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Brehima Dembélé, el soldador maliense que sueña con levantar un ambulatorio

Brehima Dembélé.

Emilio J. Salazar

“Todos nos quedamos callados. Nadie se movía. Era de noche, pero vimos que cada vez entraba mucha más agua en la barca y en ese momento piensas que te vas a morir. Y nos concienciamos, en silencio”. Esta fue la certeza de Brehima Dembélé. Por suerte se equivocó. “Un gran barco español”, seguramente de Salvamento Marítimo, rescató a este maliense a bordo de un cayuco con 31 personas más el 10 de noviembre de 2002. Habían zarpado quince horas antes con los primeros rayos del sol con un destino claro, Fuerteventura, aunque pronto se encontraron a la deriva.

De la certeza de Dembélé pasamos a las dudas. Por ejemplo, no sabe cuándo es su cumpleaños. Dice, y así aparece en sus documentos, que nacería –en condicional– el 1 de enero de 1979. “Le pregunté a mi madre mi verdadera fecha y me respondió que, a diferencia de ahora, antes no se apuntaban esas cosas”. La incertidumbre de este hombre afincado en Elche (Alicante) también viene cuando se le pregunta por qué salió de Mali, una de las naciones más pobres del mundo. Al final, responde: “Siempre oía que había gente que había llegado a España para trabajar y enviaban dinero a casa y yo quería ayudar a mi familia”.

Y en esa misión sigue 16 años después. Desde entonces, y con permiso de la crisis, Dembélé ha podido trabajar con cierta regularidad. Su primer contrato lo firmó recogiendo naranjas y después pasó a la campaña del tomate. Los tres primeros años en el sector agrícola habían dado sus frutos y pudo acogerse, por la vía del arraigo laboral, al proceso de regularización del gobierno de Zapatero. Desde 2006, trabaja en el sector de la construcción donde se ha especializado en la soldadura.

Y de las dudas pasamos a los sueños. Dembélé confía en pasar de vivir en un piso compartido con cinco malienses a ser siete con sus dos hijas, de 16 y 17 años, cuyos trámites para venir a España ya ha iniciado. En Kouloungoulo, su poblado natal al oeste del país, reside la familia que le queda. De sus diez hermanos por parte de madre, solo sobrevivieron tres chicas. La mujer de su mejor amigo y su bebé murieron en el parto hace poco. Hablamos del paludismo, la primera causa de muerte infantil en la región. “Quiero montar un ambulatorio en mi pueblo para acabar con tantas muertes”, afirma. Se ve capaz de levantarlo con sus manos. Solo necesita que le ayuden a reunir más dinero.

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