En sus discursos salta de Habermas a “Los juegos del hambre”, sus ensayos son éxitos de ventas, y su público hace cola para escucharle. El filósofo esloveno Slavoj Zizek cree hoy más que nunca que interesan las grandes preguntas metafísicas porque la tecnología está cambiando lo que significa ser humano.
“No digo que las máquinas nos vayan a controlar, aún hay mucho por recorrer, pero sí que están cambiando lo que significa ser humano”, ha señalado durante un encuentro con periodistas en el Museo Reina Sofía, donde pronunció el pasado viernes una conferencia sobre las históricas muertes y resurrecciones del fascismo.
Zizek (Liubliana, 1949) pone como ejemplo los videojuegos, que cambian la percepción del sujeto de sí mismo y alientan la “cultura de la inmortalidad” en la que vivimos; pero sobre todo los avances de las ciencias del cerebro y la digitalización.
“Hasta ahora hemos creído que la realidad estaba fuera, separada de nosotros, pero eso está cambiando: el cerebro puede conectarse con una máquina. Stephen Hawking ya no necesita sus manos para manejar su computadora, lo hace directamente con su cerebro”, argumenta.
Enérgico y nervioso, Zizek proclama que “estamos entrando en una nueva era”. Habla de las clínicas de los suburbios de Shanghai a las que acuden parejas occidentales para seleccionar genéticamente a sus embriones y recuerda lo que le dijo el responsable de la Academia de biogenética de China cuando lo conoció.
“Me dio un folleto en el que ponía que su tarea era controlar el bienestar físico y -subrayando la palabra- mental de la gente. Pensé, 'dios mío, ya lo están haciendo: el control de los impulsos, la ansiedad'”, explica.
En este contexto, Zizek vislumbra un futuro inquietante, una “sociedad del control”, en la que los ciudadanos están vigilados constantemente y una nueva división de clases aún más fuerte: privilegiados y esclavos.
Una clase que no sólo vendrá determinada socialmente sino también biológicamente y es aquí donde cita a Hollywood y películas recientes como “Elysium” o “Los juegos del hambre”, que dibujaban esas divisiones.
Ante ese panorama, el filósofo y crítico cultural hace gala de su espíritu más corrosivo y apuesta por un nuevo tipo de comunismo. “El capitalismo, tal y como lo conocemos, está llegando a sus límites”, señala. “Necesitamos grandes estructuras reguladoras para hacer frente al calentamiento global, la desertización, los refugiados, la biogenética”.
En su opinión, esas estructuras no pueden ser los Estados. Zizek habla de entes burocráticos públicos en los que habría expertos pero también miembros seleccionados aleatoriamente, como en los jurados populares. La cuestión es quién controlaría esos entes.
Y aquí vuelve el Zizek provocador: “La burocracia funciona mejor si se siente aterrorizada. Stalin tuvo una buena idea cuando se le ocurrió aterrorizar no solo a la gente ordinaria sino también a los burócratas”, proclama. “En mi Estado ideal, puedes ser un burócrata influyente, pero sabes que antes o después puedes perder la cabeza”.
Antes de empezar la entrevista, Zizek ha hecho una petición a los periodistas. “Si es posible, no utilicen una serie de palabras en sus preguntas: 'brexit', Le Pen, Macron y Trump. Es muy aburrido”, ha asegurado.
Alguien pregunta por Podemos, que no figura en la lista de palabras prohibidas. “Estoy perplejo porque aún no sé, y temo que ellos tampoco lo sepan, qué es lo que quieren una vez en el poder”, reflexiona.
El pasado miércoles, Zizek comenzó su periplo madrileño con una charla en el Círculo de Bellas Artes para la que hubo colas y mucha gente que se quedó fuera. El viernes en el Reina Sofía volvió a encontrarse con el público con una charla titulada “Lecciones del airepocalipsis”.
“Hay un público sustancial para los trabajos teóricos y de pensamiento”, sostiene. El filósofo esloveno también asegura que “no es verdad que vivamos tiempos superficiales en los que nadie lee ni profundiza”.