La danza se enfrenta a la precariedad y al desconocimiento: “Sería buenísimo que tuviera un lugar en los libros de historia del arte”
El tejido cultural de la danza en España es irregular y variable. Mientras que ciudades como Barcelona, Madrid o Bilbao celebran este 29 de abril el Día Internacional de la Danza con espectáculos de todo tipo, reforzados por presupuestos públicos destinados al fomento y a la exhibición, en otras muchas ciudades españolas la danza sigue teniendo dificultades para encontrar su espacio en la programación cultural. Y cuando la encuentran, se enfrentan a la precariedad y el desconocimiento del público.
“Estos dos años han sido complejos y duros, y ha aflorado epecialmente la precariedad”, cuenta Ángels Margarit, Premio Nacional de Danza 2010. “Los profesionales de la danza no tienen unas condiciones y prestaciones a la altura del trabajo que realizan. Es imperiosa la aprobación de un Estatuto del Artista que garantice unos derechos mínimos, como prestaciones económicas después de un paro de gira, edades de jubilación o programas de reciclaje y cambio de profesión llegados a determinada edad”, explica.
Margarit considera que la danza es “un patrimonio cultural vivo” que a su parecer suele estar a la sombra de nuestra fijación con lo que llama el “patrimonio piedra”. Desde 2016, dirige El Mercat de les Flors, un teatro municipal que se ha convertido en un referente de las artes en movimiento a nivel nacional. Situado en Barcelona, como consorcio entre la Generalitat de Catalunya, el Ajuntament de Barcelona y el apoyo del Ministerio de Cultura, tiene tres salas en las que se programa durante todo el año. Además, es un lugar de creación y activación de proyectos de danza y de circo contemporáneo, así como centro de difusión de cultura con programas específicos en escuelas e institutos.
Por el Mercat de les Flors acaba de pasar la reconocida compañía de danza La Veronal. Su director, Marcos Morau, apunta que las compañías necesitan espacios aptos para el desarrollo de sus procesos creativos: “Teatros y casas para la danza en los que se apoye su producción y proyección”. Según él, “el sistema de subvención y de ayudas pone a veces en jaque a los creadores que sienten que llegan tarde, o no llegan”. El coreógrafo, que hace escasos días dirigía su obra Sonoma en el Mercat, cuenta que “hay muchos teatros públicos en España en los que la programación de danza es prácticamente nula”.
En Bilbao resiste La Fundición, un espacio de exhibición y dinamización de la creación contemporánea. Según Luque Tagua, su programador, “no es lo mismo bailar desde Barcelona que desde Londres, como no es lo mismo la danza belga que la mediterránea. La luz de los paisajes determina la forma de mirar. Nosotros tenemos una forma propia de relacionarnos con nuestro cuerpo, eso es muy valioso”. Luque cuenta que el público de cada ciudad es radicalmente diferente y que su trabajo como programador es leer la mirada del que visita: “En Euskadi el público es curioso porque hay una efervescencia, Bilbao está completamente vivo”.
La Comunidad de Madrid, por su parte, celebra estos días el festival Madrid en Danza, un proyecto en el que se podrán ver espectáculos y obras de primer nivel hasta mayo. Es el caso de Le Plancher, del bailarín Chevy Muraday. Su compañía, Losdedae, tuvo que suspender hace meses una de sus giras más importantes, la de Juana, un espectáculo en el que participaba Aitana Sánchez Gijón. Chevy asegura que la precariedad en la profesión “es absoluta” y que el panorama de la danza contemporánea pasa “por un momento complicado”. Con Le Plancher pretende reflexionar sobre las enfermedades mentales mediante una pieza bailada en un pedazo de parquet de quince metros cuadrados. Podrá verse el 13 de mayo en el Teatro Carlos III de Aranjuez.
Otra compañía que pasará por el festival Madrid en Danza es LaMov, dirigida por Victor Jiménez. “Fue descorazonador ver que no podíamos entrenar como nuestro cuerpo nos lo pedía, que de repente los planes se iban a la deriva y muchos espectáculos se cancelaban”, explica el director artísctico. Su compañía “tuvo que recurrir al ERTE para poder sobrevivir”. “Afortunadamente, creo para nosotros lo peor ya ha pasado. Volvimos en julio del año con más ganas y fuerza que nunca. La pandemia dio para pensar mucho y de ella salieron también cosas bonitas como nuestra última producción: El Lago”. Esta pieza, la versión de Victor Jiménez de El Lago de los cisnes podrá verse el 7 de mayo en el Teatro Auditorio Ciudad de Alcobendas.
La bailarina malagueña Luz Arcas habla a elDiario.es desde El Salvador, donde estos días presenta su espectáculo La Anunciación: “Sabemos que la cultura y el arte sufren especialmente las crisis económicas. Dicen que lo peor está por venir, y sí creo que cuando se lleven a cabo los recortes económicos podemos sufrirlo mucho”, opina. Según ella “la danza debe protegerse porque es un arte necesario, que nos habla del y desde el cuerpo, que nos conecta con sus contradicciones, con el dolor y la alegría de vivir; que la memoria física está ahí, dentro de nosotros, sepultada por la violencia de la historia, pero ansiosa de ver la luz”.
Educación contra el desconocimiento
En muchas ocasiones las compañías de danza se enfrentan al desconocimiento. Los espacios que las pueden programar apelan a la falta de público para no impulsar la exhibición de la danza contemporánea. Pero sin oferta es evidente que no hay demanda: si no se brindan oportunidades para interpretar espectáculos de danza, el público no se aproxima a la danza.
“La mirada se educa”, opina Toni Jodar, creador y divulgador que lleva casi veinte años explicado de qué va la danza contemporánea. Los días 29 y 30 de abril estrá en el Mercat de les Flors con su Explica Dansa, un espectáculo en el que cuenta la historia de “las principales figuras de la danza”. “También cuento cómo los movimientos y los lenguajes están ligado al bailarín que ha crea cada técnica”. Como Isadora Duncan, “que a principios del siglo XX se quitó los zapatos, se desprendió del tutú y el maillot y empezó con el movimiento libre sin sentirse apretada y atada”. Toni Jodar señala que los grandes nombres de la danza no se conocen como los grandes nombres de la pintura o de la música: “Sería buenísimo que la danza tuviera un lugar en los libros de historia del arte, pero ni Carmen Amaya aparece ahora mismo”.
Luque Tagua cuenta que La Fundición no solo programa danza, también la divulga: “Nosotros después de cada función hacemos una charla y explicamos las claves de lo que se ha visto”. Para el programador “a veces los puentes entre los creadores y el público están rotos porque hay un cierto desconocimiento, es cuestión de irles educando el paladar y brindarles herramientas”.
Por su parte Ángels Margarit opina: “somos una sociedad demasiado mental, pero el pensamiento es con el cuerpo entero. Bailar es pensar desde los pies”. Según ella “cada vez se trabaja menos con el cuerpo”. Y añade: “En un mundo de tanta información y tecnología ya solo usamos los dedos y la cabeza, y esto nos va a dañar. La educación debería ayudarnos a corporizar, a digerir con las experiencias físicas y creativas”.
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