayoría de los papeles encarnados por intérpretes migrantes y/o racializadas son de perfil bajo. Un contexto problemático porque “están ligados al estereotipo que asocia a las mujeres migrantes con clases económicas bajas”. La colombiana Mena Santana (Polvo, La maniobra de la tortuga) lamenta que, por contra, “ninguna estemos haciendo de empresaria o emprendedora”. Según el informe, su representación no tiene en cuenta todas las realidades, “solo retratos negativos que relacionan inmigración con pobreza”.
De hecho, indican que el personaje que más han representado es de prostituta. La intérprete china Ziyi Yang (Spain Passion, Vergüenza) matiza que “hay papeles de prostitutas maravillosas”, pero que en líneas generales estos “no siempre tienen mucha profundidad. Simplemente es una chica asiática que no habla muy bien español y hace lo que sea para sobrevivir. Parece que solo puedo hacer de prostituta para sobrevivir”.
La taiwanesa Huichi Chiu (La familia perfecta, La rosa de nadie), se expresa en la misma línea: “Me han llamado para hacer de vendedora de 'Todo a 100', de traductora, de mafiosa, de turista. A mí no me importa hacer estos personajes, el problema es que no tienen desarrollo en la historia”. Todo ello implica que estas artistas se debatan, a la hora de aceptar un papel, si contribuir con el mantenimiento de estos estereotipos o si obviarlos en aras de trabajar.
La española de ascendencia guineana Astrid Jones (El cuaderno de Sara, Hablar) critica las ofertas profesionales que le llegan: “Nunca he asistido a un casting donde no se especifique que buscan mujeres negras”. Al respecto, en Madrid se ha debatido este año una proposición no de ley para fomentar los castings abiertos. Este tipo de procesos, también llamados colour blind, integrados, blackwashing y ciegos, son aquellos en los que no se tiene en cuenta el origen étnico, el color de la piel, la forma del cuerpo, el sexo y/o género del o la intérprete.
Estereotipos aplicados a nacionalidades
No todas las nacionalidades conllevan los mismos clichés. La húngara Agnes Kiraly y la guionista alemana Nataliya Kolesova coinciden en que los personajes de mujeres del Este de Europa “casi siempre son prostitutas o vientres de alquiler, o sea mercancía”. En el caso de Argentina, una intérprete anónima afirma que lo habitual es mostrar a una mujer “sentimental, temperamental, que no puede controlarse y recurre a la violencia”. Para las colombianas la asociación más frecuente es con el tráfico de drogas y y las gitanas, como expresa Coco Reyes, “están vinculadas a la fealdad en todos sus factores, espiritual y física”.
Hajar Brown (Skam España) lamenta que se enlace el origen árabe con el terrorismo. “No podía salir de ser terrorista, prostituta o sirvienta. El problema es que estos personajes estigmatizan muchísimo el papel de una mujer musulmana”, reprocha. “Supongo que hay muchas mujeres migrantes trabajadoras domésticas de mi nacionalidad”, señala la rumana Oana Darìe, “pero con su única representación parece que solo hubiera un grupo compacto de limpiadoras y nada más. Eso no puede ser”. Como avance y buena noticia dada en los últimos años, las entrevistadas en el estudio perciben que la entrada de las plataformas en el mercado está posibilitando nuevas historias, temáticas, enfoques y formatos ampliando la diversidad.
Dentro de sus propias carreras también aportan experiencias positivas. La colombiana Luisa Vides agradece su papel como Maya en la serie HIT por no ser “el cliché típico” y comenta sobre su trabajo en El tiempo que te doy como médica: “Era prácticamente como figuración especial. La directora de casting no quería a una doctora española porque puede haberlas de otra nacionalidad”. En cualquier caso, muchas indican que los nuevos roles que se están incluyendo tienen poco de compromiso real y destilan escepticismo porque realmente se trate de “una moda”. Brown defiende que muchas veces ha tenido la sensación de que lo único que algunas plataformas querían era “tener un número 'X' de personajes, donde solo importa tener los nombres y ya”.
Machismo, racismo y xenofobia en rodajes
A la hora de valorar la ocupación laboral de las mujeres inmigrantes y/o racializadas en el audiovisual español, la situación no mejora. El informe recoge que, si se tiene en cuenta que se trata de un sector ya de por sí altamente masculinizado, especialmente en ciertas posiciones como la de dirección, si se une a la condición de mujer la de migrante “se deduce que la inserción laboral será muy precaria”. Varias de las entrevistadas afirman que el hecho de ajustarse a este perfil “les ha condicionado en todas las facetas de su vida”.
Las actrices comparten las dificultades que, una vez conseguidos diferentes trabajos, ha conllevado tener rasgos racializados. “Cuando llegué a las pruebas de maquillaje, la jefa de peluquería me miró y me dijo: 'Wow, tengo que rebajarte un montón'”, recuerda la colombiana Lina Forero (No habrá paz para los malvados, Tengo ganas de ti). Su caso no es aislado, Brown asegura que siempre va “con la maleta a trabajar”. Pese a que avisa de que su piel no es “súper oscura”, no suelen disponer de tonos para ella, ya que “los que tienen son para gente blanca”.
Varias de las encuestadas aseguran haber sufrido actitudes machistas, paternalistas, racistas y xenófobas en el entorno laboral. La colombiana Danaciobaxy Bautista comparte que un compañero le preguntó en un rodaje por qué no estaba casada ni tenía hijos. La compositora y especialista en posproducción de sonido Amy Fajardo explica que en su escuela de música sus compañeros hombres “sienten que no soy suficientemente buena sin haber conocido mi trabajo” y critica la diferencia salarial existente: “Me enteré de que me pagaban menos a mí”. La directora de fotografía peruana Claudia Barco Orbezo afirma que ejerciendo de auxiliar de cámara ha escuchado comentarios sobre “cómo hacer las cosas, todos muy obvios que ya sé hacer y no tenían que repetirme simplemente por ser mujer”.
También ocurre que el origen acentúa ciertos comportamientos machistas. La venezolana Arlette Torres revela que un director supuso que por “ser latina y exótica, seguro que es vacilona y a esta la entro yo”. En general, existe una tendencia a pensar que todas las mujeres latinas responden al estereotipo apuntado, asociándolo con el exotismo o marginalidad. Así, cuando una persona no responde a esta idea prefijada, se le espeta: “Es que no pareces muy latina”. Otro conflicto surge al agrupar dentro del término 'latino' a nacionalidades tan dispares como la argentina, la mexicana o la chilena.
Pero no todas las situaciones se reducen a la ficción, también traspasan a la vida real. Brown explicó que una vez en plató un director dijo: “Vale, corten ya. Podemos empezar con el plano de la morita”. La actriz recuerda que se produjo “un silencio atroz” y que todo el mundo la miró. “Vinieron a disculparse las chicas de producción en vez del propio señor”, critica.
Un punto de partida con pretensión de mucho más
El informe concluye con una serie de recomendaciones para paliar este desfavorable contexto, que pasa por implantar y aplicar cuotas de género y de origen para que las mujeres y/o personas racializadas puedan acceder en igualdad de condiciones a los trabajos audiovisuales. Igualmente, apuesta por facilitarles el acceso a los puestos técnicos y directivos. Asimismo, consideran que debe ofrecerse una representación igualitaria y no estereotipadas de este tipo de mujeres. Y no solo debe cuidarse en términos cuantitativos de que aparezcan más, sino en términos cualitativos, de tal forma que sean tratados como un personaje más.
“Desde la Delegación queremos reunirnos y pensar, sumar a más gente y más voces con ideas para renovarnos”, afirmó Alkimim desde CIMA. Su compañera de la Rosa mencionó programas como CIMA Impulsa, Actrices en Acción o la beca lanzada por Netflix para estudiar guion en la ECAM como fundamentales para que “quienes creamos, escribimos y dirigimos podamos incorporar otras temáticas, puntos de vista y estructura de personajes”. Bohasu sumó la relevancia de la existencia de “marcos jurídicos” que lo amparen: “Una vez lo haya va a ser más fácil para las organizaciones entender cómo implementarlo”. Y con todo ello conseguir que este problemático contexto sea “historia del pasado y del presente, pero no del futuro”.