Un sector de la organización de la Feria del Libro pide la dimisión de su director
El director de la Feria del Libro de Madrid, Manuel Gil, ha lanzado una bomba de humo. Tras las declaraciones sobre la adjudicación intencionada de las casetas de la isleta central, las cuales han registrado peores ventas que las laterales, las redes sociales ardieron, pero Gil no ha dado explicaciones. Cuando fue preguntado, en la rueda de prensa de valoración de la Feria, por los criterios para ubicar en el centro a unas u otras editoriales, respondió que “fue una decisión estudiada”. “Pusimos en la isleta a editoriales de catálogos pequeños y a aquellas que tienen la necesidad de rejuntarse con otras editoriales”, añadió. Esta respuesta no ha gustado a las editoriales que han salido perjudicadas.
Desde que estalló la polémica, la Comisión organizadora de la Feria lleva “literalmente 24 horas” estudiando “el reglamento para dar respuesta a lo que ha pasado”, señalan fuentes internas. La Comisión está formada por vocales de los gremios de libreros y editores, así como las principales distribuidoras. “A las declaraciones de Gil hay tantos matices que hacerle que no sabemos ni por dónde empezar. Espero que esté reflexionando sobre cómo ha gestionado la situación y, sobre todo, lo mal que ha comunicado cómo se adjudicaron las casetas centrales”, declara uno de los miembros de la organización que ha preferido no dar su nombre. “En teoría se había acordado que en la isleta fueran las casetas de tres metros, que serían las que tienen las editoriales con poco fondo. A unas les tocó en los laterales y otras en la isla”, aunque Gil señalara en su comparecencia de prensa que no se habían sorteado. Estas fuentes señalan que la razón para que la isleta estuviera formada por casetas de tres metros mientras que los grandes grupos creaban largos estands de hasta nueve casetas unidas es la logística.
Este jueves se celebra la Junta del Gremio de Libreros, organizador de la Feria del Libro, que tiene lugar cada vez que termina una edición, para valorarla y poner en común posibles mejoras. “Este año es urgente”, dicen fuentes internas. Manuel Gil no ha querido aclarar a este medio cuáles son sus planes de cara a la Junta pero la gestión de la crisis de confianza deja mucho que desear según valoran algunos editores de tamaño medio. Jorge Lago, de la editorial Lengua de Trapo, se siente “cabreado” debido a que “después del ruido y las críticas” nadie de la organización les ha contactado para darles una explicación. “Que reconozcan que no supieron gestionar, o bien, que lo hicieron de esta manera por algún motivo razonable”, indica. Para Lago, la sensación es que “nadie está al volante y no tienen una mínima consideración” con los editores de tamaño pequeño y mediano.
Cartas sobre la mesa
“En la Junta vamos a poner distintas cartas sobre la mesa. Entre ellas, que el director deje el cargo”, afirma el miembro del Comité de organización. En el sector editorial resuena “el necesario relevo” y que “Gil se jubile lo antes posible”. En los 80 años de Feria del Libro de Madrid no ha habido una directora y “sería pertinente una mujer al frente, no por discriminación positiva, sino por justicia y criterio”, afirma el miembro del Comité. A pesar de ello, desde la Feria del Libro aseguran a elDiario.es que Manuel Gil continuará como director.
Varias de las editoriales afectadas por la logística de la Feria de El Retiro y las malas ventas de esta edición —que aunque solo han descendido un 10% a nivel general, para algunos ha supuesto unas pérdidas de hasta el 40% respecto a años anteriores— están confeccionando un manifiesto para exponer sus quejas y “pedir responsabilidades por incumplir el Reglamento” respecto de la adjudicación aleatoria de los puestos. Desde la editorial Libros del K.O., casa responsable de la publicación de Fariña, Emilio Sánchez Mediavilla asegura que ha tenido en torno al 35% menos de venta. “Estamos calentitos porque las declaraciones de Gil nos parecen inaceptables e injustas. Pensábamos que el lugar, que es fundamental para vender más o menos, se adjudicaba por un sorteo en el que todos, grandes y pequeños, partíamos de las mismas condiciones”, dice.
Christina Linares, de la editorial Renacimiento, revela que se vuelve a Sevilla “con las 80 cajas llenas”. “La zona central ha sido una zona fantasma. Solo pido empatía por parte de la organización”, añade. Con un catálogo de 2.500 títulos y tres sellos editoriales, no sabe por qué le adjudicaron una caseta de tres metros. “Este cabreo monumental es porque hay una falta total de comunicación. Confías en ellos pero no sabes por qué deciden una cosa u otra”, dice. Al ser una editorial de fuera de Madrid, fuera del gremio organizador, Linares ha pagado más por el alquiler. “Parece que, como ha sido una Feria casi milagrosa por las circunstancias, solo podemos dar las gracias y no cuestionar las decisiones tan desacertadas que se han tomado”.
Feria “Masterchef”
Santiago Palacios, librero de Sin Tarima, lleva 42 años participando en la Feria del Libro. El próximo fin de semana espera sacar un rato para escribir un texto con críticas constructivas y enviarlo a la dirección de la Feria. “Estaba en la caseta 33, un sitio prodigiosamente bueno. He hecho la mejor Feria de mi vida. Pero eso no evita saber que tenía unas deficiencias importantes como que los fines de semana se han bloqueado los ritmos por las firmas de las estrellas”. Palacios asegura que “como nos descuidemos, la Feria se nos va de las manos y acabará solo en firmas de ‘personajes Masterchef’”. Al respecto del gran problema del límite de aforo, el librero se pregunta: “¿Cómo puede haber problemas con el aforo y gente sentada toda la mañana tomando un café dentro?”. Y sugiere que sería “más coherente” poner las dos cafeterías fuera.
A la editorial Alpha Decay, con una comunidad de seguidores de más de 20.000 usuarios, la feria le ha ido “regulera”. Julia Echevarría es la editora de la colección general. Se muestra disconforme con las declaraciones de Gil en las que justificaba que las grandes diferencias entre las ventas de grandes y pequeños se debían a que “lo que se paga es tener una buena marca o una amplia comunidad detrás”. “Siento indignación porque justamente las editoriales pequeñas lo único que tenemos es eso: comunidad y marca reforzada”, asegura Echevarría. “Las ventas han bajado porque la organización era malísima, no solo el lugar, también el aforo limitado y las dos horas de cola para entrar que un fan de un youtuber te la hace, pero la gente mayor, por ejemplo, no”, añade. Otra editora, que no estaba en la isleta central y reconoce que de las ventas le han ido “bien para lo mal que les han ido a otros”, manifiesta que “el rollo de la marca y la comunidad detrás pretende culpabilizar a las editoriales”. “Como diciendo: 'Os ha ido mal porque no habéis hecho el trabajo bien'. Y aquí se necesitaba menos marketing y más organización ecuánime”, indica.
La paciencia de los lectores
La perspectiva de los grandes editores es necesariamente diferente. Uno de ellos, el Grupo Planeta, ha traído a la Feria más de 200 autores y 400 sesiones de firmas. Nahir Gutiérrez, coordinadora de comunicación de la División Editorial del Grupo Planeta, asegura que “la medida del éxito” de su participación es que todos sus autores “han estado felices y agradecidos de ese reencuentro con sus lectores”. Para esta editorial, que no ha sufrido los problemas logísticos de otras, lo más impactante “ha sido ver la respuesta de los lectores, las colas pacientes a casi cualquier hora de los fines de semana o lo curioso de una Feria en la que, por primera vez, se hacía de noche”.
Once editoriales firmaron el pasado sábado un texto crítico que hicieron llegar a la dirección y al que ha tenido acceso este diario. En él se afirma que “ha llegado el momento de dar un giro a la actual gestión de la Feria del Libro para garantizar su futuro y evitar las insensateces, errores y mala organización y abuso de poder que ha presidido la edición que ahora acaba”. Consideran “incomprensible” que se mantuviera el control del aforo coincidiendo con la relajación de algunas restricciones para los espacios cerrados, como el cine, que decretó la Comunidad de Madrid con la feria ya empezada. Este manifiesto considera un “abuso de poder” la colocación de publicidad institucional sin aviso previo en las casetas de los editores y libreros de Madrid sin informar sobre la repercusión económica asociada a esa publicidad.
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