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Cuando el miedo impide la rebelión

Escena de 'Batavia' // Foto: Víctor Jiménez Vega

Paula Corroto

4 de junio de 1629. El barco holandés Batavia naufraga cerca de Australia. Sobreviven más de 200 personas. Cien días más tarde, cuando el capitán Pielsaert regresa con ayuda, quedan sólo cuarenta. El resto, incluidas las mujeres y los niños, ha sido asesinado tras una brutal carnicería dirigida por Jeronimus Cornelisz y en la que han participado diez hombres. Un hecho casi inexplicable: ¿por qué un pequeño grupo de personas acaba con la vida de casi dos centenares? ¿Por qué nadie pudo parar los homicidios?

Estos interrogantes llevaron a David Barrocal y Almudena Ocaña, de la compañía Erre Que Erre (Ruth Carreras, Samad Madkouri, Nuria Landete, Iñaki Díez, Juan Carlos Reina y Rodrigo Ramírez), a escribir la obra Batavia. Historia de un naufragio, que ahora se representa con un enorme éxito –lleno todos los miércoles- en el Teatro Lara de Madrid, después de su estreno en la sala Kubik.

La historia está inspirada en un suceso real que, a pesar de ser muy conocido en Holanda y Australia, apenas ha traspasado sus fronteras. “Pero cuando me enteré de ello y de que 200 personas mueren por un hombre que no empuña un arma y sólo lo consigue por la palabra, embaucando a otros, me parecía que era también un tema para hablar de nuestra crisis: cómo confiamos todos en una persona y en su buena fe y en las medidas que toma y cómo eso puede resultar un desastre”, explica Barrocal a eldiario.es.

Un formato alejado del realismo

Un formato alejado del realismoLa obra apunta a nuestra realidad cotidiana, pero desde una perspectiva muy diferente al realismo con el que se ha abordado la situación actual en montajes recientes. Su originalidad es que conjuga el texto teatral con la poesía y la coreografía, dándole una pátina más plástica. No sólo es importante qué se cuenta sino cómo se cuenta. “Son diferentes caminos para hablar de lo mismo. Es una manera de expresarnos más afín a lo que solemos hacer, un teatro más estético. Queríamos hablar de la crisis, pero con otro lenguaje”, cuenta este dramaturgo que procede la televisión, donde ha trabajado en series como Tierra de lobos.

La clave del montaje está en que la historia se cuenta cronológicamente al revés. La intención era averiguar en qué momento todas aquellas personas que habían naufragado sucumben al tirano sin apenas rebelarse. “Retrocedemos hasta el momento en el que la gente pudo decir ‘no’, y ese es también el momento en el que estamos ahora. La gente no dice que no, no se rebela. De ahí también esas transiciones coreográficas que empiezan como rebobinados, pero juegan con los personajes como marionetas, víctimas de una tragedia”. Así lo explica Barrocal, para quien la razón de todas esas muertes es el miedo: “Por eso es por lo que la gente nunca se rebela. Jeronimus estaba acompañado de diez borrachos. Eran muchos menos, pero los náufragos no se rebelaron. Es lo mismo que sucedió en los campos de concentración nazi donde nadie nunca levantó la mano. El miedo es el elemento para dominar”.

Los roles del terror

Los roles del terrorPara contar cómo actúa este miedo, los dramaturgos se han servido de diferentes personajes que interpretan los roles que surgen durante una crisis. Por un lado, sí hay una persona que se rebela y es a la que el régimen del terror aplasta sin compasión. Otro rol es el del chico que siempre se ha sentido humillado y que, de repente, al tener el poder, lo utiliza para descargar su odio acumulado.

El tercero es realmente interesante, ya que es el que asume sin parpadear el discurso institucional: “¿Acaso creéis que a Jeronimus le gustó ordenar la muerte de todos los enfermos? ¡Por Dios bendito, claro que no! ¡Pero es lo que hay! La realidad manda. Unos tendrán que sacrificarse para que el resto salgamos de este trance. Es tiempo de sacrificios”, dice la mujer del Pastor. “Eso de que la realidad manda creo que a todos nos suena bastante”, añade Berrocal.

Un último papel es el de aquel que deja brotar la maldad que tiene en su interior en cuanto se la zarandean. “Ese personaje representa el germen del mal que está en todos. Todos llevamos el mismo monstruo, y, de hecho, este personaje empieza a seguir al tirano por una buena causa, cree que hay que seguir las normas, y que si unos náufragos roban, deben ser castigados, pero eso es lo que le lleva a la degeneración”, dice el dramaturgo.

La maldad nace de la humillación

La maldad nace de la humillaciónLa reflexión que queda en el espectador es que la maldad, la tiranía y la imposición del terror no son únicamente un asunto de locura. Hannah Arendt ya desarrolló ese concepto en su ensayo sobre Eichmann, a quien tachó de mediocre. Tampoco Hitler estaba loco; los tiranos se alimentan del miedo que provocan. Como dice Barrocal, “la maldad tiene que ver con gente que se siente humillada y sólo se tienen que dar las condiciones para que eso estalle”. Nada mejor que un barco tras un naufragio o un país a la deriva.

La compañía Erre Que Erre ha realizado hasta la fecha varios montajes de obras clásicas como La Celestina, La Tempestad, de Shakespeare y Salomé, de Oscar Wilde. Todas ellas con ese toque experimental que aleja sus trabajos del clasicismo y que son una isla de originalidad en la cartelera. Empezaron en la Kubik y ya han dado el salto al Lara donde prosiguen los aplausos. “Ahora la obra puede seguir creciendo y evolucionando. En el teatro tenemos todas las dificultades, por lo que hay que encontrar un escaparate, y para nosotros la Kubik lo fue”, cuenta Barrocal. Sólo les queda que otro teatro les permita proseguir con su aventura.

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