El Teatro Real limitará al 65% el aforo de cada una de sus zonas tras las protestas que obligaron a suspender una función
El Teatro Real de Madrid ha decidido limitar a un 65% el aforo en cada una de sus zonas delimitadas. La medida se toma después de que el pasado 20 de septiembre las quejas de los espectadores de las zonas más alejadas del escenario por la falta de distancia de seguridad obligasen a suspender la función de 'Un ballo in maschera'.
En la nota emitida por el coliseo madrileño explican que el Teatro es “sensible a los planteamientos y preocupaciones de su público” y, por ello, acompañan esta medida con otras como la devolución del importe íntegro de las entradas a aquellos espectadores que acrediten su residencia en una de las zonas confinadas de la capital.
En un correo destinado a sus abonados, la institución reitera su compromiso con las normas de seguridad y manifiesta que, en el caso de que las “butacas contiguas” estén ocupadas por otros usuarios y esto dificulte la asistencia al evento, el Teatro Real “ofrece la posibilidad de optar por la devolución íntegra” de la entrada.
Esta decisión llega después de que una serie de críticas desde distintos ámbitos y de la decisión del Defensor del Pueblo, Francisco Fernández Marugán, de iniciar una actuación de oficio para esclarecer la situación ya que, según denuncian algunos espectadores, en los pisos superiores del Real había hasta 15 asientos contiguos ocupados por personas que no acudían juntas a la representación. Ahora, en la nota remitida a sus socios, el coliseo madrileño se compromete a “no alcanzar el aforo del 65% en ninguna de las zonas”.
La función del domingo era la segunda después del estreno de la ópera y de la temporada del Teatro el pasado 18 de septiembre con la presencia de los reyes y varios ministros. Los espectadores de la función del domingo entendieron que no se estaban cumpliendo las medidas necesarias, sobre todo en la parte del teatro con precios más asequibles, e impidieron que comenzase la representación con gritos de “¡fuera, fuera!” o “¡suspensión”.
Después de dos intentos por parte del Teatro de comenzar la función y ofrecer la devolución del importe para aquellos que lo solicitasen, se vieron obligados a suspender.
La entidad emitió un comunicado explicando que se cumplían “todas las normas vigentes” en una representación en la que había ocupadas 905 localidades, lo que supone un 51,5% del aforo total de la sala.
Lo cierto es que las quejas venían de los espectadores situados en lo que se conoce como el “gallinero”, donde se encuentran las butacas más baratas de la ópera, con unas distancias entre localidades ocupadas muy distintas a las de otras zonas más caras como la platea.
Esta polémica llega en un momento en el que el Teatro Real, al igual que otros grandes teatros europeos, estaba intentando democratizar la ópera y quitar ese halo de elitismo que siempre la ha envuelto, apostando, sobre todo, por acercarla al público joven y hacerla más asequible.
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