La Falange también ataca el Campo de los Almendros, símbolo del sufrimiento de los republicanos
La Falange ha actuado de nuevo contra monumentos a favor de la memoria histórica. Si el pasado jueves pintaba el monolito que la ciudad de Alicante dedicó hace un año al capitán Archibald Dickson en recuerdo de las 2.638 personas que salvó a bordo del buque Stanbrook, a sabiendas que ese día se iba a celebrar un acto en ese lugar, este lunes ha hecho lo mismo en el Campo de los Almendros, donde ha se ha recordado a las personas republicanas que fueron a parar a este enclave tras el final de la Guerra Civil hace 80 años.
Operarios del consistorio alicantino se han afanado en limpiar a primera hora de la mañana la pintura negra con el logo de Falange y el texto “zona nacional” de la escultura que da entrada al enclave. De esta forma, horas más tardes se ha podido desarrollar sin problemas el acto programado, que ha contado con la asistencia de todos los grupos políticos municipales, el conseller de Transparencia, Responsabilidad Social, Participación y Cooperación de la Generalitat Valenciana, Manuel Alcaraz, y miembros de la Comisión Cívica por la Recuperación de la Memoria Histórica de Alicante.
El Campo de detención de los Almendros fue utilizado por el bando franquista, en colaboración con militares italianos, para recluir a casi 20.000 militares y civiles republicanos que se habían quedado sin posibilidad de escapar de la represión que les tenía preparado el nuevo régimen. La mayoría de ellos habían aguardado días atrás en el puerto de Alicante donde trataron sin éxito de subirse a uno de los barcos que partieron del exilio. El último que lo logró, el Stanbrook, llegó a Orán casi un día después.
El escritor Max Aub recreó en el libro El Campos de los Almendros, que ahora ha recuperado la Generalitat Valenciana en colaboración con la Cadena Ser en un podcast, el drama que se vivió en este lugar a solo tres kilómetros del casco urbano donde el hambre se hizo patente en la semana que estuvo operativo.
“En poco tiempo, las privaciones sufridas por los presos en aquel campo improvisado motivaron que comenzaran a comerse los almendros. Primero los frutos aún débiles en su crecimiento, almendros verdes; después las hojas y, finalmente, la corteza de los árboles, de manera que, rápidamente, lo que había sido un campo productivo de almendras se convirtió en un puñado enorme de personas después de haber desaparecido la vegetación devorada por los presos hambrientos”, anotó Ricard Camil Torres en Una presó amb vistes al mar. El drama del Port d'Alacant, març de 1939 (Tres i Quatre, 2008).
Se estima que hasta 2.000 reclusos pudieron haber muerto en este campo. Los que sobrevivieron fueron destinados en su mayoría al campo de concentración de Albatera, al sur de la provincia, donde fueron a parar 16.000 reclusos, y que ahora se están investigando la localización de sus fosas comunes.