Noticia servida automáticamente por la Agencia EFE

Un catalán que renovó la novela en castellano: así recogió Marsé su Cervantes

Madrid —

0

Madrid, 19 jul (EFE).- Vestido de frac, una prenda que no le gustaba nada y que seguramente no se volvió a poner, y con un discurso lleno de humanidad, sencillez y sentido del humor, Juan Marsé recibió en 2009 un merecido Premio Cervantes que reconocía su contribución esencial a la renovación de la novela en lengua castellana.

Marsé estaba en el médico cuando se anunció el fallo en noviembre de 2008 y tardó casi dos horas en saber que era el ganador del Cervantes. No tenía móvil y se enteró del premio por los periodistas que le esperaban en la puerta de su casa. “La salud es lo primero”, aseguró el escritor.

“Naturalmente, estoy muy contento, después de que he sido finalista durante dos o tres años, así que muy bien”, dijo de forma tan sencilla como solía el autor de “Últimas tardes con Teresa”, “La oscura historia de la prima Montse” o “El amante bilingüe”.

Pero aseguró que “el premio está en la escritura”.

Porque Marsé era un escritor volcado en su oficio, “amante incondicional de la fabulación”, como señaló en su discurso al recoger el Cervantes, un texto que le costó más que cualquier novela, como reconoció a su llegada al Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, donde se celebra cada año el solemne acto de entrega del mayor premio de las letras hispanas.

Nunca se consideró un intelectual, sino un narrador, algo que recordó aquel 23 de abril de 2009, en el que, con toda su familia presente -incluidos sus nietos Guille, Jany Nadia, sus “tres rabos de lagartija”-, no dejó de lado una las características de su obra, la defensa de la pluralidad lingüística.

Por esa razón escribía en castellano. “Pienso que muchas cosas que se dicen o escriben, en el idioma que sea (...), deberían a menudo merecer más atención y consideración que la misma lengua en la que se expresan”.

Con unas palabras impregnadas de verdad y de humor, Marsé aseguró que nunca vio “nada anormal” en ser “un catalán que escribe en lengua castellana”, pese a que algunos lo consideraban “una anomalía”, “un desacuerdo”.

“En todo caso, con el nombre que tengo o con cualquier otro, nunca he querido representar a nadie más que a mí mismo”, subrayó Marsé, quien desde que tenía “uso de razón” vivió una “dualidad cultural y lingüística de Cataluña” que defendió como riqueza para todos.

En su intervención tuvo espacio para recordar a su padre, que estuvo “preso por rojo, separatista y republicano” y que en la posguerra tuvo que sacrificar los libros en catalán en una hoguera nocturna como “purga preventiva”.

Marsé tenía siete años y rememoró con detalle “la constelación de chispas y pavesas subiendo hacia la noche estrellada, la ceniza fugaz de las palabras y de las ilustraciones”.

También reconoció que solo al tercer intento y con 16 años logró leer el Quijote entero y aseguró que el cine le sirvió para completar su “precaria” formación.

Entraba sin pagar en las salas del barrio, ya que su padre trabajaba como desratizador de locales públicos y conocía a muchos porteros y acomodadores.

“Estoy por decir que gracias a las ratas de la Barcelona gris, penitente y mísera de los años cuarenta, el cine propició y redobló mi natural tendencia a la hipnosis ante cualquier género de fabulación”, dijo Marsé.

Fue un discurso brillante, que demostró a la perfección el estilo complejo a la vez que sencillo de un narrador cuyo secreto era “tener una buena historia que contar” y “contarla bien”, es decir, “esmerándote en el lenguaje”.

Y que articuló en torno a la memoria -la individual y la colectiva-, y el olvido.

“Un escritor no es nada sin imaginación, pero tampoco sin memoria, sea ésta personal o colectiva. No hay literatura sin memoria”, dijo Marsé, que señaló que “hay una memoria compartida, que no debería arrogarse nadie, una memoria que fue durante años sojuzgada, esquilmada y manipulada”.

Lo dijo en castellano el primer escritor catalán en ganar el Cervantes.