Patadas a la normativa
Las revisiones de fichas en el fútbol profesional no existen. El árbitro no pide a Messi que se identifique para poder jugar, ni tampoco se lo debían pedir en su día al mismísimo Di Stefano. Pero si se comienzan a bajar categorías y edades las federaciones sí que piden estas identificaciones a los más menores.
Lo que ocurre es que las revisiones de ahora son las mismas que en la época de Di Stefano. No ha evolucionado ni lo que se pregunta al jugador. Una cola de niños que deben repetir al árbitro su nombre y apellidos, sin más. “Tú chaval, acuérdate que hoy te llamas así, ¿eh?, y que naciste este día. A ver, repite conmigo ... Y a la revisión y a jugar, y que no te expulsen, ¿eh? No la vayamos a armar ...”. Si se lo cuenta este niño a su abuelo le diría eso de “en mis tiempos también hacíamos estas trampas”.
Entonces, ¿sirven de algo estas revisiones? ¿O son una mera comparsa que marca la tradición? Lo que sí ha cambiado es el escenario: tras la revisión los niños salen todos juntos al campo aguantando una pancarta que pone “Juego limpio”. Y reciben la ovación de los padres y entrenadores, muchas veces unos cómplices de las trampas y otros víctimas de una estafa. Y todos aplaudiendo al unísono esa pancarta que debería poner “Esto es una farsa, pero aplaudan por favor”. Es tan grande y larga que cabrían los nombres y apellidos de los infractores.
El futbol base está lleno de trampas, muchas más de las que se ven desde fuera y de lo que los padres imaginan. Los intereses de los clubes están por encima de los valores de los niños, y de los no tan niños. Muchos clubes se empeñan en que hay que ganar y subir de categoría a cualquier precio, y si es necesario alineando jugadores de otras equipos, edades o categorías, haciéndolos pasar por otro jugador de las fichas oficiales, que se quedará sin jugar “porque es más malo”.
“Acuérdate Juan que hoy te llamas Pedro, ¿vale?, y los demás no metáis la pata”. Esta situación habitual la persigue las federaciones, pero les cuesta detectarlo partido tras partido. Algo que se acabaría mañana mismo si la tecnología interviene.
¿Cómo se implementa?
Hay muchos sistemas de identificación, fáciles de implementar y rápidos de usar. Si en lugar de leer las fichas se pide la huella digital antes de entrar al campo se acabarían las fichas y las trampas. Y que no digan eso de que “es muy caro y difícil de implementar”, que son dos días y dos euros.
Los árbitros ya van todos con móvil, tableta o portátil, conectados a la base de datos de su federación. Cuando les entregan las fichas los equipos ellos validan los jugadores con dicha base de datos y cargan en el acta lla información completa de cada jugador. Si a estos datos se le suma la huella digital, simplemente hay que validar la información con los jugadores presentes. Es un proceso tan rápido como la repetición absurda de los apellidos, pero sin opción a engaños.
Un ejemplo de este tipo de instrumentos es el lector de huella dactilar portátil modelo Bioidentidad FS28, para aplicaciones móviles, sin cables, con batería integrada y comunicación bluetooth, lo que permite de forma fácil pasar las revisiones con el simple gesto de poner en dedo en el aparato para validad la identidad y…, ¡a jugar¡
Luego hay que asegurarse que un entrenador no le corte el dedo a un jugador para que juegue otro mejor. A eso, seguro, no se llegará.