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La necesidad del 'disclaimer'

José Cervera

El periodismo nació interesado. Los primeros periódicos eran con frecuencia oficiales, publicados por un gobierno para dar a conocer las noticias que le convenía dar a conocer enfocadas como mejor hicieran lucir al gobernante. Durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX eran comunes los diarios de partido; de hecho en algunos países (como los EE UU) el periódico era el primer paso imprescindible para iniciar una acción pública. La idea de dar las noticias con objetividad ni se le pasaba por la cabeza a aquellos directores/políticos que ejercían el periodismo como palanca para cambiar la sociedad según sus ideas particulares. Dar las noticias sin tintes ni preconcepciones era algo absurdo.

Incluso cuando surge la objetividad como horizonte tiene un sentido mercenario. Existen estudios que demuestran que la idea de la objetividad nació de la mano de las necesidades comerciales de la prensa, como método para ampliar el mercado publicitario y no como obligación moral o en beneficio de la mejora de la calidad informativa. No se trataba de ser objetivo para dar la información con ecuanimidad, sino para no ofender a ningún anunciante, y de ese modo poder venderles publicidad a todos. Este atributo periodístico tenía una función de justificación comercial, incluso dentro del natural alineamiento ideológico/social de las cabeceras.

El asunto se complica todavía más cuando hablamos de un género periodístico intrínsecamente subjetivo como es la crítica de arte. Por definición el arte es inefable, por lo que no se puede transmitir de un modo objetivo; el papel del crítico es, precisamente, ayudar al juicio estético del lector a través de su propia y educada valoración. Una crítica ‘objetiva’ es un imposible lógico, una contradicción en los términos. Y por eso la confianza en el crítico ha de ser absoluta.

Para la lectora Ester Catoira Fernández, de Madrid, el artículo ‘Alba Pérez Mansilla: el desamor te hará libre (y dibujar bien)’ adolece de varios defectos serios, según explica:

“Aunque el texto al que va dirigida mi queja no está alojado en la sección de Cultura del diario sino que enlaza directamente con la web El Asombrario, su posición destacada en la página principal y la decisión de incluirlo como contenido me parece un error grave para un medio que, por otra parte, dedica muchísimo más espacio que otros a dignificar la imagen de la mujer. Su título, «Alba Pérez Mansilla: el desamor te hará libre (y dibujar bien)», lo dice todo, pero el texto no defrauda en ningún momento: el autor habla de la artista, una mujer de treinta y cuatro años, en un tono almibarado y paternalista, como si fuera una niña encantadora que solo ha conseguido «volar» cuando ha soltado las «amarras» que le ataban a su expareja, a la que ha dejado después de trece años de relación. La poca información que incluye sobre su trayectoria profesional es poco seria, y machistas los trazos con los que pretende halagar su carácter. Todo se entiende –o no– cuando al final descubrimos la identidad del periodista: Rafa Ruiz, codirector de la galería madrileña Mad is Mad, la misma donde Alba Pérez Mansilla expone sus nuevos dibujos por primera vez. Por último, el párrafo donde filosofa sobre los sentimientos de los «jóvenes» –«que se pierden en las nubes (…), que construyen castillos de naipes en medio del neoliberalismo atroz»– es insultante, y más aún en los tiempos que corren.”

Al habla con el autor de la pieza, Rafael Ruiz, éste comenta:

“Estoy orgulloso de mi colaboración con la galería Mad is Mad, en la que hacemos lo que podemos para ayudar al lanzamiento de artistas jóvenes y emergentes. Esta relación está perfectamente destacada en mi biografía y firma; a veces también la incluyo en el texto, aunque esta vez me pareció reiterativo. En cuanto a cuestiones económicas, tuvimos buen cuidado en no publicar la crítica hasta que no estaban ya vendidos más del 80% de los dibujos de la autora, por cierto a 75 euros; no es una fortuna. En Mad is Mad llevamos más de 9 años ayudando a nuevos artistas, y la historia de Alba era especialmente interesante por las circunstancias de su renacimiento creativo, como demuestra el hecho de que haya tenido más de 400 compartidos en redes sociales; creo que la gente tiene necesidad de conocer historias normales de gente normal, y que la recepcion que ha tenido la de Alba lo demuestra.”

Por su parte Manuel Cuéllar, editor de el Asombrario, explica:

“En cuanto al tono, de veras que por más que lo leo, no encuentro en ningún momento nada que pueda resultar ofensivo ni para el lector ni para la propia entrevistada. En El Asombrario tratamos de investigar sobre nuevas formas de hacer periodismo. El formato lo permite y las ganas de todos los que hacemos la revista también. El texto consta de unos entrecomillados de la propia artista que nos explicó de esa forma tan particular, sensible y abierta de dónde había salido su proceso creativo.

En cuanto al hecho de que Rafa Ruiz sea codirector de la galería solamente decir que es una información que en ningún momento se le hurta al lector. Igual que tampoco se le esconde que la propia revista está algo más que asociada a esa galería (de hecho yo mismo soy socio de la galería Mad is Mad). De hecho tenemos una sección llamada 'Mad descubre’ en la que, al igual que con la galería, tratamos de realizar una labor de investigación sobre artistas jóvenes, en muchos casos que no han expuesto nunca, que tienen algo que aportar y decir en el mundo del arte.

Así que con este tipo de artículos no estamos tratando de lavarle el cerebro al lector. Simplemente les tratamos de mostrar (con toda la transparencia del mundo) cuál es el resultado de nuestro trabajo de investigación en parte del nuevo arte joven de España. Comprendería la queja del lector si nosotros hubiéramos tratado de ocultar en algún momento que somos miembros de la Galería Mad is Mad.

Me parece que es el mismo caso que cuando el diario escribe algún artículo relacionado con los libros que han escrito miembros de su redacción. Pues resulta obvio y en ningún caso oscuro el qué, quiénes, cómo, cuándo y por qué de la decisión periodística de publicar esos textos.“

Y añade

“Solo insistir en el hecho de que dejamos meridianamente claro en el perfil de Rafa Ruiz que ha escrito todos los artículos relacionados con la galería Mad is Mad que él es el codirector de la galería. Así que creemos que somos totalmente transparentes en ese sentido. El perfil ha acompañado y acompaña a todos y cada uno de esos artículos al pie de los mismos. Decir que tenemos la conciencia absolutamente tranquila por este motivo, ya que en ningún momento tratamos de engañar al lector, más bien todo lo contrario.

También hemos sido transparentes e informamos a nuestros lectores de que tenemos un patrocinio del Museo Thyssen y no por ello dejamos de cubrir con objetividad sus exposiciones.

Como dato complementario decir que el número de artículos publicados en relación a artistas de la galería Mad is Mad ha sido de menos del 1% en nuestro año y medio (casi de vida) 9 artículos en más de 900 entradas y siempre han ido firmadas por Rafa Ruiz en cuyo perfil siempre se ha informado de que es codirector de la galería y perfil que siempre ha acompañado a las informaciones al pie. Y en cuanto al beneficio económico pues me remito al ejemplo que te di en el mensaje anterior sobre los libros de miembros de la redacción de eldiario.es“

La cuestión del estilo y su presunto carácter paternalista es, desde luego, subjetiva, y debe ser juzgada por el lector. En cuanto a la relación del autor de la crítica con la galería expositora, parece que en efecto está abundantemente clara y pública para cualquier interesado. Por mor de deshacer cualquier duda quizá El Asombrario y/o eldiario.es pudieran recomendar que en casos similares se prefiera pecar por exceso, añadiendo al final del propio texto un ‘disclaimer’ o aclaración de la relación, para que nadie pueda pensar que se le oculta. Por más que la objetividad sea un mito imposible de alcanzar, bueno es intentar acercarse a ella. Y mejor aún deshacer de raíz cualquier equívoco que pudiera surgir.

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