Los supervivientes de un naufragio a los que Italia tardó horas en rescatar buscan “conocer la verdad” ante la Justicia
Yousef Wahid había huido de Alepo poco después de comenzar la guerra en Siria. Fue uno de los primeros, de los afortunados. De aquellos que tenían algo ahorrado y lograron escapar antes de que las bombas llegaran a su casa. Era médico en su país, especializado en cirugía cardíaca. No quería venir a Europa, prefería el mundo árabe. Llegó a Libia con su mujer y sus cuatro hijas, pero comprobó que su futuro en aquel país quedaba en manos de las milicias.
La noche del 10 de octubre de 2013 se decidió a probar suerte en una de esas barcazas que cruzaban el Mediterráneo. Una semana antes se produjo el primer gran naufragio, frente a las costas de la isla italiana de Lampedusa, con 366 muertos.
“A las ocho de la noche nos dijeron que teníamos que salir. Nos metieron en furgones. No eran para humanos, sino para animales. Allí hubieran entrado 50 ovejas, pero había un centenar de personas. Después juntaron a otros grupos y nos hicieron entrar en un pesquero que tampoco tenía capacidad para los 500 que éramos”, recuerda.
El hombre sufre una discapacidad que le impide caminar correctamente, por lo que fue de los últimos en subir. Pudo comprobar el estado del barco: “Lo aceptamos todos solo porque queríamos llegar a un lugar seguro”. La tripulación estaba compuesta fundamentalmente por médicos y sus familias. El barco estaba repleto de niños. En el cascarón de madera quienes más habían pagado podían viajar en cubierta; los demás, se hacinaban en la bodega.
A las diez de la noche la embarcación partió en dirección a Lampedusa, cuando, de pronto, una lancha de goma se acercó hacia ellos. Según Yousef, “eran miembros de una milicia libia, armados con kaláshnikov y [lanzagranadas] RPG”. Los asaltantes les dijeron que se detuvieran y que regresaran a la playa, pero rechazaron “volver para encontrar la muerte en Libia”. El médico cuenta que les dispararon y que poco a poco comenzó a entrar agua en el barco.
Lo que sucedió a la mañana siguiente lo narró Fabrizio Gatti, periodista del semanario italiano L’Espresso. Uno de los refugiados sirios, también doctor, llamó poco después del mediodía al centro de coordinación de emergencias en Roma para informar de su posición y de que la barca se estaba yendo a pique. La respuesta desde Italia fue que debían comunicarse con las autoridades maltesas, con quienes hubo un intercambio infinito de llamadas. Ninguno de los países movilizó a sus efectivos.
El buque militar italiano Libra estaba a menos de 20 millas del pesquero, la isla de Lampedusa, a 50 y un avión maltés sobrevolaba la zona. Entre la primera llamada y la última pasaron más de cinco horas, pero cuando ambos países entraron en acción, la embarcación ya se había hundido y los migrantes estaban en el agua. La tragedia terminó siendo conocida como 'el naufragio de los niños'.
Los militares malteses e italianos rescataron a 212 supervivientes y 26 cuerpos sin vida. Otras 268 personas, entre ellas 60 menores, se dieron por desaparecidas. “Yo no sabía nadar ni tenía chaleco salvavidas, pero me agarré a un cadáver que sí lo tenía y logré sobrevivir”, cuenta Yousef. Su esposa también se salvó, pero “las cuatro niñas murieron”, relata. La menor tenía menos de dos años y la mayor, 10. Ni siquiera pudo ver sus cuerpos por última vez.
“Con la ley en la mano, no se actuó correctamente”
Fabrizio Gatti denunció ante la fiscalía de Palermo a Luca Licciardi, entonces jefe de operaciones de la Marina; y a Leopoldo Manna, responsable del centro de coordinación para el salvamento. Sin más investigaciones, los fiscales pidieron archivar el caso, pero posteriormente los jueces decidieron que debería haber al menos una vista preliminar para determinar o no si se abre juicio contra ellos. En caso de ser imputados, sería la primera vez que oficiales del Ejército italiano se sientan en el banquillo por omisión del deber de socorro.
Junto a Yousef, otros 10 familiares de desaparecidos en aquella tragedia se encuentran estos días en Roma, donde este miércoles han sido recibidos por el Papa al término de su audiencia pública semanal. Sin embargo, su cometido en la capital italiana es prestar declaración ante sus abogados, con la intención de que sirva de prueba en esa audiencia preliminar que deberá celebrarse el próximo 10 de junio. En ella no están permitidos los testimonios, pero sí los documentos que aporten los letrados. Hasta ahora, su voz no ha sido nunca escuchada por los jueces italianos, que han dejado este caso sin culpables.
El abogado Arturo Salerni: “Con las leyes internacionales en la mano, sabemos que no se actuó correctamente, ya que la Marina militar italiana estaba a pocas millas del lugar del naufragio”. Por eso, piden que se investigue a los oficiales por “el homicidio culposo de más de 200 personas”. En caso de rechazar su solicitud, se plantean acudir al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en Estrasburgo.
Cinco años después de la tragedia, varios de los familiares de las víctimas dicen haber recibido mensajes anónimos con informaciones de que algunos de los desaparecidos pueden estar en centros de detención. Su testimonio se vuelve confuso en este punto, aunque, aferrándose a un último hilo de esperanza, dicen que esperan saber qué ocurrió realmente. De entre la decena de los presentes en Roma, nadie habla de justicia, ni de reparación, solo de “verdad”.
De Mare Nostrum al cierre de puertos
Hatem Shaaban vio aquel día con sus propios ojos cómo sus familiares morían sin posibilidad de salvarse. “Cuando caímos del barco, yo agarré a dos de mis hijos con un brazo, mientras que con el otro me aferraba a la madera de la cubierta que aún estaba a flote. Mi mujer cayó con la multitud y vi cómo moría ahogada delante de mí sin que pudiera hacer nada”, cuenta. También fallecieron otros dos hijos, de los que ha podido dar sepultura a uno de ellos.
Una semana más tarde de aquella tragedia se puso en marcha la operación Mare Nostrum, por la que las autoridades italianas pusieron todos los medios a su alcance para rescatar migrantes en peligro el mar. Antes del operativo reinaba la descoordinación entre los distintos países, como demuestran las múltiples llamadas entre Roma y La Valeta sin que nadie llegara a actuar.
En 2014, Mare Nostrum fue sustituida por la misión europea Tritón, que implicaba a más Estados, pero contaba con menos financiación y su mandato era el control fronterizo, no el rescate. Cinco años después, impera la política de puertos cerrados y la criminalización de las ONG de salvamento que practica el Gobierno italiano, liderado por la ultraderechista Liga y el Movimiento 5 Estrellas.
Los supervivientes y familiares de aquel naufragio de los niños viven ahora en otros países europeos. Yousef reside en Suiza, junto a su esposa, donde la vida no es fácil ahora que no tiene trabajo. Intentaron empezar de cero, formando una nueva familia. Y así nacieron dos nuevas niñas: “A la primera le pusimos Randa, como a la mayor de las que murieron”. Confiesa que quiso cerrar una herida abierta, pero cada vez que la mira sigue viendo el rostro de la pequeña que murió en el Mediterráneo.