Migrantes atrapados en un ciclo incesante de rechazo en la frontera entre Francia y España

Corinne Torre

Responsable de operaciones de MSF Francia —

La frontera entre Francia y España se ha convertido en uno de los principales puntos de cruce para los migrantes que tratan de llegar a Francia o continuar su trayecto hacia otros países. Aunque casi 1.000 kilómetros separan las fronteras con Italia de los pasos fronterizos de Francia y Euskadi, la violación de los derechos de los migrantes y los métodos utilizados por la policía francesa son muy similares.

La policía francesa, desplegada en los puentes que separan a Francia de España, rechaza de forma rutinaria a los solicitantes de asilo, una práctica que equivale a la devolución.

Una vez que son devueltos desde el país galo, los migrantes son entregados a la policía española que, después de un control de identidad, los libera al pie del puente que va de Irún, en la vertiente española del Bidasoa, a Hendaya, en el lado francés.

Los migrantes quedan así atrapados en un ciclo de rechazo constante. Solos e indefensos, son víctimas de las redes de tráfico de personas que, a menudo, constituyen su única alternativa para conseguir entrar en territorio francés. Los equipos de Médicos Sin Fronteras efectúan visitas periódicas a las zonas fronterizas francesas para documentar la situación y brindar apoyo a las organizaciones locales que asisten a los migrantes. Con este objetivo, hacemos visitas regulares, la última a principios de julio, a Bayona, Hendaya e Irún, en el extremo oeste de la frontera franco-española.

“Llegué a Irún, crucé a Francia y tomé el tren a Burdeos. Cuando llegué a la estación, la policía me detuvo”, nos contó Nana, de 16 años. “Me pidieron mis documentos pero no tenía nada. Luego me preguntaron mi edad. Nací el 19 de febrero de 2002. Me dijeron que me subiera al coche y me llevaron de vuelta a Irún”. Lo cierto es que, como menor de edad, Nana tiene derecho a protección y debería haberla recibido en Francia. “Soy menor de edad, así que no me lo esperaba. Se supone que debemos recibir amparo”, reclama Nana.

En las zonas fronterizas, la sociedad civil se ha organizado para ayudar y suplir los servicios públicos que, lamentablemente, brindan una respuesta inadecuada. Es el caso de un colectivo de ciudadanos de Irún que asiste a los migrantes que llegan del sur de España o que son devueltos desde Francia. En Bayona, las asociaciones Diakité y Atherbea gestionan un centro de tránsito con capacidad para 200 personas que siempre está repleto. MSF apoya estas iniciativas ciudadanas y a los voluntarios donándoles kits de higiene y mantas.

También hay municipios que han puesto en marcha iniciativas para ayudar a migrantes, refugiados y solicitantes de asilo. “Estaba en la Place des Basques, la plaza donde se reunían los migrantes, con mi delegado responsable de solidaridad”, me explicaba Jean-René Etchegaray, alcalde de Bayona. “Al ser testigo de sus dificultades, ver que no habían comido nada desde hacía un tiempo y que no habían podido bañarse desde hacía aún más, no perdí el tiempo preguntándome si debíamos ayudarles o no. Lo veo como una obligación moral. Es una simple cuestión de humanidad”.

No hay excusas para esta implacable política de rechazo y devolución. A estas personas se les niega la oportunidad de solicitar asilo en Francia, y los menores no son considerados como tales; son rechazados y devueltos a España, en lugar de ser protegidos por las autoridades francesas como exige la ley.

Nueve países y 7.000 kilómetros, el viaje de Asad

Asad tiene 20 años y es de Somalia. Huyó de allí porque su vida corría peligro. Cruzó países en guerra, varios mares y recorrió miles de kilómetros para alcanzar la seguridad de Europa. Un equipo de MSF conoció a Asad en San Sebastián. La impactante historia de Asad es un ejemplo del terrible calvario que sufren miles de personas que, poniendo en riesgo sus vidas, tratan de reclamar su derecho de asilo. Así narra Asad su historia: