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Anatomía del bombardeo del Mercado de Alicante, el ataque más mortífero (y olvidado) de la Guerra Civil

Imagen aérea del bombardeo cedida por el Departamento de Memoria Histórica y Democrática del Ayuntamiento de Alicante

Emilio J. Salazar

Alicante —

No fue un bombardeo cualquiera pero fue un bombardeo más. El del Mercado Central de Alicante, ejecutado por una aviación fascista italiana es, con todo, el más mortífero y uno de los más olvidados de la guerra civil; casi 300 muertos y miles de heridos a los que el Ayuntamiento rindió homenaje el viernes, cuando se cumplieron 80 años. Los historiadores reconocen que 40 años de silencio por la dictadura y otros 40 de dejadez de la democracia no han ayudado a esclarecer el ataque. Ahora el libro ‘La aviación fascista y el bombardeo del 25 de mayo de Alicante’, editado por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alicante (UA), logra poner negro sobre blanco la verdad de los hechos. Con varios de sus autores repasamos el antes, durante y después y desentrañamos por qué no tuvo la relevancia del de Guernica, que dejó un balance de víctimas muy inferior.

Antes del bombardeo

Alicante no era una ciudad de retaguardia cualquiera durante la guerra civil. El fusilamiento del líder de Falange, José Antonio Primo de Rivera, el 20 de noviembre de 1936, preso hasta entonces en la cárcel provincial alicantina por alentar el golpe de estado, hace que la localidad, “sea estigmatizada por el bando nacional”, señala el investigador Pablo Rosser. “Consideran que la ciudad, como genérico, ha matado al líder”, apostilla.

El primer bombardeo que recibe Alicante, de los primeros de la contienda -fechado el 5 de noviembre de 1936- lo ejecuta la Legión Cóndor del III Reich “que yo interpreto como un aviso a la ciudad” de que “a ver qué vais a hacer con José Antonio”, afirma este funcionario de la Dirección de Gestión del Patrimonio Cultural de Alicante.

Es más, el 28 de noviembre, 8 días después del fusilamiento del fundador de Falange se produce el segundo bombardeo de la ciudad, el conocido como el de las 8 horas, otra vez por las brigadas nazis -las que un año después bombardearon Guernica- “que se acomete como venganza” por la muerte del político y abogado. Este no deja muertos, pero sí la sensación de que Alicante estaba en la diana.

Como relata en su capítulo del libro, “Alicante en retaguardia, la ciudad de los espías y las bombas”, las fuerzas fascistas italianas utilizan Mallorca “prácticamente como un portaaviones” con el objetivo de bombardear las ciudades costeras. No es casual que Alicante sea el municipio que más cerca esté en línea recta. Esto hace que 1937 registre bombardeos sistemáticos y deje un saldo, acabado el conflicto bélico, de 600 edificios derruidos. Pero es 1938, “el año con más bombardeos de la guerra, prácticamente todos los días, a veces mañana, tarde y noche”, espeta Rosser. Y en ese contexto, el 25 de mayo de 1938, ocurre.

El bombardeo del Mercado Central

La detonación de unas 90 bombas por parte nueve aviones Savoia S-79 de la aviación fascista italiana en el Mercado Central de Alicante y otras calles adyacentes se produjo alrededor de las 11 de la mañana “durante 15 minutos y en dos pasadas”, avanza Roque Moreno, catedrático de Historia Contemporánea. “Todo parece indicar que no sonaron las sirenas de alarma”. ¿Por qué? Le preguntamos. “Los aviones no entraron por el mar, como venía siendo habitual, sino por el interior –responde- así que no se pudieron avistar”. “Creemos que dieron rodeo y entraron por Santa Pola”, añade Pablo Rosser.

Pero, ¿por qué el Mercado Central? “Porque es un objetivo civil”, prosigue Rosser. “Estoy convencido de que se planifica para minar la moral de la población” y causar el mayor número de víctimas. “No dispongo de datos históricos pero pensamos que la Quinta columna –afín a los sublevados- propagó el rumor de que había sardina fresca y alcachofa de la Vega Baja en el mercado”. Es decir, que aquel fatídico 25 de mayo hubo más población de la habitual “en una ciudad de hambre”. “Esta teoría viene reforzada porque el momento del bombardeo fue hora punta en el mercado”, explica a eldiario.es.

Después del bombardeo

En el capítulo cuarto del libro, “Guerra total y propaganda: el bombardeo del 25 de mayo de 1938 en Alicante y el combate por la opinión pública internacional”, el profesor Pedro Payá estudia las repercusiones que el bombardeo de Alicante tuvo sobre la batalla diplomática que mantenían el Gobierno de la República y el rebelde.

Un informe de la embajada francesa, poco conocido, fue contundente al afirmar que Alicante había sufrido un “ataque sistemático contra la población civil para minar su moral”, revela este profesor de Historia Contemporánea de la UA.

Payá también desvela el hallazgo del documento de una moción que se produce en un Ayuntamiento cercano a Bruselas y que elevó el grupo socialista para condenar “los asesinatos inhumanos” durante los bombardeos de China y España. Resulta interesante la respuesta del sector católico “que no quiere votar la moción a no ser que se vote también los crímenes del bando republicano”, señala. Con todo, “lo que sucede en ese momento en ese Ayuntamiento de una población de solo 5.000 habitantes, se puede extrapolar a la actitud de Europa”.

Pero el propio Vaticano acabó condenando el bombardeo anterior de Barcelona y el de Alicante, algo que no sentó nada bien a Franco. Mientras tanto, en enero de 1938, el gobierno de la Republica anuncia que dejará de lanzar bombardeos aéreos “en ciudades abiertas”, y a partir de ahí impulsa la creación de una comisión internacional tratando de que el gobierno británico lidere una misión que vigile que no se cometan este tipo de bombardeos, explica Payá.

¿Qué hace el gobierno rebelde? Primero niega que se estén produciendo esos bombardeos, calificándolos con lo que hoy eufemísticamente serían “daños colaterales”. Pero como no le funciona, en dicha comisión internacional piden que también se investiguen los crímenes de “los rojos”. Al final, los sublevados pierden la batalla propagandística precisamente con el ataque al Mercado de Alicante.

No obstante, el tiempo jugó a favor del a la postre dictador, porque los bombardeos se convirtieron en “algo habitual” y esto hizo que las condenas se fueran “diluyendo en el tiempo”. “Evidentemente nunca pasó de una condena moral” y no cambió la actitud pasiva de Gran Bretaña con respecto a la guerra civil.

Diferencias y similitudes con Guernica

Cuenta el catedrático Roque Moreno que el libro que se presentó el viernes es no solo un homenaje a las víctimas de aquella barbarie sino también un homenaje al profesor Ángel Viñas Martín, investido recientemente doctor honoris causa por la UA. En sus aportaciones a este volumen, Viñas compara la masacre del Mercado Central de Alicante con el célebre bombardeo de la aviación alemana sobre la localidad de Guernica, “y destaca la amplia repercusión que ha tenido este suceso frente al desconocimiento que todavía existe hoy sobre lo ocurrido en Alicante”.

Continúa Payá explicando que el ataque al pueblo vizcaíno el 26 de abril de 1937 fue el primero que se produjo de esta forma, “por lo que la conmoción es mayor”, pese a que el número de víctimas, unas 140, fue menor. “Se utilizó una táctica de guerra por primera vez que era el ataque sistemático, global, de lo que era una patrulla general de aviación contra la población”.

La particularidad de Guernica también fue que hubo alguien que dio testimonio universal de ello, nada más producirse, gracias al cuadro de Picasso. “El bando rebelde no tuvo más remedio que hablar de Guernica, porque era inevitable”, pero para decir que habían sido “incendiarios republicanos los que habían arrasado la ciudad”. Incluso hubo imágenes de las consecuencias del asedio mientras que en Alicante “ni hubo imágenes ni testimonios que lo elevaran a símbolo de la barbarie del desarrollo de la técnica”.

El olvido que sufrió el bombardeo de Alicante y el de otras ciudades del Mediterráneo “fundamentalmente se debe a que durante la dictadura franquista se intentó ocultar ese tipo de actuaciones contra la población civil”, añade Romero. “Pero es que el de Guernica no hubo forma de ocultarlo”, concluye Payá.

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