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La realidad si se abandona el Estatuto del Artista: “Ni en una buena racha me alquilarían un piso”

“Llevaba tiempo sin que me llamara nadie. Vivía con mi madre y, un día, al llegar a casa y ver que no tenía ni un duro ni comida, le dije: 'Me voy al metro a leer poemas a ver si me dan algo'”. El intérprete Carlos Olalla tenía 59 años cuando tomó esta dura decisión en 2016. Su madre, también actriz, no solo apoyó su postura, sino que quiso acompañarle. “La gente respondió de maravilla, incluso dentro de la profesión al ver que estábamos visibilizando una situación que afecta a más del 90% de la gente que nos dedicamos a esto, nos echaron una mano”, recuerda ahora a este periódico.

Olalla comenzó su carrera como actor a los 45 años y, desde entonces, ha participado en más de 100 series y 30 películas. Cifras que, pese a sonar altas y solventes, no palian el principal problema con el que se enfrentan sus compañeros de profesión: la intermitencia. Mitigarla es uno de los principales objetivos del Estatuto del Artista, una de las reclamaciones históricas del sector cultural que pretende dotar a sus empleados de un marco jurídico adaptado a sus particularidades.

El Ministerio de Cultura y Deporte liderado por Miquel Iceta puso en marcha en julio de 2021 una comisión interministerial para aprobar este Estatuto, propuesto por la Unión de Actores. En dos años ha habido avances significativos como la primera prestación especial por desempleo para el sector, que podría ayudar hasta 70.000 trabajadores autónomos; y la compatibilidad de la pensión de jubilación con la actividad artística. Pero todavía queda mucho camino por delante. Las medidas de reconocimiento de la intermitencia laboral y de la Seguridad Social de los trabajadores autónomos de la cultura se han quedado en el aire, a expensas de lo que ocurra en las elecciones generales que se celebrarán este domingo.

“El Estatuto es un punto de partida maravilloso para la protección de un sector vulnerable. Cuando salió hace unos años, a todo el mundo le parecía un planazo... Por eso es fascinante que se vaya quedando en nada. Se debería estar hablando de esto en campaña, pero parece que se va diluyendo”, lamenta a este periódico la actriz Natalia Mateo (Cuenca, 1975).

El último Informe Sociolaboral de los Actores y Bailarines Españoles elaborado por la Fundación AISGE (Artistas Intérpretes, Sociedad de Gestión) –que tiene previsto la publicación de uno nuevo este año– expuso que solamente el 8,17% de los actores ingresa al año más de 12.000 euros por ejercer su profesión. Y entre estos, únicamente el 2,15% superan los 30.000 euros.

“Incluso en un buen momento estamos siempre en un estado de vulnerabilidad”, lamenta la intérprete de títulos como AzulOscuroCasiNegro y Siete mesas de billar francés. “Ni en una buena racha me alquilarían un piso, porque fiscalmente a lo mejor mi año pasado fue un desastre”, expone. “En el que estoy ahora solamente pude decirle a la casera que era buena persona, porque no cumplía los requisitos. Pedí que nos viéramos para poder explicárselo”, añade.

Natalia Mateo valora que el hecho de que ella aceptara fue una cuestión de empatía. La misma que tienen quienes contratan a actores y actrices en otros oficios que la amplia mayoría necesita compatibilizar para llegar a fin de mes: “Saben que son trabajadores que no quieren estar ahí y que si les sale una prueba, se van a ir”. “Parece que tiramos muy bien las cañas”, comenta con ironía. La actriz reivindica que no hay que dejarse engañar por el glamour que rodea al sector cultural que desfila por entregas de premios y estrenos con sus mejores galas: “El 90% de los que están en las alfombras rojas están en paro. Puede ser que estén promocionando una película que hicieron el año pasado y que no hayan trabajado desde entonces”.

Fernando Ramallo (Madrid, 1980) entró en el mundo del cine por casualidad, colándose en el casting que David Trueba hizo en un instituto de la capital que le valió para participar con quince años en el filme La buena vida (1996). “Tuve suerte porque me dieron de alta tanto ahí como en todas las producciones en las que he trabajado. Pero últimamente con lo que más cotizo son otros trabajos”, comenta sobre su trayectoria. Trabajos que, como apunta, “tienen que ser un poco denostados porque no pueden ser de ocho horas y que si te llaman para un casting no puedas dejarlo”. “Son duros y poco agradecidos, como teleoperador, repartidor, seguridad privada, de auxiliar administrativo en la empresa de un familiar si tienes suerte... Trabajamos de muchas cosas, que la gente no se piense que somos unos subvencionados”. “Muchas veces se roza la mendicidad”, llega a concluir.

El actor declara que tiene amigos que han tardado “entre cinco y ocho meses en cobrar el paro. Si ya es difícil tenerlo, imagina cobrarlo esperarlo tanto. Hay gente que tiene que dejar sus casas por no poder pagarlas. Solo hay cuatro o cinco actores que ganan bien de dinero, mientras que casi el 90% vive de otras cosas”. El Estatuto del Artista, como explica Olalla, contempla que “no te exijan haber cotizado tantos días para tener derecho a la prestación de desempleo”. Esa exigencia de un determinado número de días cotizados afecta igualmente a las jubilaciones a las que aspiran acceder.

La lotería de un buen asesoramiento

Ramallo lamenta que exista un “gran desconocimiento” de la cultura y de cómo funciona su profesión a “nivel legal”: “Hasta los propios trabajadores del SEPE (Servicio Público de Empleo y Economía Social) te dicen cuando vas a pedir el paro 'prepárate porque esto es un lío'”. “Depende de la persona con la que te encuentres, te pueden llegar a soltar aberraciones. Si te toca alguien que sabe de artistas es como si te tocara la lotería”, añade Olalla.

Y es que como Ramallo argumenta, “para un actor o una actriz es muy difícil cobrar el paro como estaba estipulado como un trabajo normal, por no haber cotizado lo suficiente”. “Haces de protagonista en una película, la gente lo ve y piensa que te has forrado. Pero eso son dos meses de trabajo. Si tienes suerte, lo habitual es trabajar 60 días al año”, subraya. Incluso si es una serie en la que pueden participar durante años, se da la tesitura de que al llegar el verano, se rescinden contratos y posteriormente se les vuelve a contratar.

“Cuando los viernes te llegan los capítulos de la serie que se van a rodar en la siguiente semana, lo primero que haces es ver si hay alguna escena que sea 'Exterior Cementerio - Noche', para ver si han matado a tu personaje, ya que implica que te vas a la calle”, expone Carlos Olalla (Barcelona, 1957) sobre cómo experimentan los periodos en los que forman parte de elencos de ficciones televisivas.

La intermitencia, el gran yugo

El actor de títulos como El tiempo entre costuras ensalza como uno de los puntos claves del Estatuto reconocer la intermitencia. “En Francia se lleva haciendo desde 1920. Nos llevan 100 años de ventaja”, advierte. “Todas las regulaciones fiscales, laborales y muchas veces las sociales están pensadas para un tipo de actividad que no contiene esta característica. No podemos equipararnos a ningún otro colectivo”, asegura.

Entre los hándicaps que implica, está no poder tener un comité de empresa, ya que para poder acceder harían falta seis meses trabajando en la misma compañía. “¿Cómo vas a estar tanto tiempo si puedes estar cuatro días en una serie, dos en otra, etc.?”, plantea Olalla, “es imposible tener continuidad. No hay ninguna estructura fiscal o social donde se reconozca lo que deberían ser nuestros derechos para estar en igualdad de condiciones que el resto de ciudadanos. No pedimos cobrar más o pagar menos, queremos estar igual que los demás, pero no tenemos ninguna estructura jurídica que defina lo que es la intermitencia. Por eso el gran logro del Estatuto es que por fin la reconoce”.

No pedimos cobrar más o pagar menos, queremos estar igual que los demás, pero no tenemos ninguna estructura jurídica que defina lo que es la intermitencia

Al fantasear con haber desarrollado su carrera en una coyuntura con las condiciones que plantea el Estatuto del Artista, Natalia Mateos es clara: “Mi salud habría sido mejor porque he tenido periodos de estrés grave, directamente relacionados con no cobrar cuando corresponde. Eso me ha llevado a tener tres trabajos al día, a no comer bien, a no dormir. En mi caso, esto se tradujo en cuadro de estrés grave que conllevó patologías ya crónicas”. La actriz sostiene que la mejor definición de felicidad es “la ausencia de miedo”: “Parte de la intermitencia económica que tenemos va directamente al saco del terror, sobre todo si tienes una familia a tu cargo”. “Mi miedo ha sido siempre que si mis padres necesitaran algo, me pillara en un buen momento”, confiesa.

La intermitencia e inestabilidad de la profesión afectan igualmente a las jubilaciones. “Pocos actores llegan con una jubilación digna”, lamenta la intérprete. “No te jubilas”, afirma Ramallo, “por eso es interesante que se pueda compatibilizar con algún otro trabajo que puedas hacer puntualmente, como un capítulo de una serie”.

Pocos actores han llegado con una jubilación digna

“No vivo del arte, vivo de mi trabajo”

Natalia Mateo insiste en que, desde fuera de la profesión, “se venden una serie de mitos, se romantiza la pobreza y al final es una cuestión de dignidad”. Entre ellos, la expresión “vivir del arte”, ante lo que expone: “Yo no vivo del arte, vivo de mi trabajo. Nadie vive del arte, igual que la gente no vive del hierro, vivirá de trabajar del hierro. Por amor al arte yo no hago nada, me siento a ver Succession, pero no la escribiría”.

También condena la frase “los artistas somos dueños de nuestra hambre”, ya que sostiene: “Somos padres, comemos, pagamos viviendas sin ingresos fijos. Imagina que en un mes gano 4.000 euros, a lo mejor tienen que servirme para ocho meses”. Y destaca: “No tenemos que proteger a una estrella de cine que hace seis películas al año, se trata de proteger a un sector”.

Ahora bien, ¿son optimistas de cara a las elecciones? “El problema es que todo lo que se ha hablado puede caer en saco roto, pero confiamos en que salvo que gane Vox, salga adelante”, comparte Ramallo. El partido de ultraderecha no lo contempla en su programa electoral, pero tanto PSOE como Sumar y PP sí. “Necesitamos protección”, reclama Natalia Mateo, que aprovecha para responder a la censura de obras que se han ido sucediendo en las últimas semanas tras los pactos de PP y Vox en ayuntamientos: “A un artista no le puedes callar por mucho que lo intentes”.