Ignacio García vive desde el 25 de octubre una situación difícil. Son días en los que ha tenido que rechazar seguir dirigiendo durante un año más el Festival de Almagro que llevaba liderando cinco años; un festival público, creado en 1978 y referente mundial para el teatro del Siglo de Oro. Han sido días frenéticos en los que también ha tenido que reflexionar cómo irse y cómo comunicar su opinión sobre las decisiones que la deriva que el Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAEM) y la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) han tomado para el festival y con las que él ha estado en desacuerdo, motivando su salida.
Cuando la noticia de su dimisión saltó a los medios este lunes, la Dirección del Festival de Almagro publicó un duro comunicado responsabilizando al INAEM y a la CNTC de la “devaluación del apoyo institucional” al evento teatral.
En conversación con este periódico un día después de la noticia, García se muestra tranquilo e interpreta su salida no como una dimisión sino como un rechazo de la ampliación de su contrato. Admite tener una relación cordial con el director de la CNTC, el actor Lluís Homar, con el que asegura nunca haber roto relaciones y haber reflexionado y charlado de manera continuada sobre la relación entre la CNTC y el Festival, a pesar de sus diferencias de opinión.
Ignacio García asegura que permanecerá hasta el 31 de diciembre trabajando para dar el relevo al siguiente director o directora. Hace solo dos semanas, García se encontraba en Kiev, realizando un taller con jóvenes ucranianos sobre La vida es sueño de Calderón, con la intención de representarla en Almagro en 2023. Paradojas de la vida, se trata de la misma obra de Calderón que tensó la tirante relación entre García y la CNTC. Este montaje y todo el proyecto pensado para la próxima edición está hoy en el aire. García es consciente. Aun así, en la entrevista no hay eufemismos. Si bien García sigue utilizando un lenguaje no frentista, siempre mesurado, sus palabras son claras, tienen peso y dejan abiertas muchas preguntas sobre la gestión de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, que es el principal pilar del festival ciudadrealeño.
Este lunes se lo buscó desesperadamente, ¿por qué decidió no hablar?
Pensaba que lo lógico era que el patronato se pronunciara antes. Es el órgano máximo de la Fundación del Festival de Almagro y, como tal, en mi opinión, es el que tiene que informar de los pasos que da y porqué los da.
Pero luego el comunicado que envían a los medios, cuando la dimisión ya es noticia, es duro. ¿Hay una guerra con la CNTC?
En absoluto. Para empezar, yo nunca he dimitido: simplemente, rechazo la oferta que se me hace de renovar un año más. Mi contrato acaba el 31 de diciembre y estaré trabajando hasta esa fecha. Y ante la oferta, que en mi opinión llegaba tarde y no en las mejores condiciones para el Festival, decliné. Creo que no se dan las condiciones mínimas para hacer crecer el Festival. Pero no hay declaración de guerra. Se ha extinguido un contrato. Mi deseo era continuar, creo fuertemente en el proyecto que hemos realizado estos cinco años. Y si he dicho que no, no es por mí, sino con la defensa patrimonial que creo que desde Almagro hay que hacer del Siglo de Oro.
Desde julio, cuando expresó su voluntad de seguir en la rueda de prensa de finalización del festival, hasta ahora, ¿qué ha pasado para que haya dicho que no?
Quiero dejar claro que los otros patronos, aparte del INAEM, siempre me han mostrado su apoyo, la Comunidad de Castilla-La Mancha, el Ayuntamiento de Almagro y la Universidad de Castilla-La Mancha siempre me han dado un apoyo firme. Solo hay que ver esa rueda de prensa donde el único que faltaba era el INAEM.
Entonces, el problema ¿es con el INAEM?
Sobre todo. Cuando en marzo entró el nuevo director general del Instituto Nacional de Artes Escénicas, Joan Francesc Marco, pedí una reunión con él. No conseguí verlo hasta el 25 de octubre. Seis meses. Y en esa reunión la propuesta que hace no cumple con las expectativas de lo que debe ser el compromiso del INAEM y de la CNTC con el Festival. Pero el Festival no es mío, es un festival público en el que quien representa a la sociedad civil son los patronos, yo simplemente soy el director. La tradición es que la interlocución entre el director del Festival y el del INAEM sea directa. El patronato se reúne cuatro veces al año, pero la gestión diaria es con la dirección del INAEM. Y en estos cinco años, hasta ahora, siempre había sido así.
¿En esa reunión con Joan Francesc Marco ya le plantean la posición del INAEM?
Sí, por primera vez, a dos meses de acabar mi contrato, se me dice que se quiere que siga un año más, aunque los estatutos de la Fundación plantean hasta tres años. Siento que esa prolongación se vincula a la situación electoral y no es por los intereses del Festival. Además, como he dicho, no se me presenta una propuesta clara para el crecimiento del Festival, ni en la presencia de la CNTC, ni en la mejora de las condiciones de los trabajadores del Festival, condiciones que en estos años han sido reducidas, aparte también de reducir personal.
¿El posicionamiento del INAEM no estaba claro desde que empezaron a hacer rondas ya en el mes de marzo para sustituirle en la dirección?
Yo sabía que eso estaba pasando. Lo sabía yo y media profesión. Eso ya nos dejó claro que no les interesa nuestro proyecto. Y es feo ver pasar los meses, ver que va pasando gente que quieren que te sustituya y que tú no te puedes ni reunir. Pero aún así, hasta esa reunión del 25 de octubre yo estaba convencido de querer continuar. Es más, salí de la reunión con dudas y con la intención de arreglarlo. Lo que pasó esa semana, entre la reunión con Marco y la reunión del patronato el 3 de noviembre, fueron muestras de clara falta de voluntad de apoyo a lo que se dijo en esa reunión.
En esa cita hay una primera propuesta por parte del INAEM en el que la presencia de la CNTC no llega para llenar la programación del teatro grande de Almagro, el Adolfo Marsillach, los fines de semana del mes del Festival. Una propuesta en la que, además, la función de La vida es sueño, dirigida por Declan Donnellan y coproducida por el Barbican de Londres, se ofrece ser programada entre semana y en un espacio diferente al Adolfo Marsillach. ¿Ese es el desacuerdo?
Sobre lo que ha propuesto a Almagro la CNTC, tendrá que informar la misma compañía. Lo único que puedo decir es que su propuesta me parecía que no cumplía las expectativas de la presencia que tiene que tener la CNTC en el Festival. La Compañía Nacional había estado de manera masiva en anteriores épocas. El compromiso de Helena Pimenta (directora de la CNTC de 2011 a 2019) fue clarísimo. El de Eduardo Vasco (director de la CNTC de 2004 a 2011), también. Y hasta que llegó la pandemia así estaba siendo bajo mi mandato. Solo hay que mirar las programaciones de todos esos años para comprobarlo. La falta de compromiso este año quedó clara cuando en vez de estrenar en Almagro, que es su sede, la CNTC decidió estrenar tres días antes El burlador de Sevilla dirigido por Xavier Albertí en el festival Grec de Barcelona. Ellos tendrán sus razones y las podrán explicar, pero a mí me parece que eso es malo para el Festival de Almagro. Y no he querido, como director, aceptar y prolongar esa dejación del compromiso que debe ser inequívoco con Almagro.
La falta de compromiso de la CNTC con Almagro, que es su sede, quedó clara cuando decidió estrenar 'El burlador de Sevilla' en el Grec de Barcelona en lugar de en el Festival
Pero podría aclarar si hay dos propuestas por parte del INAEM. La primera ese día 25 de octubre en la que está incluida La vida es sueño sin tener que pagar caché. Y una segunda, antes de la reunión del patronato el 3 de noviembre, en la que habiendo usted pedido una mayor presencia de la CNTC en Almagro, el INAEM le ofrece más funciones, pero incluyendo a la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, y le dicen que para poder incluir La vida es sueño el Festival tendrá que contratar la función como si fuese una contratación privada. ¿Es así?
Es así. En la primera propuesta, La vida es sueño forma parte de lo que ofrece la CNTC, y en la segunda queda fuera. Puede parecer incomprensible pero es más complejo, no creo que haya mala fe. Tiene que ver con la gestión de los tiempos de montaje y desmontaje de la CNTC. Si cubres fines de semana con otros espectáculos y tienes en una semana que montar y desmontar varias obras, todo se complica. Pero tampoco creo que la solución sea que la producción de La vida es sueño tenga que pagarla el Festival. Eso lógicamente resta posibilidades al Festival de poder contratar y mostrar otros trabajos.
¿Es la primera vez que pasa?
Ya pasó este año con El diablo cojuelo. Tuvimos que contratar dos funciones de este montaje porque la CNTC la coproducía con una empresa privada. Se tuvo que contratar con cargo a las cuentas del Festival y no del CNTC. Pedí que no fuese, así pero el INAEM dijo que no. Es decir, no solo es la CNTC, la responsabilidad es compartida. Lo preocupante es que si bien se dijo que esto era excepcional este año, en su propuesta para el año que viene esto se estaba repitiendo y de manera amplificada.
El diablo cojuelo es una producción de Velvetevents, productora catalana formada por el Grupo Balañà, La Fura dels Baus, Bitò Produccions y el Festival Temporada Alta…
Para mí lo importante era que Almagro y yo mismo no contribuyésemos a la confusión que se está dando entre qué es la Compañía Nacional, qué la Joven compañía y qué una coproducción con lo privado. Creo que esos territorios de indefinición no favorecen el discurso público. No quiero contribuir a esa confusión. La Joven nunca puede ser sustituta. Y eso que soy gran defensor de ese proyecto que creó Eduardo Vasco, son la cantera del futuro. Pero no se la puede utilizar con fines cosméticos para negar la evidencia de que el compromiso de la CNTC con Almagro es mucho menor. Mi defensa es que la CNTC debe de estar en Almagro, pero en todo su esplendor y con grandes textos como La vida es sueño.
En el comunicado que mandó este lunes desde el Festival, habla también de cómo afecta todo esto a la actividad económica de Almagro y en especial a su hostelería, ¿han recibido quejas?
Cuando el Teatro Adolfo Marsillach está vacío, son 700 personas menos comiendo y cenando en Almagro. Claro que eso afecta. Pero no es solo la hostelería, también afecta al aficionado, que también se ha quejado. Si bien no es cuantificable, es verdad que hemos recibido quejas, hay un malestar.
Salir de este modo, como el malo de la película, es triste, cuando lo único que he hecho es pelear por que el patrimonio siga estando en el centro del discurso pero no pretendo guerras, por eso me aparto
Otra de sus razones para no aceptar seguir dirigiendo es la “reducción, precarización y externalización de puestos laborales que se ha llevado a cabo en la Fundación por mandato taxativo de su Patronato y su Comisión Ejecutiva”, ¿podría explicarlo?
A día de hoy, se ha externalizado la comunicación y la contabilidad. Y se han intentado externalizar más cosas. Esto es precarizar las condiciones laborales de los trabajadores y ese no es el ejemplo que debe dar una institución pública, pese a las presiones que haya. Nunca he estado de acuerdo y así consta en las actas del patronato.
¿Qué otras áreas se han intentado externalizar? En el pasado se intentó con los técnicos, en los que tienen puestos sus ojos las productoras privadas.
Sí, esa es la otra área, la dirección técnica. Lo único que puedo decir es que he peleado por cada una de ellas. Creo que he dejado un festival mejor que cuando llegué, como otros directores han hecho, entre todos vamos mejorando. Pero también creo que dejo una peor y más debilitada Fundación del Festival de Teatro de Almagro que cuando yo llegué.
¿Ha sufrido mucho estos días?
Sí, ha sido muy triste. Después de tantos años y de tanta pelea, salir de este modo es triste. Es agridulce, porque me voy feliz de lo hecho y de todo el mundo que ha apoyado y trabajado codo con codo. Pero es triste ahora irse como el malo de la película cuando lo único que he hecho es pelear por que el patrimonio siga estando en el centro del discurso. Mi intención no era quedarme a trabajar un año más como director. Mi finalidad era poder hacer el mejor festival del Siglo de Oro del mundo, que lo hemos hecho estos años y, además, abriéndolo a lo contemporáneo, a América, a las mujeres, a los repertorios heterodoxos… Pero no pretendo guerras, simplemente creo que no soy útil en la visión que tiene el patronato. Por eso me aparto.