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“Quiero que se sepa por qué acabé entrando en Europa dentro de una maleta”

Imagen del escáner que detectó a Adou cuando trataba de cruzar a Ceuta. | EFE

Icíar Gutiérrez

“A veces me pregunto qué pasó, si fue que no tuvimos suerte”. Con la mirada firme y el sosiego que trae el paso del tiempo, Alí Ouattara recuerda el día en que su hijo Adou fue descubierto dentro de una maleta en el control fronterizo del Tarajal, Ceuta. Aquel 7 de mayo de 2015 en el que la imagen de una figura humana en el escáner y la fotografía del pequeño de ocho años encogido dentro del equipaje dieron la vuelta al mundo.

Pero esta solo es una parte de la historia. La más visible. “Quiero que se sepa por qué acabé entrando en Europa dentro de una maleta”. Lo dice el niño en el arranque que el periodista Nicolás Castellano eligió para su libro Me llamo Adou. Toda una declaración de intenciones: contar en profundidad las circunstancias que llevaron a ese momento en que la Guardia Civil pide a una joven marroquí que pase por los rayos X su pesada carga y descubre dentro al pequeño, descalzo y sin pantalones.

Detrás de los flashes, la lucha de un padre emigrado por reunir a toda su familia en España. Su desesperación tras llamar a todas las puertas legales. El constante 'no'. “En ocasiones me preguntan por qué metí a mi hijo a la maleta, pero no fui yo. Yo también me asusté y me sorprendí. Lo había logrado sacar de mi país, ¿cómo lo voy a meter en una maleta, para perderlo?”, aclara en una conversación con eldiario.es.

Me llamo Adou narra la odisea de Alí por media África durante casi dos años para buscar un futuro fuera de Costa de Marfil, inmerso en la pobreza y la violencia. También, su llegada en una precaria patera a Fuerteventura, donde, al final, logra construir una nueva vida: trabajo estable, vivienda adecuada y los papeles en regla.

Entonces comienza los trámites para reagrupar a su familia y, varios años después, consigue traerse a Lucie, su esposa, y Mariam, su hija mediana. Pero les faltaba algo: la Delegación del Gobierno en Canarias denegaba la entrada legal de Adou.

El muro burocrático

Este bloqueo se debía a un “grave error”, a una “mala interpretación” de la ley, en palabras de Castellano y de acuerdo con una denuncia de la Oficina del Defensor del Pueblo. La familia, explica el periodista, cumplía con los requisitos para la reagrupación pero sus ingresos no llegaban a la exigencia oficial por 56 euros.

“El reglamento dice que debe prevalecer el interés superior de los menores. En este caso era claro: el niño seguía en Costa de Marfil y la abuela que lo cuidaba había muerto. Se aplicó un criterio economicista estricto”, sentencia. Alí lo confirma: “Yo tenía una casa y arraigo en España. Cobraba 1.200 euros. Si el niño no venía, le tenía que mandar 200 euros al mes. Aquí, puede comer lo que nosotros comemos”.

El caso de Adou, dice Castellano, es paradigmático, “porque se trata de la violencia de la ley, no la del muro del Tarajal, donde murieron varias personas”. Una historia que “pone en evidencia que hay miles de familias que no pueden reunirse con sus hijos porque se chocan contra un muro burocrático después de emigrar a España y todo el esfuerzo que conlleva”, critica el redactor de la Cadena SER. “Detrás de cada trámite hay una persona y eso se tiene que considerar”, añade Alí.

Una historia sin desenlace

Tras varios portazos legales, ya no podían continuar reclamando. El libro explica que el padre “decidió agarrarse a la única vía que le quedaba” y recurrió a una red clandestina que no le especificó el método que pensaba emplear, según su testimonio. ¿El precio a pagar? 5.000 euros y la incertidumbre ante las pocas explicaciones de los traficantes.

Cuando sucedió el episodio del escáner, Alí aguardaba en la ciudad fronteriza marroquí de Castillejos. “Me llamaron para decirme que mi hijo estaba al otro lado de la frontera. No podía esperar, quería saber dónde estaba. Crucé la frontera y me cogieron”, recuerda. Lo detuvieron tras relacionarle con el niño y estuvo un mes en la cárcel. Lucie se enteró por las noticias. Adou fue internado durante varias semanas en un centro de menores y, finalmente, pudo reunirse con su familia en Fuerteventura.

Alí todavía esta pendiente de juicio, sin poder salir de España. El fiscal pidió tres años de prisión para él por un delito contra los derechos de los ciudadanos extranjeros. Ahora vive en Bilbao, trabajando “de lo que va saliendo”. Su hijo estaba cansado de ser reconocido como 'el niño de la maleta' y su esposa decidió marcharse con él y su hermana a París. Lucie, que no sabe español, quería encontrar un trabajo por si su marido entraba en prisión.

“La situación puede cambiar de un día para otro si me meten en la cárcel. Estamos esperando a que se resuelva para poder organizarnos”, apunta Alí, que no desiste en su intención de vivir junto a su familia. “Voy a alquilar un piso en Bilbao y van a venirse a vivir conmigo, vamos a estar de nuevo juntos y es lo que más nos anima. Vivir nuestra vida y nada más”.

Al hablar de Nery, como él llama a Adou, Alí sonríe. Ya tiene diez años, cuenta que está estudiando y juega al fútbol, que es lo que le gusta. “Es un chico muy inteligente, muy valiente, él quería venir”, comenta. En cuanto al episodio de la maleta, el padre asegura que “lo ha superado muy bien, si fuera otro chico habría sufrido más”.

Ante la pregunta de si lo volvería a hacer, el marfileño no duda. “Traerme a mi hijo sí, sin pensarlo dos veces. Tenía que traerlo o dejarlo morir en Costa de Marfil. Como padre, daría mi vida por él”, responde. Pero esta vez, matiza, “no pactaría con esas personas que te prometen cosas y no las cumplen. Buscaría otras maneras mejores de hacerlo”. Tras la presentación del libro, estaba emocionado: cree que “ahora se sabrá lo que pasó”.

Un relato de superación

El libro, editado por Planeta, es una respuesta a ese guión que se repite: una escena impactante, como la de Adou o la de Aylán, golpea conciencias y, después, se diluye. “Esa piedad fugaz, de un minuto, del hashtag, de la solidaridad virtual desde el sofá debería ser reflexionada”, opina Castellano.

“Nos tenemos que rebelar ante el discurso xenófobo que nos convierte en niños y nos dice que las migraciones forzosas se pueden frenar con muros”, añade.

Pero Me llamo Adou es, sobre todo, una historia de superación, tal y como reconoce su autor. “Alí es un tipo formado, es profesor de Lengua y Filosofía. Tuvo que huir de su país, fue engañado varias veces por las mafias”, afirma el periodista. “Esta gente con esa capacidad de lucha y superación aporta mucho a nuestra sociedad. Tenemos que parar toda esta violencia burocrática, legislativa y física que está impidiendo que este talento nos aporte tanto”.

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