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Así fue la “hospitalización a domicilio” en las residencias de Castilla y León: un médico y una enfermera para cientos de ancianos

Los ancianos de la residencia Cardenal Marcelo, de la Diputación de Valladolid, comen en la Sala de Animación.

Laura Cornejo

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La Junta de Castilla y León ha justificado en varias ocasiones la orden de no derivar al hospital a los ancianos de las residencias enfermos de COVID-19 porque se optó por “una hospitalización a domicilio”, porque “se llevó el hospital a las residencias” o porque, como dijo este martes en el pleno el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, “se medicalizaron”. 

A pesar de la insistencia de la consejera de Sanidad, Verónica Casado, y del vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, en que se les trató igual que si hubiesen estado en un hospital, datos y documentos desmienten esa afirmación. Eldiario.es ha recibido documentación que prueba la escasa dotación de medios para atender a ese colectivo y que ha sido remitida por un profesional de Atención Primaria de León. La primera instrucción que recibieron los médicos de AP llegó el 27 de marzo, cuando la Consejería de Sanidad había creado lo que denominó Equipos COVID-Residencias y ya había creado el protocolo que ordenaba no derivar a los hospitales.

Ante la prensa, Casado definió los COVID-Residencias como equipos “multidisciplinares” con endocrinos, neumólogos o cardiólogos que se ocuparían del tratamiento de los ancianos. En la instrucción, firmada por el Gerente de Atención Primaria de León, se comunica que “todas las zonas básicas de salud” del Área de León debían contar un equipo responsable de COVID-Residencias y que estaría formado por “un trabajador social, un enfermero y un médico de de familia del centro de salud”. En el Área de Salud de León hay unos 5.000 ancianos en residencias, cada equipo atendía, en teoría, a una media de casi 200.

También se designaba un facultativo responsable en la Gerencia de Atención Primaria para las residencias, que sería quien se encargase de resolver las consultas urgentes que solicitasen los médicos de atención primaria. En el hospital habría un geriatra consultor pero no accesible a los médicos de atención primaria sino a la gerencia. Por otro lado, un Equipo de Soporte de Cuidados Paliativos, formado por un médico y una enfermera realizaban “un circuito por residencias” que manifestaron tener “más dificultades”. Las residencias, por tanto, no contaron con atención médica presencial constante, sino según disponibilidad, y esta era limitada.

El el propio documento para los médicos de atención primaria se indicaba: “se ha informado a todas las residencias que no pueden remitir un paciente de residencia al hospital, sin haber contactado previamente con el equipo Covid Residencias”, es decir, la orden de no derivar a las personas mayores a los centros hospitalarios se replicó varias veces en distintos documentos.

La atención, según el profesional que se dirigió a este diario, era “sin hospitalización domiciliaria, sin atención, o con una atención muy deficiente” ya que “no había medios” y “a veces por no haber, no había ni oxígeno”. Y en ese sentido asegura que los pocos ancianos que llegaron al hospital filtrados por el equipo COVID durante el pico de la pandemia o “llegaron tarde” o fallecieron sin haber recibido la debida atención.

Ni pacientes de más de 80 años ni dependientes

Este diario también ha tenido acceso al documento “Cinco pasos para la atención a pacientes Covid en residencias” que elabora el Equipo de Soporte de Cuidados Paliativos (ESDCP) y que se remitió a los centros de salud por la Gerencia de atención Primaria. En el apartado 4, sobre derivación hospitalaria se dice “en principio el criterio es que no se deben derivar a hospitales a pacientes de más de 80 años” pero con matices como “las patologías de base”, la situación funcional atendiendo al índice de Barthel y su grado de dependencia o el deterioro progresivo previo a la infección. Así, parece claro que de las residencias pocos podían salir porque los requisitos eran rígidos. Difícilmente pueden verse en las residencias ancianos menores de 80 años o sin dependencia o patologías previas.

El apartado finalizaba diciendo que “es muy duro para los familiares aceptar que no se derive a un nivel superior de atención. Se debe de procurar una asistencia sanitaria correcta”. El último apartado está dedicado al tratamiento paliativo y se especifican pautas de sedación con  morfina, midazolam o buscapina, etc. 

Los datos de los fallecimientos también demuestran que morían más en las residencias. De los 2.587 ancianos fallecidos, 863 lo hicieron en el hospital y 1.724 en sus centros.

Los datos en cuanto a las escasas derivaciones son evidentes. Durante el pico de la pandemia, del 23 de marzo al 16 de abril, menos de 800 residentes de centros de mayores accedieron al hospital y el total llegó a 4.159. Fue en la segunda quincena de abril cuando se abrió la puerta a las derivaciones. En esas fechas, la ocupación hospitalaria había bajado notablemente. Ancianos que antes eran tratados en las residencias porque según la consejera de Sanidad, “en el hospital se desorientan” empezaron a ingresar.

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