Las entrenadoras de tenis casi ni existen. Ni en España ni en muchos otros países. Para comprobarlo solo hay que pasarse una tarde por cualquier club o escuela. A esa hora se arremolinan portarraquetas, meriendas sin acabar y sueños por alcanzar. A un lado de la pista, los dueños y dueñas de esos anhelos. Niños y niñas que casi matarían por ser como Rafa Nadal o Garbiñe Muguruza. Al otro lado, ese hombre que hace lo posible para que sonrían tantas veces como golpean la bola. Sí, un hombre.
Y es que en España actualmente de las 11.500 personas que poseen licencia para entrenar solo 2.500 son chicas. Una cifra que disminuye aún más -apenas unas 15 mujeres- si se trata de entrenadoras que puedan instruir a los mejores del mundo. Algo que no solo es patrimonio español: ninguna mujer entrena actualmente a los 20 mejores tenistas del planeta. Y si se mira entre las 20 mejores tenistas, el resultado es el mismo: cero entrenadoras.
No será porque en España no jueguen mujeres. Hay miles, pero cuando se retiran, muy pocas optan por enseñar lo que saben en la pista. Los Corretja, Becker, Edberg, Ivanisevic, Chang, Moyà, Emilio Sánchez Vicario y muchos más decidieron legar lo aprendido. En cambio, ellas, no. Solo Arantxa, Conchita o Amelie Mauresmo protagonizan los escasísimos ejemplos entre las extenistas del circuito. Las dos jugadoras españolas optaron por liderar los equipos de Copa Federación y Copa Davis, mientras que la francesa Mauresmo estuvo en el banquillo de Murray durante un año.
Panorama desolador
En los cursos para obtener la licencia de entrenador a veces no se presenta ninguna mujer. De ahí el panorama desolador, sin solución al menos a corto plazo, que se observa en las academias más prestigiosas para un deporte tan equiparado en cuanto a sexo como es el tenis, pues solo hay que ver cuántos jugadores y jugadoras disputan campeonatos cada fin de semana.
Este panorama se comprueba dando tan solo una vuelta por alguno clubes del país. En el Real Club Tenis Barcelona, cuna de grandes figuras del mundo de la raqueta, es donde mejor parado queda el porcentaje: hay diez entrenadoras que trabajan junto a 38 entrenadores. En cambio, la escuela de Juan Carlos Ferrero (Alicante) tiene nueve entrenadores y una sola entrenadora. En la Academia que Emilio Sánchez Vicario y Sergio Casal poseen en El Prat del Llobregat (Barcelona) hay tres mujeres por 17 hombres. En la de Galo Blanco (Barcelona) no hay ninguna fémina en el staff técnico. Y en la nueva academia de Rafael Nadal, en Manacor, solo hay una mujer enseñando a las futuras estrellas del tenis.
Formar una familia
Ana María Segura es una de esas rara avis que, después de llegar a ser la 160ª del mundo, ejerce de entrenadora, en este caso en el Real Club de Tenis Barcelona. Para ella hay una explicación a esta escasa presencia de mujeres: “Cuando una tenista cuelga la raqueta opta por una vida sosegada después de la paliza de viajar por todo el planeta. No hay conciliación posible, así que acaba decantándose por la familia, independientemente de si piensa o no tener hijos”.
Anabel Medina, tenista española que compite en el circuito profesional desde 1998, ha estado entrenando a dos jugadores mientras ha estado lesionada. Ella, como la entrenadora del RCTB, también cree que el hecho de formar una familia es una de las muchas causas de que las tenistas decidan alejarse de las pistas. “Optan por ser madres y eso hace prácticamente imposible ejercer de entrenadoras”.
Rasgos sexistas
La ausencia de entrenadoras también tiene su explicación para ellas. Ana María Segura cree que hay ciertos rasgos de machismo en el deporte del tenis: “A las chicas les cuesta destacar como entrenadoras. Es una cuestión de ser más reconocidas. Que un entrenador logre sacar lo mejor de su pupilo no depende del sexo, sino de la experiencia, del diálogo o la personalidad, y eso tanto puede hacerlo un hombre como una mujer”.
Del mismo parecer es la tenista Anabel Medina. Ella piensa que todavía queda mucho recorrido en la igualdad de sexos en los banquillos de este deporte. “Cuando Murray eligió a Mauresmo generó mucha controversia por el hecho de ser mujer. A los exjugadores no se les cuestiona su capacidad. A nosotras, sí. Y cualquier jugadora está capacitada para ejercer de entrenadora”, afirma.
Más curioso es el caso que sucede en muchas canchas de entrenamiento: tenistas que a la hora de ejercitarse buscan sparrings masculinos en lugar de femeninos. “Prefieren no entrenar entre ellas, cosa que no pasa en el circuito masculino”, dice Estela García.
Camino por recorrer
Queda mucho por hacer. En las bases, pero también en la cúspide, ya que tanto las asociaciones de tenis masculina (ATP), como femenina (WTA) están dirigidas por hombres. Que el rol de entrenadora sigue siendo una asignatura pendiente lo constatan otras mujeres que han tenido muchos años una raqueta entre las manos como Chris Evert, que insiste en que la solución pasa por un cambio drástico en las bases ya que si las chicas van creciendo acompañadas por un entrenador se acaban acostumbrando.
En este sentido Anabel Medina apunta que hay jugadoras rusas que sí que tienen entrenadoras. En muchos casos, son sus propias madres, “incluso hay alguna jugadora que ha sido madre y su marido cuida a los niños cuando ella está en la pista”.
Ante tanta falta de luz por una igualdad en los banquillos ahora hay un faro llamado Conchita Martínez. Lleva más de cuatro años como capitana de la Copa Federación y casi dos al frente de los chicos que compiten por la Copa Davis cada año. Con éxito (nueve eliminatorias ganadas y cinco perdidas) y sin estridencias. Con complicidad y respaldo. Y parece que hay Conchita para rato. Quien sabe si su papel inspirará a otras ex tenistas a dar el paso y demostrar que entrenar, sea a chicos o a chicas, no es cosa de hombres.